Torpeza {Libre}

Hacía una tarde esplendida para pasarla fuera del castillo, de hecho, en cuanto salí de las clases, dejé los libros en la habitación y me dispuse a bajar a los terrenos, no sin antes coger a Keepo, mi mascota. Recuerdo la primera vez que lo vi, estaba asustado, enganchado con una de las verjas del jardín de casa, por lo que no pude evitar sacarlo de allí y pasarlo para curarlo. Siempre me habían encantado los animales, desde bien pequeña y el hecho de haberme encontrado a aquella zarigüeya herida, digamos que me enterneció hasta el punto de querer quedármela. De eso ya hacía como un año. Cogí la cartera y lo metí dentro, dejándole una ranura para respirar, solía sacarlo a que le diera el aire por el invernadero, ya que no pasaba mucha gente y así no se fijarían tanto en su..."característica especial", no me gustaba que se fueran riendo por ahí de mi mascota, de ningún animal, pero si era mío, mucho menos.

Bajé algo apresurada, no tenía prisa, pero las ganas de salir fuera y respirar me invadían después de estar todo el día entre aquellos muros de piedra. Me dirigí hasta lo que eran los invernaderos y viendo que no había nadie allí, decidí quedarme. Apoyé mi mochila sobre la mesa, sacando con cuidado a la pequeña zarigüeya de "ojos especiales" y dejándola en el suelo mientras me agachaba para acariciarlo. Era algo torpe, pero muy cariñoso, digamos que en cierta parte, me recordaba a mi. Lo dejé andar mientras sacaba un libro de la mochila sobre herbología, y trataba de identificar algunas plantas, mi madre era una amante de aquella asignatura, y en cierto modo, me inculcó un poco ese cariño por todo lo que crece de la naturaleza. Mientras me centraba en una planta de hojas rizadas y de un color anaranjado, escuché como algo hacía añicos contra el suelo, giré sobre mis talones sobre saltada y vi un macetero de cerámica roto en el suelo, mientras una planta, del tamaño de una babosa negra soltaba una especie de jugo verde al hacer contacto con el suelo, un Bulbotubérculo, y al lado, el torpe de Keepo. Me acerqué corriendo y lo agarré, no quería que le saliera ninguna alergia. - Keepo, torpe, mira lo que has hecho... -le regañé chasqueando la lengua mientras volvía a ponerlo en la mesa, buscando mi varita de la mochila - Maldición...me la he dejado arriba...como nos pillen se nos va a caer el pelo...-le dije como si realmente pudiera darme una explicación de aquello o como solucionarlo.

El ruido trajo las pisadas de otra interna de los invernaderos, los ojos celeste cielo de una rubia y un extraño erizo gigante de múltiples colores aferrado (y aterrado dirían algunos) al hombro de la muchacha de cabello platino.

Ese día había sido bastante tranquilo, sus dotes para con las plantas le habían abierto las puertas de los invernaderos desde muy temprano en su carrera para ir y venir a placer, ayudando al cuidado de las plantas que allí vivían.

Ese día había sido especial, hoy tocaba cuidar de un lazo del diablo, algo que siempre le había gustado dada la singularidad de la planta para ahorcar a las personas que se acercaban tensas  o de mala intensión ya que despertaban una vibra muy particular que la planta parecía interpretar como cercanía intensa. En cambio, la naturaleza relajada y soñadora de Louise hacía que los lazos se lanzaran al ataque por el movimiento pero soltaran tan rápido como le rozaban por el hecho de no poner resistencia a ellos.

Mad se había dedicado desde que ingresó a Hogwarts a las plantas y las pociones, siendo estas sus especialidades estando fuertemente ligados unos a los otros, especialmente porque era lo que más habían estudiado con las veelas de Heidelberg ya que estas proveían de material de alta calidad de criaturas mágicas y plantas de los bosques de Austria donde se encontraba uno de los ‘Claros Mágicos’ más importantes de Europa.

El sonido de la maceta quebrándose fue lo primero que la sacó de su pensamiento, haciendo que buscara de donde venía el ruido, evidente era el hecho que había sido más cerca de la puerta, la interna abriéndose camino entre extrañas plantas hasta llegar y ver a dos seres, una chica y un... ¿como era el nombre de este animal en inglés? No recordaba, era la primera vez que veía uno en persona.

Y la planta, una bulbotubérculo tirada en el suelo a la espera de ser recogida.

"Eh... ¿necesitas una mano?" Se ofreció, acercándose y notando que era una compañera que había visto en la sala común, si las túnicas no se confundían, eran compañeras de casa.

