Paseando por los alrededores [Arya]

Después de una bienvenida agradable a su nueva casa lo único que rondaba la cabeza de Chloris era explorar los terrenos, y claro, para eso no había nada mejor que un buen paseo por las cercanías del lago.
"Hay que ver el buen día que hace hoy", pensó sin poder evitar la sorpresa, puesto que en aquella zona abundaban las lluvias, como era habitual en el país.
Se acercó hasta la orilla del lugar, sostenía una manzana en su mano derecha, a la que iba dando suaves mordiscos de vez en cuando, era todavía muy pronto, por lo que no se veía mucha gente por allí; ese fue el motivo de que le sorprendiese más que nada ver a una joven Gryffindor acercándose.
- ¡Hola! -Saludó de forma alegre, a pesar de no conocerla.

Chloris permaneció de pié hasta ver que la chica se acercaba, momento en el que echó a caminar hacia ella para presentarse, iba a paso tranquilo hacia ella, pues no tenía demasiada prisa, tenían toda la mañana para hablar.
Uno de los rayos que el Sol emitía especialmente aquel día le dio de lleno en los ojos, obligándola a apartar la mirada durante unos segundos, hasta parpadear de nuevo para acostumbrarse a la luz.
Escuchó la voz de la chica presentándose justo antes de llegar a su lado.
- Chloris, Chloris Seufzer, encantada. -Respondió tendiendo su mano con una de sus eternas sonrisas- Gryffindor, ¿no es así? -Preguntó segura de la respuesta, pues en su uniforme llevaba los colores de tal casa.

"Muggle", no pudo evitar pensar como primer instinto, pero rápidamente desechó la idea de pronunciar aquello en voz alta, no quería parecerse a ningún Slytherin.
- Entiendo... menudo infierno, ¿no? Es decir, ¡no por tu tía abuela, claro! Me refiero a lo de vivir sin magia, ¿sabes? Yo no podría. -Se apresuró a decir tras escuchar su explicación.
Echó una ojeada al lago, aquel día estaba precioso, sin duda.
- Yo también soy nueva. -Respondió recordando su pregunta anterior- Ravenclaw de sexto año, así es. -Se explicó sonriente, orgullosa de la casa que le había tocado.

- La verdad es que todas las casas son fascinantes, Gryffindor parece un buen lugar. -Sonrió mientras asentía ligeramente, corroborando su opinión- ¿Hermanos? Qué va, soy hija única. No suelo tener demasiado contacto con mi familia. -Torció ligeramente el gesto, la verdad es que la mitad de aquellos que llevaban su apellido estaba en Azkaban y el resto había sido o todavía era mortífago. Un ligero escalofrío recorrió su espalda- ¿Qué hay de ti? -Preguntó en referencia a sus hermanos.

-Me pregunto como será ser hija única -pensé cuando dijo que era hija única- Aunque en el fondo tener algún hermano está bastante bien.

-Tengo un hermano de diez años, está a punto de cumplir los once, así que creo que el curso que viene vendrá aquí, a veces puede llegar a ser un incordio, pero por lo general es bastante bueno -contesté riendo- De momento, aquí en Hogwarts está mi madre, es la enfermera, Kahlan Mellark.

Hacía bastantes días que no veía a mi madre, ni siquiera sabía con exactitud cuando iríamos a Australia ese verano...

-¿Ya sabes lo que vas a hacer esté verano? -pregunté echando un vistazo al lago-

- ¿Tu madre es la enfermera? -Preguntó con un ligero tono de sorpresa- La verdad es que todavía no había conocido a nadie con familia en Hogwarts, empezaba a parecerme hasta raro. -Soltó una leve risa mientras se agachaba hacia el suelo, un pequeño canto rodado había llamado su atención así que lo cogió con la mano.

- ¿Este verano? Um... supongo que volveré a casa de mis padres. -"Como siempre", pensó mientras lanzaba la piedra hacia el lago seguido de un suspiro, deseaba visitar a su familia de Alemania, tenía mucha curiosidad por ellos, pero sus padres se lo tenían prohibido, dado que muchos de sus compañeros de apellido eran unos obsesos de la sangre limpia y las artes oscuras, "Ese tipo de gente", solían llamarlos.

- Vaya, ¿ni siquiera te avisó? -Soltó un leve silbido de admiración- Eso ya es más bien una broma pesada, ¿no? -Sonrió ante la idea, la verdad es que todavía no había tenido ocasión de ver ninguna desde su llegada.

La luz le dio de lleno al girar la vista para ver dónde había caído su piedra, así que tuvo que parpadear varias veces antes de contestar.

"Australia", pensó, "tiene que ser bonito".

- Mis padres son alemanes, ambos estudiaron en Durmstrang pero nos mudamos aquí muy pronto, hace ya... -Se quedó pensativa durante unos segundos- 11 años, cuando yo tenía 5, motivos familiares. -Rió ante como sonaba aquello- La pura verdad es que mis padres no se llevan bien con el resto de la familia, ya sabes, los llaman "traidores a la sangre" y esas cosas.