Contemplando el atardecer [Libre]

Volví a negar con mi cabeza, pero al escuchar que traía el conjuro puesto, me quedé un poco más tranquila. Volví a preguntar algo, pero esta vez, pude captarlo más rápido...

—No —carraspeé un poco—. Prefiero quedarme aquí a que me vean en estas condiciones.

Me acerqué al árbol más cercano y me senté. Me acurruqué, agarrando mis rodillas con mis manos y recargando mi cabeza entre mis rodillas.

—¿Que pensarías si una persona empezará a llorar de la nada? —murmuré y me reí sin humor al escuchar su pregunta.

Ahora estaba debatiéndome entre contarle o no... Era demasiado duro y personal, pero... ya había llorado en frente de él. Era lógico que le contará... Me sentía algo comprometida. Quería desahogarme, pero... para eso tendría que volver a llorar... No quería que me viera débil.

—¿Quieres... que te explique porque lloré...? —pregunté y suspiré.

Asentí y caminé junto a ella, sentándome a su lado y frenándome a mí mismo cuando tuve el impulso de pasar mi brazo por su cuello de nuevo. Basta Teo, no parece gustarle ese tipo de contacto, no hagas que se ponga incómoda. Pero... quedarme así, sin hacer nada, me sentaba amargo.

-Pues... que algo te sucede. No lo veas como una muestra de debilidad, por lo menos yo no lo veo así. Si quieres llorar, puedes hacerlo frente a mí, no se lo diré a nadie, obvio -le sonreí, y acaricié su mano por un par de segundos con mi pulgar e índice derechos -. Eso lo decides tú. Hay cosas que son personales, pero también hay veces que sientes la necesidad de descargarte con alguien. Para que te quedes tranquila, puedes confiar en mí, y te escucharé con gusto -le dije, mirando sus ojos, para que viera que no le mentía.

Lo escuché atento, pero... no pensaba lo mismo que él.

—Mi orgullo no me permite llorar. Siempre he pensado que es para débiles... —respiré y mi nariz sonó. Mis mejillas se sonrojaron muy fuerte—. Es por eso que no me gusta llorar —señalé a mi nariz y me reí un poco.

Sentí que Teo me acariciaba la mano con sus dedos. Sonreí un poco y agarré su mano y le di un leve apretón. Lo miré a los ojos con convicción. Estaba decidida a contarle. Después de lo que había dicho me sentí más segura y el tenía razón. Había ocultado este secreto durante mi estancia aquí en Hogwarts que en verdad tenía que desahogarme con alguien de confianza.

Baje mi mirada y respiré profundamente. Había llegado la hora.

—Yo no... —volví a respirar—. Yo no... odio a los muggles como otros Slytherins... o como mi familia. O al menos, no a uno... Se llamaba Andrew Summers, o llama, la verdad no se que paso con él después de eso... El vivía cerca de donde estaba nuestra casa. Mis padres... bueno... no eran muy amigables con él debido a que era muggle. Yo también era así —volví a respirar y esta vez los recuerdos aparecieron en mi mente—. Estaba en el algo cerca de mi casa, tratando de hacer mi primer acto con la magia. No parecía dar mucho resultado porque tarde como media hora intentando.... Me desesperé mucho y empezaba a temer que yo fuese una squib y que sería desheredada. Entonces me enojé y por accidente hice que a una flor se le prendieran llamas. Me emocioné mucho y empecé a brincar. De pronto, el señor Andrew apareció de la nada y me preguntó como lo había hecho. Me sorprendí tanto al verlo ahí que me caí al lago.

»Fue de verdad horrible. Pensé que me iba a morir ahí. A penas tenía ocho años y pronto cumpliría nueve... pero él me salvo. Desde entonces nos amigamos... No le tuve que explicar sobre el pequeño incendio porque el ya sabía. Su primo también era mago y el se lo había confiado. No sé como paso, Teo, pero me encariñe mucho con él... A veces pienso que fue mi primer amor... no lo se... —sonreí con nostalgia—. Fue divertido pasar el tiempo con él —mientras avanzaba con el relato, mi sonrisa nostálgica se volvió amarga. Había llegado la hora—. Hasta que ellos llegaron y lo torturaron con él Crucio. Fue horrible por que... —mi voz se quebró y más lágrimas salieron de mis ojos—, porque yo vi como lo hicieron, Teo. ¡Yo lo vi...! —agaché mi cabeza y esperé unos momentos... tenía que terminar la historia—. Estaba escondida entre los árboles y veía todo, escuchaba todo. Esos hombres eran mortifagos, compañeros de mi padre. No sé qué pasó y porque lo torturaron. Solo sé que ese mismo día, en la cena, mi padre dijo lo que habían hecho sus amigos y como había terminado él... —miré a los ojos a Teo y sonreí con tristeza. Sentí como una lágrima se resbaló por mi mejilla—. Termino en un lugar como San Mungo... terminó no sabiendo nada entre la realidad y la fantasía... Y estoy segura de que también olvido quién era yo…

Inhalé para contenerme, pero no pude. Empecé a llorar nuevamente. Me costaba un poco respirar y empecé a dar leves hipidos. Escondí mi cara entre mis piernas y esperé la respuesta o la reacción de Teo.

