Día de lluvia [Gellert]

Caminaba a toda prisa por el pueblo intentando llegar con la mayor rapidez posible a las Tres escobas, pues la fuerte lluvia impedía que siguiera deambulando por los alrededores del pequeño pueblo cercano a Hogwarts. Los rayos comenzaron a alumbrar la oscura tarde, que acababa de comenzar. Este tiempo le hacía recordar su país natal, allí solía haber días muy parecidos a este. Y ese recuerdo, a su vez, le hacía revivir pequeños flashbacks de su infancia, en los jardines de la mansión Seufzer, jugando con su hermano mayor y su prima. ¿Por qué la habrían alejado? Ahora iba por mal camino. No había más que ver su reciente amistad con Dave. ¡Puag! Odiaba ese nombre casi tanto como a su portador. Un asqueroso hijo de squib... Un par de truenos rompieron el hilo de sus pensamientos, debería apresurarse si no quería acabar empapada hasta los huesos. Apresuró el paso, oyendo el chasquido de sus rápidas pisadas en los charcos que se empezaban a formar.

Al llegar a la puerta del bar, suspiró aliviada e irrumpió sin pensárselo dos veces. Observó detenidamente el lugar buscando algún sitio libre, pero por mala suerte no había ninguno excepto en la barra. Sin más remedio caminó sin prisa alguna hasta ella. Con la mirada fija en el lugar que pronto ocuparía evitaba mirar a los allí presentes, pues no eran de su agrado. Cogiendo un taburete de los que se hayaban perdidos, entre la multitud de hombres y mujeres ebrios que evadían sus penas en el alcohol, se sentó en la parte más apartada y solitaria del lugar.

Dirigiéndole una mirada desinteresada al camarero que se encontraba tras la barra, alzó un poco la mano indicándole que le sirviera algo de beber. Pero al parecer el camarero no estaba por la labor de prestarle atención, lo que enfureció a la Seufzer. Estaba acostumbrada a ser tratada de forma preferencial acorde con su pureza de sangre, cosa muy valorada en Alemania. Pensando en lo que deseaba no haber tenido que verse obligada a abandonar su país, dejó caer la cabeza entre sus brazos, apoyados en la barra. Era frustrante.

Era uno de esos pocos días en los que se nos permitía salir de Hogwarts para visitar Hogsmeade, en el cual el ambiente tampoco es que fuera especial, ni había muchas razones por las que querer ir, pero al menos te alejabas durante unas horas del constante control de los profesores que apenas te dejaban tranquilidad para descansar o relajarte. Ese día había sido especialmente duro por la mañana, porque me había despertado sin demasiadas ganas de ir a clases ni estudiar.

Cuando por fin llegó la tarde comenzaron a formarse nubes, aunque durante todo el día había echo bastante sol, o al menos eso me había parecido cuando estaba encerrado en las distintas clases. Cogí algo de dinero, mi mochila y una túnica fina, no consideraba que hiciese mucho frío y no me apetecía cargar con el peso de una más gruesa, y sin esperar a nadie fui directo al pueblo.

No me interesaban los bares ni las tiendas de allí así que solía quedarme en los alrededores, caminando o leyendo. Ese día me había sentado en una gran roca y había empezado a leer un libro cuando empezó a llover terriblemente, como si llevase sin llover años y todo el agua se había acumulado hasta ese momento. Cerré el libro con rapidez y lo metí en la mochila, aunque ya se había empapado. La túnica no tenía capucha y empezaba a estar empapado. Corrí hasta el bar más cercano, "Las tres escobas", se llamaba. Había oído hablar de él a los chicos del colegio aunque nunca había ido por falta de interés.

Me senté en la barra, junto a una chica que apoyaba la cabeza en los brazos y parecía frustrada. La miré de reojo y me di cuenta de que no estaba tomando nada. Con un simple gesto el camarero vino diréctamente a servirme. Le sonreí con falsa amabilidad.

-Tomaré cerveza de mantequilla -giré mi cabeza hacia la chica- ¿Quieres tomar algo?.