a por cigarritos! (zayn)

Los días pasaban y no hacía nada productivo, sólo salía a caminar y poco más. Ese día no iba a ser diferente, pero me dirigiría al metro a ver si había algo interesante por ver. Entre la gran multitud de gente que había por ahí corriendo, hablando y todo eso, vi una figura que inmediatamente reconocí. Era una chica de Hufflepuff que había conocido hacía un tiempo... Me acerqué lentamente entre la multitud, apartando mi mechón teñido de rubio de los ojos, ya que ese día llevaba el pelo totalmente para abajo, por lo que me tapaba toda la frente. Cuando estuve lo suficientemente cerca vi que parecía algo... Liada. Si yo fuera hijo de magos tampoco entendería nada de ese tipo de cosas. Me puse detrás suyo y apoyé mi mentón en su hombro. - Boba, tienes que meter las diez libras en la ranura que tiene para que te impriman un billete de quince viajes. - Dije tranquilamente, sabiendo que la asustaría al menos un poco por mi repentina aparición.

Sabía que algunos sangre limpia tenían curiosidad de cómo funcionaban las máquinas muggles, pero... ¿no se informaban antes de cómo iban las cosas? A la mayoría no les gustaba ir preguntando a los muggles... Quedarían en un completo ridículo. Las ruidosas voces de toda la gente que estaba en la boca del metro hacía que todo fuese como un gallinero repleto de gallinas y un león ahí metido, completamente horrible.

Ella pareció sobresaltarse, se giró, dijo mi nombre y me abrazó. Yo sólo sonreí y correspondí el abrazo con ternura. A pesar de ser una de esas chicas que tenían familia sangre limpia me caía muy bien. - A mi también me alegra verte, princesa. - Dije, añadiendo princesa como un mote cariñoso. Escuché su explicación mientras me cruzaba de brazos y reí. - Tranquila, es normal. Yo de pequeño no sabía sacar billete hasta que mi padre me explicó, y de eso hace menos de nueve años. - Miré cómo fijaba su vista en las monedas y me preguntaba, yo seguía con la sonrisa. - Sí, esas monedas son las libras. Diez monedas son diez libras, cinco libras serían equivalentes a dos galeones, si no me equivoco. Sólo mételas en la ranura de ahí. - Toqué la ranura para que supiera dónde tenía que meterlas. - Luego, tocas la imagen del billete en la pantalla, ya que es táctil y saldrá de esta ranura. - Toqué una que había más abajo, de un tamaño normal para un trozo de papel que hacía de tarjeta.

Después de unos pocos segundos de haberle explicado cómo iba la máquina me pidió un favor, y ese era que le acompañara a una tienda de tabaco que había al final de la línea. Como no tenía nada mejor que hacer, asentí. - Está bien, pero vas a tener que darme un beso en la mejilla.~ - Reí, obviamente era broma. La miré, estaba tan guapa como la última vez que la había visto...

Ella pareció emocionarse cuando el billete salió de su ranura, se rió y todo, a mi me causaba gracia tanta emoción por su parte, aunque era normal. Cuando le dije lo del beso en la mejilla me dijo que había pensado en pagarme el viaje, yo reí, me abrazó y me dio un gran beso en la mejilla. Le expliqué cómo se hacía para que las barreras se abrieran y gracias a que lo entendió fácilmente pudimos entrar en un vagón del metro, para sentarnos al lado de la ventanilla, o al menos ella. - No sé qué quieres ver, el metro no es como el tren, sólo va bajo tierra, de una parada a otra sólo verás un túnel oscuro. - Dije tranquilamente, aunque sabía que estaría decepcionada con eso. Cuando comenzó a moverse, llegó un hombre de esos que pedían dinero por tocar algún instrumento.

Le miré, era un hombre que parecía extranjero, bastante feo a decir verdad... Tocó un poco, realmente mal, no tenía ni pizca de idea de cómo se tocaba el acordeón, daba bastante pena. Saqué unas monedas de mi bolsillo y se las di para que dejase de tocar, pero se marchó al menos. - No hace falta que te asustes, esa gente va buscando dinero... - Le dije, mientras ponía el brazo en el respaldo de su asiento. - En Londres Muggle hay cosas muy raras, ¿eh? - Le susurré en el oído para que nadie me escuchara.

