Cuando la Sangre llama – [Paulette]

Caminaba sin sentido alguno por el castillo. Había pasado una noche bastante mala si he de aclarar, por lo que bostezaba de vez en cuando, intentando juntar ganas para terminar los deberes que me habían quedado pendientes y en los cuales no me había podido concentrar.

Había intentado distraerme jugando al ajedrez, tocando la guitarra, intentando hacer mis deberes, pero hoy simplemente no tenía ganas de nada. Intentaba ser optimista, pero por hoy decidí que no tenía ganas de ver el vaso medio lleno…y simplemente dejaría que la tarde pase, con lo que quisiera traer hasta que terminará el día.

De repente me encontré caminando por un pasillo que en verdad no reconocía, y las figuras de los cuadros me seguían con curiosidad, a lo que simplemente las ignoré; y a cada puerta que cruzaba, veía aulas completamente vacías.

Decidí entrar en una, donde dentro solo había un par de pupitres y una silla vacía en el medio de esta. La luz de la tarde poniéndose entraba por la ventana que daba hacia los terrenos, y a los lejos solo se podía ver el comienzo del Bosque Prohibido.

Me senté en una de los pupitres, mientras miraba la habitación con curiosidad. No había nada interesante, pero el silencio en sí era bastante agradable. Hamaqué mis pies, y día suaves golpecitos en la mesa, mientras tarareaba una canción que llevaba hace tiempo practicando en mi guitarra.

En esos días me sentía perdida, realmente perdida en tantas cosas que debía de hacer, de pensar, de decir, como si estuviese realmente metida en mi papel de la perfecta señorita de la casa de SLytherin, la dama de sociedad, heredera de los Hamilthon, la digna señorita educada por su madre e instruida por su madre. Entre mis manos ya corría la sangre de algunas personas, no me arrepentía de algunas, de otras, todavía me costaba controlar mis emociones.

Traía conmigo mi Stradivarius, quería tocar esa noche hasta que mis dedos se acalambraran o mis yemas sangraran de tanto deslizarlas por las cuerdas, definitivamente no quería saber de nada más por ahora, necesitaba solamente despejar mi mente, respirar hondamente y dejar que las notas de mi violín, tocaran cada fibra de mi ser.

Apreté el paso hacia las aulas abandonadas del cuarto piso, aquellas que siempre me quedaban para tocar, siempre me recibían, ahí donde conocí a Draco, y ahí mismo donde me senté a llorar muchas veces esperándolo sin razón alguna. Esa relación se enfrió incluso antes de que se calentara.

Suspiré cansada mientras caminaba hacia una de las aulas abandonadas y abrí la puerta lentamente, escuchando como rechinaba y dejé que la oscuridad me cubriera completamente, nada parecía estar cerca, nadie parecía querer interponerse entre mis horas de violín y yo.

Cuando me quedé completamente a oscuras, y mis ojos se acostumbraron a la minima luz, pude escuchar, el tamborilear de unos dedos por la madera de una mesa, seguramente ese alguien me vio llegar y no dijo nada, fruncí el ceño.

Saqué mi varita cuidadosamente, y la levanté.

-Lumus- susurré para que se iluminara mi alrededor y cual era mi sorpresa, el perfecto traidor a la sangre, mi primo... aquel que estuvo conmigo cuando Fabián se fué, cuando papá consentía más a Danielle que a mi o cuando Alphonse me molestaba, Noah siempre me defendía... hasta donde podía.

Sin embargo, y su amiguita, esa pelirroja, siempre le quitaba la atención de mi, siempre robandose a mi primo, esa sangre sucia asquerosa que lo volvió un traidor a la sangre como Fabián. Los odiaba.

-Bien, ¿que hace el honorable heredero de los Moondeath aquí?- veneno, eso podría sentirlo en mis labios.