Descubriendo misteriosamente el Lago (Libre)

Mi cuerpo se mantenía prácticamente desnudo, salvo por el sensual bikini que cubría ligeramente mis partes más íntimas. Incluso alguno de los animalillos del bosque se habían acercado a observar como me quitaba mis ropas y las doblaba para dejarlas sobre la hierva.

Algo comenzaba a acercarse, sus pezuñas cada vez estaban más cerca y su oscuro color le delataba. Era una cría de Testral, esos animales muy parecidos a un caballo alado esquelético, que solo uno podía ver si había presenciado la muerte. Y probablemente el mismo día de la destrucción de la mansión de los Erín, había sido el comienzo de mi vida pudiendo ver seres como estos.

-¿Tienes más hambre?-le pregunté dejando a un lado mi frialdad y observando como la cola de la alimaña que acababa de sacrificar para alimentarle colgaba de su boca.

El pequeño testral se detuvo y me miró. Ni si quiera se acercó para pedirme más, simplemente se limitó a mirarme desde allí y sacudió su cola huesuda felizmente mientras esperaba más alimento. Un ratoncillo comenzó a corretear de un lado hacia el otro, de repente se detuvo. Quizá estaba buscando comida? o ¿Quizá sabía que había llegado la hora de su muerte?

Sin tomarme un segundo más, desenvaine la varita que se mantenía amarrada en una funda atada a mi tobillo desnudo. Apunté al animalillo y pronuncié con claridad mientras giraba la varita con exactitud.

-Petrificus Totalus

Eso provocó que la rata quedara petrificada. Ahora no se podía mover, no podía huir,... no podía chillar. De nuevo la apunté, eso solo había servido para asegurar mi puntería.

-Incendio-el la rata ardió sobre unas llamas invocadas.


Cuando el fuego desapareció solo quedó la rata humeante. El testral se acercó y comenzó a devorarla agradecido.
De nuevo envainé mi varita en la funda, amarré mi largo cabello platino en una coleta alta y me zambuí en las aguas del lago perteneciente a los terrenos de Hogwarts. Estaba segura de lo que necesitaba, algo que solo podría encontrar en las más oscuras profundidades.

-Casco Burbuja-dije de nuevo empuñando mi varita y apuntándo a mi hermoso rostro.


Entonces comencé a bucear. Podía respirar, podía hacerlo porque una burbuja se había adherido a mi rostro. Una burbuja que además de darme oxígenos dejaba que mis ojos vieran el paisaje con total claridad. Mi cuerpo comenzó a ondearse como si me tratara de una sirena, pero no había aletas, ni escamas ni nada referente a aquellas criaturas. Simplemente era una forma peculiar de bucear, un habilidad que había conseguido premiar grandes torneos de natación, en mi antiguo orfanato.

No pude evitar que la envoltura de mi chocolatina calienta cuerpo saliera volando por culpa de la brisa. Quizá algún extraño la encontraría o quizá se quedara trabada en alguna rama.

Me adentré a las profundidades cada vez más y algo me erizaba los nervios. Algo se estaba moviendo por allí y era demasiado rápido para ser detectado. No tenía miedo porque tenía la varita entre mis manos, pero temía que fuera una de esas criaturas que había dado en cuidado con las criaturas mágicas, una criatura que ni si quiera pudiera combatir. Pero estaba segura de mis habilidades, y siempre guardaba un as entre mis manos.

Por un momento me pareció ver un par de cuernos pero cada que avanzaba me daba cuenta de que tan solo había sido imaginación mía. Las algas altas ya casi me rozaban, tan solo me tendría que introducir entre ellas y caminar por el sendero que dibujara mi varita.

De repente observé como una criatura acuática se acercaba a mí con velocidad. Unos colmillos verdes me desafiaban y unos grandes dedos los delataban como Grindylows. Antes de que pudiera acercarse demasiado empuñé mi varita y pronuncié.

-Everte Statum!

Entonces aquella criatura marina se vio golpeada por mi hechizo y salio disparada desapareciendo por la lejanía y por la suciedad del agua.

Sin preocuparme proseguí nadando, me introduje entre las algas y torcí mi rostro al observar como mi cabello tocaba aquellas plantas. Entonces escuché un sonido. cuando me dí la vuelta un banco de Gindylows se acercaban a mí, diez o quince, no conseguí contarlos con velocidad.

-Periculum!

Asustada apunté hacia arriba con mi varita y esta produjo una fuerte luz roja que salió del lago y explotó en el cielo como si se tratara de un fuego artificial. Solo esperaba que alguien viniera en mi auxilio mientras mi cabeza cavilaba un hechizo para acabar con ellos.

Entonces lo encontré. Allí se mantenía oculto el hechizo, en la inmensidad de mis pensamientos, un hechizo que ahora pronunciaban mis labios.

-Bombarda Máxima!

Una explosión surgió en el centro de aquellas criaturas. Unos salieron impulsados hacia arriba, otros hacia los lados. Pero lo que no pude evitar es que el agua burbujeara hacia arriba y provocara un estallido en la superficie, salpicando hacia todos los lados.

Pero esos no eran mis únicos enemigos, algo me observaba, algo que ni si quiera podía identificar.

Estaba demasiado nerviosa, eso de las profundidades del lago me agobiaba. Comencé a ondear mi cuerpo de nuevo pero esta vez alejándome de las algas, esta vez en dirección a la superficie. Saqué mi cabeza al mismo tiempo que la burbuja que me había dado oxígeno desaparecía.


Me sentía observada por lo que me giré con lentitud hasta que mis ojos se clavaron en él. Un hombre me observaba desde la orilla del lago. Solo esperé que no fuera un profesor, y si lo era que no fuera demasiado severo para prohibirme introducirme de nuevo.

No dije nada solo le miré y esperé a que sus labios pronunciaran algo. Fuera lo que fuese ya me había visto allí.

Escuché aquellas palabras mientras mis pies y manos se movían para mantenerme a flote. Necesitaba convencerlo de que lo que hacía era algo bueno.

-Solo nadaba Señor-dijo una voz sensual y a la vez inocente-Me hubiera gustado ver sirenas-mi voz cambió ahora sonaba un tanto provocativa a la vez que mis mofletes se teñían de un rojo-Pero esas criaturas decidieron atacarme. Yo solo me defendí.

Mi rostro se contrajo un tanto confusa. En verdad era un adolescente encerrado en el cuerpo de un hombre. Le dediqué una vergonzosa sonrisa.

-Debería de terminar mi expedición antes de que caiga la noche-comenté un tanto infantil pero con aquella voz tan sensual.

"¿Detenerme?"- pensé mientras me acercaba a él dispuesta a seguirlo.

Mi cuerpo se mostró ligeramente humedecido, cada curva blanquecina brillaba sensualmente mientras aquel bikini ocultaba casi inútilmente un par de pezones que se enfriaban con el rozar del viento.

Cuando me disponía a acercarme a él tropecé con una pequeña piedrecita y caí hacia delante. Si no me detenía me vería obligada a sostenerme de su túnica.

Mis ojos azules se clavaron brillantes en los suyos cuando aun estba siendo sujeta por él. Tenía miedo de ser expulsada y más aun de que me encomendara un castigo que mis delicados dedos no pudieran cumplir. Entonces sentí como una lágrima se desprendía de mi ojo y se deslizaba por mi rostro pálido y hermoso.