- Sí, todo negro. - Dije, riendo. Mi padre me dijo hacía mucho tiempo que la primera vez que me subí a un metro estaba tan emocionado como la veía a ella. Escuché lo que decía, quería darle un pequeño regalo a Benjamin. Algo normal. - En un momento u otro tendrías que venir por Londres Muggle. - Susurré con una sonrisa, hasta que escuché su pregunta y yo reí por lo bajo, un poco más y petaba a reír delante de toda esa gente. - Qué graciosa, ¿eh? Algunos sí, otros no tienen tiempo y van todo guarros por la calle. Y sí, tranquila, te guiaré. Creo que sé de qué tienda hablas. - Contesté, todavía riendo bajito. Se levantó diciendo la dirección y que la próxima vez iría sola, para pocos segundos después casi caerse por el movimiento del tren. - Cuidado, si te caes te puedes hacer daño o caer encima de una de estas personas apestosas. - Reí y miré las paradas que quedaban; en menos de cinco minutos habríamos pasado las tres que quedaban, así que me levanté yo también y me agarré a una barra que había especialmente para que la gente no se cayera.

Finalmente el tren paró en nuestra parada y nos bajamos rápidamente, junto a las cuatro o cinco personas que quedaban. Subimos las escaleras mecánicas y salimos por la boca del metro, la luz del sol me dejó medio ciego un momento, miré a Cassandra y le hice un gesto para que me siguiera hacia la tienda, que estaba, si no mal recordaba, a menos de veinte metros de ahí.

Reí por lo que dijo. - No, tranquila, no me importa. - Sonreí, era normal que la gente del mundo mágico dijera cosas así de los muggles, pero, ¿por qué tenía que sentirme insultado? Yo también estaba metido en ese mundo, por lo que ya no era tan muggle. Llegamos a la tienda y mi compañera se acercó al escaparate, diciendo que Ben le querría mucho más si le regalaba todo eso. Yo sólo sonreí, me limité a estar callado ya que realmente no tenía ni la menor idea de cómo era querer a alguien tal y como Cassandra lo hacía. Entramos, ella saludó, yo hice lo mismo. - Buenos días. - Saludé. Cassandra pidió los paquetes de tabaco y utilizó un hechizo para falsificar su identificación.

Miraba la cantidad de cosas que habían por ahí, esa mujer debía de vender montones de paquetes de tabaco al día, seguro. Escuché a mi compañera decir que aprovechara para comprar algo, reí. - Está bien... Señora, ¿podría darme uno de sabor vainilla y otro de fresa, por favor? - Pedí tranquilamente. La señora asintió y lo dejó en la mesa. Me acerqué un segundo al oído de Cass. - ¿Vas a montar un pollo por el tema de las libras otra vez? - Le susurré, luego reí.

Al final ella me pagó lo que había comprado, no me dio tiempo a negarme, sin ni siquiera dejar que la pobre mujer me diera el cambio, ella comenzó a salir de la tienda, agarrándome de la mano. - ¡Quédese el cambio, señora! - Dije justo antes de salir de la tienda y alejarnos unos metros de aquella tienda. - Sí, por los pelos... Pero tampoco hacía falta comportarse como el mismísimo demonio, ¿eh? Un poco más y creo que me arrancas la mano de cuajo... - Reí, tenía el presentimiento que el resto de tarde no iba a ser tan aburrido como lo había planeado. Dijo que tenía sed, así que yo me acerqué a ella hasta quedar a su lado y pasar mi brazo por mi hombro, como amigos, claro. - Te llevo a un sitio, pero dejarás que te invite yo, ¿vale? -

Me separé de ella y comenzamos a caminar hasta un bar bastante conocido que había por la zona, alejándonos mucho más de la tienda de tabaco. Entré un segundo para mirar y estaba completamente lleno. - Mejor nos quedamos en la terraza esta de fuera, dentro está lleno de muggles y hace calor. - Inmediatamente apareció una chica vestida de camarera, con una falda negra y camiseta blanca. - ¿Una mesa para dos? - Preguntó la chica, que tendría más o menos treinta años. Miré a Cassandra, para ver que decía.

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Si me perdonas por los posts tan malos que te estoy haciendo te daré un regalo c:

Se disculpó por lo de salir corriendo, miró mi muñeca, la cual estaba algo roja, pero no dolía. Era un sitio en el que por muchos estirones y golpes que se me dieran, no dolía. - No, no, no me has hecho daño, y de verdad, creo que sí estarías perdida por la ciudad, completamente sola. ¿Te imaginas que vuelva a aparecer el chico de antes con el acordeón? Te da algo. - Reí, hasta que escuché que ella se dedicaría a liar los cigarrillos. - ¿En serio? Magia o que los líe él, tú ya le has comprado el tabaco... - Suspiré. Cuando nos dirigimos hacia el bar y apareció la camarera Cassandra afirmó que necesitaríamos una mesa para dos, nos indicó una y tras sentarnos nos preguntó qué queríamos. Ella pidió un refresco de limón. - Yo tomaré uno de naranja. -

Después de hacer el pedido la camarera se retiró y mi compañera comenzó a hacer preguntas, y preguntas... Me pareció gracioso. - Pensaba ir a dar una vuelta completamente solo, no has chafado ningún plan y el verano me ha ido bastante bien. ¿Y tu verano cómo ha ido? - Pregunté con una sonrisa mientras esperaba que la camarera volviera a aparecer con nuestros pedidos.

