A nadar se ha dicho [Gisèlle]

Bueno, al parecer ya llegaba la hora. Miré a mi reloj y ya no quedaba mucho. Tuve que subir hasta la torre para ir a la sala común y llegar a mi habitación. Ya allí rápidamente busqué en mi ropa un bañador, y cogí el primero que vi, un pantalón bañador. Quizás me hiciera ir más lento, pero debía de salir rápido, ya que el tiempo se acababa y había un largo trecho desde la sala común al lago. Con una camiseta, mi bañador y unas sandalias me dirigí a la puerta de la sala común para salir. Baje las escaleras a toda prisa, saltando un par de ellas por la barandilla, y llegué enseguida al final de ellas. Salí por la puerta del castillo y a toda prisa ya llegué al lago, atravesando los terrenos que tuve que atravesar.

Ya allí, vi que Gisèlle no estaba. Por un lado era bueno, ya que no me hubiera gustado hacerla esperar. Pero por otro era malo, sentía verdaderas ansias de verla, y no me lo preguntaba, no me solía ocurrir. Pero ella era especial. Había algo en ella que me emocionaba, pero quise dejar apartado eso. Me dirigí a la orilla, me quité las sandalias y puse a remojo mis pies a la vez que me sentaba, impaciente por empezar a nadar ya con Gisèlle, esperando que todo fuera tan fantástico como hace media hora.

Llegué a la sala común y cogí un bañador del cajón. Era un bikini de color turquesa, que me gustaba mucho. Me puse encima una blusa verde claro y unos pantalones tejanos cortos, cogí unas sandalias, una toalla y salí a toda prisa para llegar a tiempo al lago.

Salí a los jardies, disfrutando de la temperatura, que era agradable e invitaba a tomar un baño. Vi a Ignatius allí, sentado en la orilla remojando los pies. Con sigilo fui por detras de él, me quité la camiseta y los pantalones, los dejé junto a la toalla a pocos metros de Ignatius y cogí carrerilla.

Empecé a correr hacia él. Cuando estuve a pocos metros, salté.

- BOMBA VAAAAA!!! - grité, sintiendo como mis pies ya no tocaban el suelo y viendo el chapuzón imminente.

Caí lo suficientemente lejos como para no hacerme daño por la poca profuncidad pero suficientemente cerca como para mojar a Ignatius.

- A qué estás esperando, Ignatius? A que te crezca barba? Venga, entra!

Me metí dentro del agua por completo, empapendo mi pelo, y abriendo los ojos en el interior del lago cristalino. Habia un par de peces nadando por allí, y las algas de balanceaban dentro del agua con majestuosidad. Salí del agua y me froté los ojos. Miré hacia donde estaba Ignatius, para ver si se estaba metiendo él también.

Llevaba algo de tiempo ya en la orilla. No mucho pero el aburrimiento se apoderaba de mí. Eso no podía ser. No podía resistir un minuto más sin hacer nada, y sin estar con Gisèlle.

Pero de pronto oí un ruido. Parecían pasos. Noté como alguien dejaba algo a mi lado y nada más hacerlo salía corriendo. Aún sin tiempo para asimilar se lanzó al agua sin contemplaciones, empapándome entero. Aquello no era un problema, iba a mojarme después. Estuvo un poco bajo el agua, y cuando salió fuera y pude verla, una sonrisa se me dibujó en el rostro. Era Gisèlle. Mi espera ya había terminado. Y ella seguía tan bromista como siempre.

Fui corriendo hacia el agua. Cuando noté que ya cubría un poco más me lancé de cabeza al agua. Buceé, observando todo el fondo del lago, hasta llegar a la altura de Gisèlle. Ya allí salí del agua justo a su lado, llegando a rozar su piel y salpicándola.

-¿Tenías ganas de verme? Porque yo a ti sí-le dije justo a su lado, sonriéndole y mirándola a los ojos.