Me quedé un corto rato pensando que hacer, si me acercaba a quitar el Bulbotubérculo con las manos, seguro me saldrían ampollas, alergia, todas las reacciones que la pus de esa planta, o algo así me parecía haber leído. Keepo me miró arrepentido, bajando las orejas, y yo como toda la vida he sido una blanda en cuanto a criaturas y a animales, no tuve más remedio que perdonarlo. No era culpa suya ser torpe. Acaricié su lomo chasqueando la lengua - Bueno...veamos que se me ocurre para arreglar esto antes de que algún profesor entre. -le dije. Muchos podrían jurar que aquél animal no entendía lo que le hablaba, pero yo sabía que no era así.

Vi unos guantes esparcidos por la mesa y me acerqué a cogerlos, para intentar levantar aquella dichosa planta viscosa del suelo cuando de repente una voz me heló la sangre, "ya está, Anouk, te han pillado, prepárate para el castigo". Giré mi cuerpo y suspiré aliviada cuando vi el emblema de la túnica, no era ningún profesor o prefecto, era una alumna, de mi casa además. Empecé a respirar con normalidad - Gracias a Merlín que no eres un profesor...pensé que estaba sola. -al parecer me estaba ofreciendo su ayuda, y estaba en tal aprieto que hubiera sido descortés no tomarla - pues si me pudieras ayudar te lo agradecería enormemente...me he dejado la varita arriba y como ya sabes coger esto con las manos es arriesgarse a un mes de manos llenas de pústulas y mil cosas más -le contesté mirando algo asqueada la planta, sinceramente esas no eran santo de mi devoción. Sujeté a Keepo porque vi sus intenciones de bajarse y ya solo faltaba que lamiera aquél líquido y enfermara, a veces podía llegar a ser muy torpe mi mascota.

Me fijé en la alumna y su cara me sonó familiar, al ser de la misma casa, supongo que sería normal, no obstante no pude apartar mi mirada del erizo que llevaba al hombro, era la típica chica idiota que si tenías una mascota se te acercaba y te preguntaba todo acerca de ella mientras ponía esa voz que se le pone a los bebes, cuando les haces carantoñas. -Guau qué pasada de erizo...¿es muy mayor? es precioso -pregunté sonriendo aunque sin acercarme demasiado, no sabía si era hostil o cariñoso, con algunos animales no podías dar nada por sentado, eso era algo que había aprendido después de vivir en una casa en el campo. -  Ah por cierto, soy Anouk, siento no haberme presentado -me disculpé haciendo una mueca - pero me he asustado al oírte, disculpa.

La sonrisa en los labios de la pequeña rubia se curvaron.
Cada quien tiene su fama en el colegio y Louise no era la excepción. Entre loca, y de grandes demostraciones físicas como atleta tanto en el sentido muggle de la palabra como jugadora de Quidditch, tenía su fama de sabelotodo y ratón de biblioteca a ratos. Las excelentes notas que cargaba a su nombre eran elogiadas por todos salvo por los otros Hufflepuff a los que no dejaba dormir cortesía de mantenerse noches enteras estudiando para mantener las notas que sabía si las cosas fueran diferentes pertenecerían a su hermana, la chica genio.

De hecho, sus compañeras de curso salvo por ella no la querían mucho... más bien, no la querían nada habitualmente. Y Anouk simplemente no sabía que existía así que no era gran cosa, solía pasar varias noches en la sala común o en aulas abandonadas de las mazmorras practicando, estudiando y cayendo media muerta de sueño al llegar el día. Nadie solía preguntar y como todos temían el territorio Slytherin temían investigar o indagar demasiado allí abajo.

Sin embargo, estaba en ella ayudar, lentamente inclinándose a la planta para limpiar el pus de la planta con un movimiento de la varita, tiempo que se limpió arrodillandose para con cuidado tomar la planta desde la base para que no reaccionara a la cercanía de ella y así evitar ser agredida por ella.

"No te preocupes... hay que tener cuidado con estas, su mecanismo de defensa es ciertamente uno de los mejores, casi me da envidia." Comenzó a hablar, tardando un momento largo en darse cuenta que le estaba mencionando al Erizo, sonriendo divertida.

"Se llama Enoch, era de la clase de transfiguraciones, aunque se supone que debía convertirlo en una pelota pero hasta ahora solo conseguí hacer que brille como un acoiris y crezca como una pelota... cada tanto se pone nervioso pero nos estamos entendiendo bien, ¿Y él? ¿Que es?" La pregunta era claramente curiosa mientras se acercaba para observar el animalejo más de cerca.