—Era tan joven… apenas tenía diecisiete años…

Sonreí por toda respuesta y dejé que comenzara su relato, sin soltar su mano, la cual apreté en distintas partes del relato. En cierta forma, no era distinto a lo que había pasado entre con Teffy y conmigo. Aunque peor en que su padre había estado involucrado... pero no tenían la relación que yo llevaba con Teffy. Aun así, son cosas que trauman y mucho. Escuché la primera parte, sonriendo a su par cuando llegó a la parte del Lago, aunque su sonrisa fuera de nostalgia, se veía en sus ojos lo feliz que había sido al lado de ese muchacho.

El cambio en ella fue notorio cuando contó el ataque al muchacho. Apreté su mano, en señal de apoyo. Estaba mudo, absorto y sintiendo su tristeza como propia, cosa que solía pasarme. Miré sus ojos, hinchados por las lágrimas y dejando ver hasta qué punto la había afectado aquello. Pasé mi brazo por su espalda cuando se escondió en sus piernas, en un vago intento de hacerle saber que estaba allí para ella, que no estaba sola.

Mi voz sonó ronca cuando hablé, me había sentido identificado en cierto punto con ella. Era una historia terrible, triste y que mostraba como la felicidad se podía evaporar en un segundo.

-Es terrible... pero si te sirve, no creo que se olvide de ti, por lo que me cuentes eran muy importante el uno para el otro... esas cosas no se olvidan -intenté sonreír, aunque con poco éxito -. Pero desahógate, y gracias por confiar en mí. Llorar no es algo vergonzoso, llorar es la manera mas sana de descubrirte a ti misma porque no te estas reprimiendo nada. Cada vez que sientas la necesidad de llorar, hazlo... sola, acompañada, como prefieras. Pero no huyas de las lágrimas... es huir del duelo, y es cagar eternamente con el trauma en los hombros. Te lo digo por experiencia... yo ya he llorado mucho una persona, y ayuda.

Teo pasó un brazo por mi espalda mientras seguía llorando. Era de verdad doloroso volver a recordarlo, hacía tiempo que ya no lo hacía... Pero a la vez fue placentero. Al relatar la historia sentía como se estrujaba mi corazón, iba a explotar. Al final, sentí como un peso se me quitaba de encima. Aún así no dejaba de llorar, todos estos cuatro años de sufrimiento habían sido encerrados y cubiertos de sonrisas; era hora de desahogarme y llorar.

—No se lo había dicho a nadie, ni siquiera a mi familia... Aunque supongo que ya saben —solté una risa amarga y negué con la cabeza—. No..., lo dejaron muy mal. Él no recuerda nada... —solté un suspiro y me empecé a reír y sentí mi nariz tapada. Había recordado algo—. El era mu gracioso, siempre lo molestaba porque le decía señor... y solo tenía diecisiete años... Mis padres me habían enseñado a llamar señor a los que eran mayor de edad y como él tenía la mayoría de edad en el mundo mágico... —me empecé a reír por lo bajo y cerré los ojos.

Me quedé pensando en los muchos recuerdos que el Sr. Andrew y yo teníamos. Eran tan lindos, sin embargo, muchos ya se estaban volviendo borrosos. Me frustraba demasiado... Necesitaba un Pensadero antes de que estos desaparecieran.

—Lo siento mucho por esa persona, Teo —volteé a verlo y le sonreí triste.

-Has hecho bien en contarme, entonces. Este tipo de cosas no es bueno guardárselas... compartidas, las penas disminuyen -contesté, y medité sobre sus palabras -. Permíteme insistir, porque aún en el fondo de su cerebro, estoy seguro que él no te ha olvidado, y no lo hará jamás -sin tener ningún argumento fuerte para afirmar esto, me animé a hacerlo.

Sonreí con ella, aunque sea una sonrisa amarga y triste. Se notaba lo feliz que había sido a su lado. Este era el tipo de cosas que dejan marca y tanto lastiman... y lo que más molesta es que son fáciles de evitar, no son males para nada necesario. Y uno siempre se pone a pensar como hubiesen sido las cosas si eso no hubiese pasado... y eso también estaba mal, no hay que buscar consuelo en esas cosas. El consuelo había que buscarlo en la realidad. Si no se presenta por sí mismo, buscarlo hasta hallarlo. Pero no caerse.

-Yo lo siento por él y por ti -le dije, acariciando tiernamente su mejilla. Dejé que llorara y se descargara a su gusto, lo necesitaba.

—Gracias...

Asentí levemente y volví a s suspirar. ¿Cuantas veces llevaba ya...? Era difícil saberlo cuando tenías en mente demasiadas imagenes de un pasado que no regresaría. El señor Andrew y yo habíamos compartido tantas memorias, todas felices y hermosas. Con él siempre me divertía y mis días aburridos en mi mansión ya no eran grises.

Acarició mi mejilla y le sonreí. Volví a suspirar, esta vez para no dejar que más lágrimas salieran. No era bueno llorar tanto, a pesar de querer hacerlo. Tampoo quería aburrir a Teo con mis lamentos.

Las palabras de Teo me alegraban. Tal vez tenía razón... Pero la cara de mi padre aparecía diciendome lo que a él le había pasado. También la cara tan reciente de hace tres años diciendome que seguía igual. Era tan horrible no poder creerlo.

—A veces pienso si el de verdad me quiere... —comenté y después recordé que Teo no podía leer mi mente—. Me refiero a mi padre. Verás, lo amo demasiado, le tengo cariño y respeto, pero a veces hace cosas que me hacen preguntarme si él en verdad me quiere.