Me reí mientras veía a Ignatius nadando hacia mi. Salió a la superficie, salpicándome. Me reí, mientras apartaba la cabeza.

- Tenias ganas de verme, ¿eh?

Me submergí un momento, y di un par de brazadas, alejándome de él.

- Pues si realmente quieres verme, Ignatius, tendrás que atraparme...

Le guiñé un ojo y, dicho eso, nadé todo lo rápido que pude hacia el centro del lago.

Ya la había alcanzado. Estaba junto a ella. Pero parecía que seguía resistiéndose a parar un instante y que quería seguir escapando de mí. Se alejó a una velocidad rapidísima, en un abrir y cerrar de ojos.

-No quieres estar quieta, ¿eh?-grité, queriendo que me oyera, pero no lo esperaba ya que nadando es difícil prestar atención a lo que ocurre alrededor.

Pero no me iba a quedar quieto. Ya se me había escapado en las escaleras, pero aquí no iba a permitir que pasara lo mismo. Quería que por un momento se quedara quieta y dejara de huir de mí.

-Allá voy-grité.

Me metí debajo del agua y empecé a bucear en su dirección. Seguramente tardaría menos y a pesar de lo cristalina que era el agua, le costaría verme. Movía mis pies a la vez que mis brazos avanzando a gran velocidad. Ya me faltaba un poco el aire, pero entonces la vi. Estaba de espaldas así que no me vería. Me acerqué por detrás sigilosamente tratando que no se percatara de mi presencia. Me coloqué justo a su lado y entonces la atrapé. Por fin. Eso pensé en ese instante. Le rodeé la cintura con mis brazos, atrapándola y no dejándola irse. Entonces salí del agua.

-Ya te tengo-dije con una sonrisa triunfal, a la vez que buscaba sus ojos para mirarlos.

Nadé todo lo rápido que pude, coordinando los movimientos de mis piernas con los de mis brazos. Sabía que acabaría atrapándome, pero no esperaba que ocurriese tan pronto. Noté unos brazos alrededor de mi cintura, y al girar la cabeza vi a Ignatius saliendo del agua.

- Muy bien, ya me tienes... - dije, aún riendo.

Le miré a los ojos, sonriendo, y dije, con una pequeña sonrisa maliciosa a la vez que le guiñaba el ojo:

- Y para qué me querías tanto, si se puede saber...?

Ya la había atrapado, y parecía que esta vez no se iba a escapar. Se puso a reír entre mis brazos, y yo también lo hice. Luego, volvió a hacer acto de presencia su lado travieso, con aquella pregunta. No sabía que responder. La verdad es que había acertado de lleno. Tenía unas ganas inmensas de verla, y no era normal. Se me había hecho difícil esperarla y cuando la vi llegar el corazón me dio un vuelco.

-Pues, que quieres que te diga. Nunca he podido estar contigo así, a solas y quieto un instante. Siempre te escapabas de mí. Quería tenerte ya tranquilamente en mis brazos-le dije sonriendo.

Sonreí complacida al oir sus palabras.

- Oh... Que bonito... - esas palabras escondian algo de sarcasmo, pero eran sinceras.

Ladeé la cabeza antes de decirle, de forma pícara:

- ¿Sabes por qué no me has podido coger antes? Porque soy... ¡¡¡Escurridiza!!!

Dicho eso aproveché la humedad resbaladiza de sus brazos para hundirme de nuevo en el agua, escapándome de su abrazo. Nadé un par de metros y salí a la superficie.

- ¿Lo ves? Me escabullo...

Aunque dije eso, esa vez no me moví de donde estaba.

Cuando ya parecía que por fin iba a parar, en el último instante volvió a decidir que lo mejor sería escapar de mí. Se alejó algo de mí, pero entonces paró.

-Ya lo he visto, no creas que no sé que lo eres. Ojalá no lo fueras tanto-le dije.

