Alma Rota - Draco M./Hermione G.

Titulo: Alma Rota
Capitulo 1.- Espléndidos Días
Pareja: Hermione Granger / Draco Malfoy
Disclamer: Los personajes usados no me pertenecen, solamente, los tomo prestados para pasar un buen rato.
Notas de la Autora: Esta idea seguramente ya es un cliché, pero la verdad me encantaría desarrollarla a mi manera. NO es mi primer Dramione, ya que tengo escribiendo otro que va muy avanzado, pero este quisiera terminarlo antes. Posiblemente esta historia esté compuesta de capítulos cortos aunque no sé como vayan saliendo por que cuando me concentro lo suficiente, me salen capítulos kilométricos jejeje. Saludos.

Capitulo 1. Esplendidos días

Era un día perfecto, las vacaciones de Invierno de su vida, y es que sabía de antemano que quizá fueran las últimas de su vida, no sabía lo que depararía el futuro, no estaba ni por asomo que la desgracia se cernía cerca de ella, tampoco se imaginaba que el infierno personal que le esperaba estaba cada día más cerca.

Y es que ella no había pedido ser amiga del “Niño que vivió”, tampoco había soñado con vivir en un castillo donde le enseñaran magia y aunque se decía culpable de ansiar esa sangre poderosa, jamás se imaginó que sería despreciada por sus orígenes de sangre sin magia.

Recordaba que cuando era una niña pequeña, soñaba con poder hacer mágicamente todos los deberes que su madre le ordenaba o ayudar a su padre en alguna cosa sin necesidad de hacerlo con las manos. Siempre fue un sueño que se hizo realidad cuando cumplió los doce años, aun con todos los peligros que eso conllevaba, ser despreciada por sus orígenes, ser humillada por ser mujer e inteligente y sobre todo, por ser amiga de un mago famoso.

Pero se sentía feliz, se sentía plena, ahí en esa montaña cubierta de nieve veraniega, saltando como una chica de dieciséis años en todo su esplendor a punto de entrar a su sexto año, disfrutando de sus padres y el ser hija única, el saberse amada aunque fuera diferente a los demás porque ella sabía que sus padres estaban orgullosos de ella.

Y aunque su mente aún se preocupaba por sus amigos cuando el sol caía por el horizonte, y su corazón se contraía de angustia al saber que posiblemente Harry y Ron fueran atacados mientras ella se divertía, muchas veces la culpa acompañaba sus noches, pero de día, ella era feliz con sus padres olvidándose de guerras, peleas, humillaciones, traiciones y disputas.

Estaban a punto de irse al día siguiente ya que su carta de Hogwarts había llegado hacia un par de noches con su nuevo material, se emocionaba con ir al Callejón Diagon para comprar sus cosas, ella tenía una sonrisa encantadora y aunque había decidido el sentarse bajo un árbol cerca de la cabaña de sus padres para leer uno de sus libros, perdiéndose en sus páginas, la sonrisa de la paz que le daba en sonido del bosque era algo inigualable.

Levantó sus ojos de caramelo para ver su entorno, la montaña le regalaba una vista preciosa, el pasto verde, apenas creciendo bajo su cuerpo, la nieve acumulándose en algunos lugares, los arboles revestidos de blanco, el frío que siempre gobernaba en la montaña a pesar de ser verano que le parecía de ensueño, todo parecía ser sacado de un cuento, de las mejores historias que ella haya leído en su mundo.

Se preguntaba si Harry o Ron estarían bien, llevaba un par de días que había mandado una lechuza a la Madriguera para preguntar de las noticias, y aunque no recibía nada, sabía que no había problemas.

En ese momento, sus pensamientos hacia el castillo de Hogwarts se cortaron, su madre le gritó desde la puerta de la cabaña para ir a cenar, el sol comenzaba a ocultarse y era ciertamente peligroso el estar a las afueras del bosque, aunque ella, a pesar de todo, siempre traía su varita con ella.

