Arácnida Escapada [Paulette]

Esa mañana me desperté con ánimo. Sentí una menuda, pero significativa huella de felicidad en m corazón que me pedía más dicha para continuar sintiéndome así. Agradecí el apoyo de Susan al enviar mi carta a papá soriendo para mis adentros,porque había hecho más liviana mi carga y podía respirar con mayor libertad.

Suspiré profundamente antes de levantarme de un brinco del sillón en la torre de Ravenclaw y depositar el desno, pero interesante tomo de Historia de la Magia en su lugar. Debía aprovechar mi buen humor en cosas totalmente fuera de la rutina si es que quería sacarle el máximo partido. Ya tenía una actividad en mente: salir a buscar criaturas mágicas.

Bajé rápido por las escaleras de la torre y pasé como una sambro imperceptible por los pasillos. No quería que nada me distrajera hasta llegar a las suaves lomas delos jardines, esos que estaban justo antes de ingresar al bosque prohibido. ¿Por qué a ese lugar? Primeor proque no quería meterme en problemas ingresando al bosque únicamente para divertirme y segundo porque en las afuera de ese restringido lugar, pasaban criaturas menores que no dejaban de alimentar mi curiosidad. Era un Ravenclaw después de todo y tenía que aprender, ¿no?

Fue ahí cuando divisé un recorrido casi nimio de acromántulas diminutas.

—"Son demasiado jóvenes como para hacerme daño" —pensé antes de decidirme a actuar— "Ni siquiera están lo suficientemente maduras como para hablar. No pasa nada si me acerco"

Con ese pensamiento tomé a la acromántula bebé que me parecía más confiable en mis manos, sosteniéndola desde su lomo, inmovilizándola. La examiné por completo, desde sus costados hasta esos colmillos que daban risa. Tal vez no era un ejemplar perfecto, pero sí formidable.
—¿Te llevo conmigo, preciosa? —pregunté infantilmente al insecto, sabiendo que en realidad estaba hablando conmigo mismo.

Pensé en silencio. Si la llevaba al castillo, podría ganarme más de un castigo, pero ¿quién tenía que enterarse? Mi padre me daría consejos para su alimentación y cuidado y todos felices... ¿no?

Desde el momento en que sentí su mano impactando mi rostro como si hubiese querido quemarme con su tacto, no escuché más sus palabras. Mi mente me programó en los siguientes dos minutos a examinar su rostro, esa cara llena de facciones que demostraban ira y cierto dolor. Dolor por ver herida su vanidad, ese orgullo que activava la furia en su sangre y hacía que me viese de esa manera tan poco humana, casi bestial. No había empatía en esos ojos oscuros ni siquiera por ser ambos seres humanos y realmente vi que para que alguien fuera así, debía estar ocurriendo algo muy serio dentro de ella.

Obviamente yo no tenía idea de su historia y pensé que debía ser mucho más dura que la mía para perder el control de esa manera, esa forma en la que su alcurnia desaparecía para dar paso a una figura que sólo quería desquitarse.

No se parecía a los demás Slytherin en ese sentido. Los que había conocido como Donatella y Alexander también me detestaban y me lo hacían saber, pero jamás perdían su compostura ni su distinción que delataba que eran de las más prestigiosas familias, dignas de una corte de la alta sociedad. Sin embargo, a quien veía frente a mí era completamente impulsiva.

Pronto muy poco me importó lo que ella hiciera, porque algo me decía que su ira no iba directamente contra mí, sino contra su historia. Frente a lo que debía haber vivido para ser así, ¿quién era yo para juzgar? Claramente no me correspondía. Ella podía estar insultándome o golpeándome, pero conductas así yo sabía que no podían ser hechas a propósito por alguien sano. Si tanta rabia le había dado, era porque iba en contra de su vanidad. La vanidad parecía ser su máxima defensa.

—Deberías ir a acusarme pronto. En un rato más es la hora de almuerzo —dije tranquilamente acomodando un mechón que ella había desordenado— Mi nombre es Hydrus Pegasus. Diles lo que acabas de ver.

La verdad no me interesaba si lo hacía o no, ya que podía ir a clases de pociones con la acromántula y examinarla allá hasta que fuera adulta. No me pondrían problemas si era con esos fines. Sí, era cierto que yo la quería también para examinar sus propiedades también cuando fuese madura, pero peor era nada. Tendría que conformarme.

Mi preocupación no era la acromántula en ese momento, sino que esa chica de Slytherin. Simplemente por una convicción que siempre había creído: "La ira es una tristeza que se volvió loca"

—Te deseo lo mejor, no importa cómo seas —pronuncié mientras el rojo de mi mejilla desaparecía.

Me giré y comencé a caminar hacia el castillo. Yo no podía borrar su pasado y tampoco haría el rol de masoquista esperando que me golpeara nuevamente. Lo más sano sería irme.

Ella me seguía. No tenía entendido por qué, considerando que hacía sólo unos instantes me hubiese querido apartar para siempre de su vida con la muerte, si no tuviese sanción. En su mundo racista le darían hasta una medalla por el hecho de agredirme, pero a la vez le reprocharían el no hacerlo con magia.

Me volteé cuando sentí su voz en mis espaldas nuevamente, pero esta vez estaba calmada. ¿Tenía algún síntoma de bipolaridad o algo así? En definitiva necesitaba un orden. Yo no era el mejor ejemplo ni un exponente de ellos, pero eso no quería decir que no pudiese identificar una mente enredada en sí misma. No eran los sentimientos de ira u orgullo en sí los que la volvían así, sino facilidad para perder el norte. Recordaba un libro de anatomía humana en la que salía que los asesinos que mataban por impulso, tenían una capa muy débil que recubriera los deseos de asesinar que tenía todo el mundo, pero que eran reprimidos por esa barrera. Yo la creía muy capaz de ello.

—No tengo que ser el mejor para desearte bienestar. ¿Es eso lo que te preocupa, determinar quién es el mejor —le pregunté consternado— Y yo que estaba intranquilo por cómo te sentías por dentro.

La Acromántula que mantenía guarecida dentro de mi bolso comenzó a inquietarse, vibrando como la cola de una cascabel. Entonces no supe quién tenía más apariencia de serpiente; si mi acromántula o esa joven. Ahora ella intentaba seducir mi curiosidad haciéndome expectativas acerca de ayudarme con su testimonio, pero no podía aceptarlo. Suspiré antes de darle una explicación al respecto.

—Sería una información valiosa la que podrías entregarme, pero no la quiero. A costa de sufrimiento ajeno, prefiero no recibirlo —admití con sinceridad, aunque sabía que varios magos científicos del mundo lo hubieran aceptado. Eso era lo que me diferenciaba: yo controlaba mis metas, no ellas a mí— Sé que ese episodio de rabia que te dio proviene de ahí, de esos recuerdos, pero no haría que lo revivieras. Puede que creas que están dominados, pero el que me hayas abofeteado por un arranque que tuviste me dice lo contrario.

Y eso era lo que la hacía diferente de los demás Slytherin, que ella no tenía control sobre ella misma, aunque lo disfrazara de frialdad y preocupaciones superfluas. Siempre escapaba de alguna manera ese cabo suelto que se intenta ignorar.

No conocía su nombre, pero podía ser que yo fuera testigo de algo que muy pocos habían visto. ¿Podía decirse que en esencia la conocía más que sus supuestas amistades?