Me fui acercando lentamente, hasta estar casi a su lado.

-¿Acaso no te gusto?¿Acaso odias verme? Porque yo a ti no-le dije sonriendo y guiñándole un ojo.

Sonreí mientras veía que se me acercaba.

- Ya aprenderás a cazarme, ya aprenderás. Llegará el dia en que ya no seré tan escurridiza...

Sonreí, y añadí:

- No odio verte, Ignatius... - dije, guiñándole el ojo yo también -. De hecho, empiezo a sentir que odio no verte

¿Hola? Habia dicho YO eso? que me pasaba, madre mia...

Sus sonrisas eran contestadas por las mías, así mutuamente.

-Espero con ansias ese día-dije aún sonriendo.

Cada vez me iba acercando más, cuando me respondió así. No pude evitar que una gran sonrisa se me dibujara en la cara.

-Parece que los dos sentimos lo mismo-dije sonriendo- Aunque para mí ahora es imposible estar un segundo sin ti-rematé. volviéndole a guiñar el ojo.

Me acerqué a ella hasta el punto de rozarnos. Con un brazo rodeé su cintura, y con mi otra mano le acaricié el pelo. No me parecía nada normal que estuviera haciendo eso, pero una parte de mí insistía en seguir haciendo lo mismo, impidiéndome dejar de sonreír, perdiéndose mi mirada en sus ojos.

Sonreí, y se me pusiero la piel de gallina cuando m rodeó con el brazo. Bajé la mirada mientras me acariciaba el pelo, y sonreí interiormente.
Apenas hacia unas horas que me habia empezado a entender bien con Ignatius... Antes ni tan solo habia mantenido una conversacion con él que no fuera para pedirle una pluma o un pergamino durante alguna clase.
Y aunque eso debería parecerme raro... Me gustaba.

- Pues si te es imposible estar un segundo sin mi... - dije, mirándole de nuevo -.No lo estés...

Me acerqué más a él (¿Era posible?) i me quedé mirándole fijamente a los ojos, mientras sentia una sensacion nueva en mi barriga...

Mi mirada se perdía en sus ojos. Eran un mar lleno de expresividad y en el cual podría pasarme lo impensable mirándolos. Cada vez notaba más el contacto entre nuestras pieles, juntándonos tanto que casi podría decirse que ya se habían juntado. Con una mano recorría el suave tacto de su piel, y con la otra la de su cabello. Cada vez notaba una sensación dentro de mí, un sentimiento que hacía presagiar que lo inevitable iba a pasar. Y más inevitable fue con sus palabras.

-Tus deseos son órdenes-dije en un suave susurro, ya prácticamente unidos del todo.

Y lentamente, fui aproximándome a mi objetivo. Aquel momento, se me hizo eterno, cuando en realidad no duró casi nada. Mi corazón empezaba a latir con una desmesurada velocidad. Y entonces ocurrió. La besé. La besé con todas mis fuerzas, dejándome prácticamente el alma allí. Parecía que estuviera soñando, y si era así, deseaba estar dormido el resto de la eternidad, con tal de que ese momento jamás acabara. La primera vez que vi a Gisèlle, no creí que fuera a pasar esto. Pero ahora, deseaba que eso pasara el resto de la eternidad, y que nunca se acabara, ya que lo que sentía por Gisèlle, era algo verdadero, de eso no tenía la más mínima duda.

Me dijo que mis deseos eran órdenes... Y efectivamente los cumplió.
Descargué toda la presión que habia estado acumulando en mi pecho. Sus labios se posaron sobre los mios, y cerré los ojos, sin entender por qué deseaba tanto que aquello pasase.
Le rodeé el cuello con los brazos, complacida.
Al cabo de unos segundos separé mi cara de la suya, y la escondí en su cuello, sonriendo.

- Gracias... - murmuré.