Al parecer la chica estaba dispuesta a ayudarme realmente, lo cual tuve que agradecer cuando la vi agacharse a limpiar con su varita todo el desastre que Keepo y yo habíamos organizado en un solo momento. Sonreí agradecida - Muchas gracias Looouise -dije intentando acertar, pues al ser compañera de casa me sonaba su nombre de alguna clase pero no estaba cien por cien segura, hice una mueca esperando haber acertado.

La escuché mientras hablaba sobre aquella planta y su mecanismo de defensa, al parecer no era la única que prestaba atención en herbología, y eso me alegraba, así tendría algo de lo que hablar con ella, o simplemente sentarme a su lado en clase, o tal vez ya tenía su grupo de amigas y yo suponía un incordio, torcí el labio muy levemente. Comenzó a hablar sobre su peculiar erizo y sonreí mientras seguía mirándolo, tenía unos colores muy llamativos, me recordaba a mi pelo la verdad, y era bastante grande, pero adorable a la vez, era la primera vez que veía un erizo tan extraño.

Miré a mi mascota y luego a ella cuando me preguntó, acercándome a tomarlo, mientras acariciaba su lomo - Oh, se llama Keepo, es una zarigüeya, bueno, es chico -sonreí- lo encontré en mi casa hace un año, estaba herido y bueno...decidí quedármelo, es muy cariñoso, con quien quiere -acaricie su cabeza de forma mimosa y lo acerqué un poco a ella por si quería tocarlo - no muerde -la informé, la verdad nunca había visto a Keepo morder a nadie, a veces incluso ignoraba que supiera que era eso. Lo cierto es que se metían mucho con él, pero yo lo quería, no podía imaginarme el momento en el que aquel pequeño desapareciera de mi vida, solo de pensarlo se me hacía un nudo en la garganta, las mascotas deberían vivir eternamente, al menos a mi parecer. - Y ¿qué hacías por aquí? si se puede saber claro...no quiero ser chismosa, solo por..hablar de algo -pregunté encogiéndome de hombros, mientras seguía acariciando entre las orejas de Keepo.

"No fue nada." Respondió asintiendo con la cabeza, sin saber que con eso confirmaba que su nombre era efectivamente Louise. Realmente estaba lo suficientemente distraída que le hubiera llamado ‘Celeste’ y hubiera asentido de todas formas.

Buscó entre los bancos de trabajo donde depositarla, encontrando que estaba el espacio donde se había encontrado originalmente, buscando con la mirada algo antes de girarse a ella con una sonrisa.

"¿Me pasarías una de las macetas de la punta? Esa de 20cm estaría bien." Aclaró con voz baja mientras buscaba en el banco la bolsa de fertilizante con heces de escreguto (fue fantástico descubrir que al menos servían como buen fertilizante) y la tierra negra para el trasplante.

Al ver que le acercaba al animalejo rió, buscando papel tissue para limpiarse las manos antes de terminar de acortar el camino y buscar el cuello del animal para rascarlo y acariciarlo.

"Veo que está muy bien cuidado..." Sonrió al sentir la respiración pesada y los bufidos suaves del animal que indicaban que le gustaba ser tocado como Anouk había mencionado. Parecía un buen animal, a ella le hubiera gustado tener un perro o un gato, pero con la descolocada llegada de Enoch a su vida no había podido hacer más que adaptarse y encariñarse. Enoch era bastante más testarudo que la zarigüeya y más peligroso porque no solo mordía.

Pero con ella era bueno, así que aprovechando que se limpió las manos lo tomó y bajó del hombro, con cuidado poniéndole panza arriba contra su brazo para exponer la pancita, que poseía una pelusa suave en el vientre, las patitas rosadas parecían pequeñas manitos al agarrarse del dedo de Louise tratando de hacer que lo volviera a girar pero dejando el vientre expuesto.

"Enoch tiene un poco de cosquillas así que suave." Admitió indicando que tocara allí mientras lo sostenía. "Estaba ayudando a trasplantar las Agrimorias, están del otro lado con las plantas de uso mundano, crecieron demasiado y la profesora me ofreció ayudar, cada tanto lo hago, puedo trabajar de forma aceptable en los invernaderos."

Era la mejor... la mejor en herbología puntualmente ya que era afamada por el desastre que era capaz de ocasionar en otras materias, no creía tener la mejor nota, pero el trabajo que tenía en los invernaderos solía destacarse por su testarudez que se centraba en el mundo natural: Plantas y Animales.

"¿Tu que hacías? Supongo que no era idea romper la maceta del Bulbotubérculo, no?" Preguntó en broma.