Al entrar a la cabaña, el aroma a comida y a hogar le impregnó sus sentidos y sonriente se dirigió a la mesa, su padre le regaló una sonrisa encantadora mientras su madre servía la deliciosa cena.

Platicaron de todo y de nada, de su escuela, de sus compañeros y amigos, de criaturas mágicas, de sus deseos, del Ministerio de Magia, del trabajo de sus padres y la cena fue tranquila y con comida deliciosa hasta que un golpe le llamó la atención, una hermosa lechuza blanca golpeteaba con el pico la ventana para poder entrar y la chica se levantó con entusiasmo.

-¡Hedwidg!- la dejó entrar para que esta le diese la carta que traía en el pico y Hermione le regalaba a ella unas caricias y algo de comida para dejarla descansar después de su largo viaje.

No iba a regresarla porque por la ventana se veía que pronto habría una tormenta de nieve.

Cuando abrió el sobre, las letras de la carta de Harry la dejaron pasmada, estaba absorta, sorprendida, asustada y sus padres la miraron cuando se levantaba de la mesa sin decirles nada, mirando asustada aquel pedazo de pergamino.

Hermione: Cuídate, nos han atacado en la Madriguera, al parecer quieren matar a todos los de la Orden, logramos librarnos al desaparecernos, pero han herido a Ron y casi secuestran a Ginny, por favor, cúbrete y escapa. Harry.

-No puede ser…-susurró mientras ella caminaba lentamente hacia la que era su habitación con lentitud, de pronto escuchó caminar a alguien sobre la blanca nieve en medio de aquella noche tan oscura entre aquella ventisca poderosa.

Sacó su varita de su chamarra y la levantó como reflejo para ir a la cocina donde sus padres la miraron con asombro.

-Hija…-intentó decir el señor, ella les hizo una seña para que se callasen.

-En silencio, vayan a la habitación…-susurró mientras les dirigía una fugaz mirada de arrepentimiento. Sus padres se miraron entre sí pero no se movieron del salón.

Hermione apenas si apuntó su varita a la puerta de la estancia para hechizarla, insonorizarla y de paso protegerla pero otro hechizo dio de lleno a la ventana haciéndola explotar, los vidrios salieron disparados a todos lados, ella se pudo agachar a tiempo y sus padres se tiraron al suelo para resguardarse debajo de la mesa.

-¡Hija! –gritó el señor Granger, sin embargo, Hermione había salido corriendo hacia la nieve con su varita en alto, intentaba ver de dónde venía el ataque.

-Buenas noches, Señorita Granger- una voz gruesa y varonil impregnada con lujuria y rencor la saludó, erizándole cada vellón de su piel.

-¿Quiénes son?- preguntó amenazante, los dos hombres vestidos en túnicas negras acentuando su presencia entre la blanca nueve, el aire lograba hacer ondear la tela oscura y los cabellos rizados de ella.

-¿Acaso debemos de darte explicaciones, sangre sucia?- dijo el otro hombre, con asco y furia mientras la apuntaba con su varita.

Ella se tensó, sabía que debía de proteger a sus padres, seguramente estos dos Mortifagos –porque lo eran- tenían la misión de ir por ella y matar a su familia Muggles, cosa que no iba a permitir, apretando su mano en su varita, la otra haciéndola un puño para darse valor, apuntó y disparó desarmando a uno de los Mortifagos.

-¡Maldita perra!- gritó molesto mientras su compañero se enzarzaba con la castaña en un duelo de hechizos y maldiciones no habladas, protegiendo, atacando y de un momento a otro, el Mortifago cayó al suelo de rodillas, su nariz sangrando, el desarmado intentó acercarse.

-¡Expulso!- alcanzó a conjurar para mandarlo lejos, sintiéndose a salvo por un momento, iba a desmayar al que sangraba de la nariz, se acercó con cautela hacia el hombre que la miraba con rencor, su sangre manchando la blanca nieve, después una sonrisa.

Intentó girarse pero una maldición a su espalda la hizo caer inconsciente sobre la fría nieve, el grito desgarrador de su madre y el último pensamiento que tuvo fue en sus padres.