Volví a levantar la cabeza me decanté yo esa vez. Le besé con suavidad, deseando cada segundo que pasaba y aferrándome a esa sensacion como si fuera la única que me hacia vivir.

Aquella sensación no tenía una descripción posible. Ni en mis mejores sueños podría haber imaginado que aquello pasara, y encima con alguien tan perfecto como Gisèlle. Era graciosa, simpática, algo bromista y muy guapa. En definitiva genial. Y lo que más me sorprendía es que la pudiera tener en mis brazos, pero lo mejor en ese momento no era pararse a pensar. De nuevo volvi a experimentar aquella sensación tan genial, aunque me separé un momento. Lo miré fijamente a los ojos. Una amplía sonrisa se dibujo en la cara, y aparté un mechón de pelo de su frente para darle un beso en ella. Después volví a mirarla fijamente. No sabía si debía decir aquello, pero me iba a arriesgar.

-Te quiero...-dije en un suave susurro.

Después, decidí volver a buscar sus labios para volver a unirnos y fundirnos el uno con el otro. Le rodeé la cintura, y aún besándonos, hice que nos movieramos, nadando lentamente en círculos.

Una oleada de calor me sacudió cuando murmuró ese "Te quiero". Me estremecí, por el calor, supongo, y debí de sonrojarme cunado me besó la frente.
Ese gesto me gustó... Siempre me había parecido bonito.

Otro beso. Con ese empezó a moverse, y seguí ese ritmo circular. Dejé mis brazos alrededor de su cuello y, me olvidé de todo. En ese momento solo estábamos Ignatius, el agua cristalina y yo.

- Je t'aime... - no sé por qué me salió en francés, pero no sonó mal.

Seguía contemplándola. Cuando dijo aquello en francés, algo dentro de mí surgió. Fue una sensación que me gustó, una especie de calor me invadió, me dio una sensación de, como llamarlo, alegría enorme. Jamás en mi vida me había sentido así, y el que quien me hiciera sentir así era Gisèlle seguramente tenía que ver.

-Eres fantástica-le dije en un susurro.

Llevé mi mano a su mejilla acariciándola suavemente con una sonrisa aún en mi cara. Después fui bajando mi mano, a través de su cuello, y siguiendo por sus curvas hasta llegar a su cintura, acariciándola lenta y cariñosamente. Después mis labios fueron a los suyos con unos besos breves e intermitentes, hasta seguir la ruta de mi mano y llegar a su cuello, dando a este pequeños besos cariñosos.

- Lo intento, lo intento... - bromeé, mientras disfrutaba del tacto de su mano en mi mejilla.

Levanté un poco la cabeza para que pudiera disfrutar más de mi cuello, y disfruté de cada uno de los besos que él me daba. Le acaricié el pelo con las manos, y le obligué a levantar la cabeza para mirarle fijamente a los ojos.

- Eh, me gusta que te guste mi cuello, pero aqui arriba hay unos labios deseosos, ¿recuerdas?

Le sonreí con picardia y le besé de nuevo.

Sonreí cuando me dijo eso, justo antes de volver a besarme. Me encantaba ese lado suyo, tan bromista que aparecía en cualquier momento pero que siempre te sacaba una sonrisa.

De nuevo nuestros labios se juntaron en un beso, haciendo recobrar aquella sensación tan especial y que yo adoraba tanto. Pero me separé un momento de sus labios. Posé mi frente en la suya, y mis manos rodearon su cintura. Después, mis manos se dirigieron a sus piernas y la levanté, haciendo que sus piernas rodearan mi cintura. Luego, empecé a dar vueltas tal que si estuviéramos bailando.

-Ya sabes que yo siempre cumpliré tus deseos-le dije con una sonrisa.

Luego volví a llevar mis labios a los suyos para besarla. Una de mis manos se dirigió a su espalda para acariciarla yendo de arriba a abajo constantemente y la otra a su cintura, para seguir danzando en el agua a la vez que seguíamos fundiéndonos el uno con el otro con aquel beso.

