Obsequios de una noche [Ted]

Había recibido una carta de mis padres desde mi hogar, en Florencia. Decía muchas cosas que solían preguntar. Lo típico de ¿estás comiendo bien?, ¿llegaron muchos hijos de muggles este año? y algo más novedoso. Para iniciar el año escolar con algo nuevo, me regalarían una nueva joya no muy ostentosa para no provocar a los codiciosos, pero lo suficientemente vistoza como para no pasar desapercibida.

El problema era que no la enviarían con nuestra lechuza, pues no querían correr el riesgo de que fuera robada, sino que la entregarían a uno de sus contactos en Londres para que me la entregara cuando la fuera a buscar. El lugar para la transacción sería el Caldero Chorreante. Un lugar ni muy lujoso ni muy lúgubre, en donde se encontraba toda clase de magos. Algo que no me gustaba, considerando que ya no podía saberse con certeza qué era lo que estaba rondando por las calles.

Me aparecí en un callejón sin un rastro de muggles y con paso firme me dirigí a la posada. Abriendo la puerta el olor a cervezas de mantequilla llenó mis narices. Se me antojaba comer algo mientras esperaba mi preciado obsequio.

Me senté en la que parecía la más limpia de las mesas y pedí tarta de melaza. Algo dulce y exquisito para mi paladar. Aproveché de mirar a mi alrededor mientras esperaba y noté que al menos esa noche había varios magos respetables. Algunos me asentían con la cabeza para saludarme y yo agitaba mi mano para devolver el saludo. Tal vez el Caldero Chorreante por fin se estvuiera convirtiendo en un lugar para los magos de verdad.

Sacudí mi cabeza ante ese pensamiento. Esa era una noche. No tenía idea de qué público recibía el resto de los días.

"Una rondine non fa primavera" pensé en mi idioma natal Una golondrina no hace la primavera