Ella rió conmigo cuando dije lo del chico con el acordeón, me dijo que no se lo recordara y me dio un pequeño golpe en el hombro. Comentó que quería liarlos para él, yo reí. ¿Así que debía enamorarme para saber? - Bueno, uno puede vivir sin sentir nada por otra persona... Ya me llegará el día. - Dije con una sonrisa. La camarera trajo las bebidas, agradecimos y se fue. Yo miré esa lata de refresco que me había entregado, era grande, bastante grande. Al agarrarla noté como si estuviese cogiendo un hielo, la abrí y le di un trago corto para volver a dejar la lata en la mesa. - Madre, que fría está. - Susurré, justo antes de que ella dijera que Krum se liaba cuando ella le hacía tantas preguntas seguidas.

Reí, yo estaba acostumbrado. Cada vez que veía a mis hermanas me encerraba con ellas en algún lugar de la casa que estuviésemos y comenzaban a hacerme doscientas preguntas al mismo tiempo, pero yo conseguía recordar bastantes y las contestaba rápidamente. - Pues la verdad, por no aburrirme haría cualquier cosa... - Contesté a su pregunta y luego comenzó a explicarme cómo le había ido el verano y todo. Vaya, Cassandra no se había aburrido ni nada, aunque sí se había llevado algunos disgustos por culpa de Pink. Se me hacía algo difícil entenderla, hablaba incluso más rápido que mis hermanas... "Alucinas, Zayn, es imposible". Dijo que sólo le quedaba comprar los libros, pero la carta todavía no le había llegado. - A mi tampoco me ha llegado todavía. Qué raro, ¿no? - Pregunté mientras me rascaba la mejilla con el dedo índice.

Cassandra dudó un momento, se puso seria y dijo que había un Hufflepuff que rondaba por mi cabeza. Eso era cierto, no podía decirle que era mentira. - Bueno. - Dije desinteresadamente, aunque ella me había guiñado el ojo. Le gustaban las bebidas bien frías, yo me encogí de hombros. - Sí, creo que se nota. - Contesté y reí. Comentó que ella se divertía y eso con Pink, eso era bueno. - Sí, luego nos tocará comprarlo todo como si fuesen a cerrar las tiendas en dos milésimas de segundo. - Reí. Explicó que se topó con un muggle y todo... Luego preguntó cómo fue mi primera vez en el callejón Diagón. Tomé una expresión algo seria. - Horrible. -

Esa palabra había sonado en un susurro, lo recordaba todo perfectamente, como si hubiese sido diez minutos antes de la situación en la que me encontraba. Gente por todos lados, yo bastante asustado... Mi tía gritándome que me concentrase... - Puedo jurar que fue la peor experiencia de mi vida. - Dije, tomé aire y comencé a explicar. - Verás, para cuando recibí la carta y me dispuse a comprar todo lo que necesitaba para mi primer año en Hogwarts, mi madre... - Paré un segundo y tragué saliva. - Mi madre ya no estaba con nosotros desde hacía muchos años, mi padre es paralítico y tenía que cuidar de mis hermanas pequeñas... Así que mi tía, sangre limpia, decidió acompañarme. Lo peor fue que yo dejara que me acompañase... Nunca me arrepentiré tanto de algo. - Mi voz se quebró un poco.

Estaba seguro de que me saldría un nudo en la garganta de un momento u otro, pero en fin... - Ella me acompañó, dándome órdenes, diciendo que yo no valdría como mago, que la carta no sería para mi, sino para mi hermana Safaa, me compró las cosas con su dinero, sí, porque mi familia no es que tenga mucho... Y siempre algo de segunda o tercera mano, iba gritando por todo el callejón que yo era un sangre sucia y cada vez que me quedaba mirando algo me estiraba de las orejas. - Suspiré. - Yo quería verlo todo, no había visto nunca nada que tuviese que ver con la magia, así que estaba emocionadísimo. - Terminé y volví a darle un trago a la lata, dejándola por la mitad.