Sonreí con el beso que me dio en la frente. Eran detalles como ese los que me hacian sentir bien.
Le rodeé con mis piernas, siguiendo las órdenes de sus caricias. Empezamos a rodar de nuevo, sin separarnos.

Me estremecía de felicidad y de gusto notando sus suaves caricias en mi espalda, esa promesa que hizo sonriendo, esa cordialidad y a la vez esa sensación de sentirme...¿Querida?

- Me alivia saber eso... - murmuré, escondiendo mi cara en su cuello.

Empecé a besarle el cuello con suavidad, disfrutando de su contacto.
Levanté la cabeza un poquito, con una sonrisa pícara en los labios, y le mordí suavemente la oreja, antes de volver a besarle.

Sonreí a su respuesta. Después me besó el cuello, y yo a la vez le di un beso en su cabello, para luego alzar la cabeza y darle más espacio. Disfruté por su gesto cariñoso al morderme la oreja y volvimos a besarnos. Me separé un poco para hablarle.

-Y siempre los cumpliré más que nada porque tus deseos también son los míos-dije sonriendole.

Me volví a acercar a sus labios, para morder cariñosamente su labio inferior y volver a decirle.

-O acaso no deseas esto-le dije traviesamente.

Una sonrisa pícara en mi cara se dibujó, para volver a besarla de nuevo, con pasión y delicadeza al mismo tiempo, dejando fluir mis sentimientos en aquel beso.

Dejé escapar una risita cuando me besó.

- Oh, si lo deseo... - dije, sonriendole.

Le acaricié el pelo mojado y me separé de él. Hundí todo mi cuerpo en el agua, sintiendo el frio recorriendo mi cuerpo. Di unas brazadas hacia la orilla, pasando por el lado derecho di Ignatius. Salí a la superficie unos segundos despues, y me froté los ojos. Miré hacia Ignatius, dedicándole una sonrisa burlona, y dije:

- ¿Piensas venir a buscarme algun dia o tendré que quedarme aquí sola?

De pronto se separó de mí y se fue nadando a la orilla, sin saber porqué. Bueno, ella era así de impredecible, así que no me debía extrañar. Luego volvió a llamarme, ya desde la orilla. Y respondí a su petición, nadando lo más rápido que pudo hacia la orilla. Al llegar, fui caminando lentamente hasta estar frente a ella.

-Aquí me tienes-le dije-¿Tanto me quieres que no puedes estar un segundo sin mí?-le dije sonriendo pícaramente-Pero ya estoy aquí, no tienes porque preocuparte-dije guiñándole un ojo, para luego rodearla con mis brazos y besarla, de nuevo.

Cuando vino hacia mi no pude evitar sonreir interiormente. Levanté una ceja, sonriendo con picardia al oir lo que me decia y dije:

- Ya te gustaria, ya te gustaria...

Cuando me rodeó con sus fuertes brazos de nuevo, y volvió a besarme, dije:

- Aunque si sigues así igual decido pegarte a mi con un hechizo para que no tengamos que separarnos...

Volví a besarle, rodeándole el cuello con mis brazos i sintiendo el calor de su piel a pesar del frio del agua.

Volví a sonreír por sus palabras, antes de volver a besarnos. Me separé un poco de ella, sonriendo de nuevo.

-Pues que quieres que te diga, no me desagrada la idea-dije guiñándole el ojo.

Después, dirigí mis labios a su cuello, para darle pequeños besos, a la vez que acariciaba su espalda con una mano y su cabello con otra. Tras eso alcé mi cabeza para mirarla de frente.

-Eres hermosa, ¿lo sabías?-dije sonriendo, a la par que llevaba mis manos a sus mejillas, para acariciarlas, luego besar su frente, y después apoyar mi frente en la suya, mirándola a los ojos sin dejar de sonreir.