Para salir del Castillo [Libre]

Hogsmeade nunca me había gustado mucho. Me parecía que se juntaba demasiada gente de todo tipo y que no podía estar seguro sobre qué clase de personas estaban tratando contigo. Sin embargo, había ocasiones en que necesitaba descansar del castillo y de los cruces con los mismos rostros de siempre que muchas veces parecían pinturas, porque se movían, pero eran más de la aburrida monotonía. Demasiada quietud para mí.

Por razones como esa quise ir a Hogsmeade, aunque no tenía interés alguno en vitrinear en esas tiendas tan rústicas y con tan pocos artículos de mi interés. Lo que realmente quería hacer allí era dar un buen paseo por la plaza y disfrutar de su paz, lejos del alboroto que significaba el creciente comercio de la zona provocado en gran parte por el turismo y los estudiantes.

No compartía esas actividades tan derrochadoras como comprar dulces que no les aportarían nada más que la efímera ilusión de sentir el sabor del azúcar por unos instantes. Ni siquiera les aportarían nutricionalmente.

Creí que había paseado lo suficiente y finalmente me senté en una banca aspirando el aire helado.

Saqué un libro de mi túnica que me había regalado mi abuela Calpurnia. Era una novela de dos poderosos amantes que vivían en las colinas de mi natal Florencia. Dos magos poderosos que luchaban contra toda clase de criaturas y una vez que ambos habían acabado con todo, se iban a vivir al castillo de uno de los gigantes a los que habían derrotado.

"Mi libro favorito" pensé "Nada de muggles ni sangres sucias. Sólo el encanto de nuestro mundo en su estado puro"

Estaba sumamente interesada en mi lectura cuando sentí una mirada cerca mío. Volteé mi vista y encontré a un negro felino observándome con curiosidad.

"No tengo comida" le dije como si me entendiera, pero no se iba "Anda, vete a casa con tu amo"

Sus ojos brillaron con intensidad. Era gracioso ese felino, pues no hablaba, pero se expresaba mucho mejor que varios que sí podían hablar.

"No tienes amo, ¿verdad?"

Con eso bajé mi libro y el minino se puso en mi regazo buscando calor. Jamás había tenido animales de niña, pero este no parecía fastidioso como consideraba a las chillonas lechuzas, húmedos sapos y apestosas ratas, por lo que acaricié su lomo pausadamente haciéndole ver que no me molestaba su compañía. No tardé en escuchar un ronroneo de su parte y yo, sin quererlo, esbocé una sonrisa mientras miraba hacia el suelo para ocultarla.

Estaba listo para comenzar mi año en Hogwarts, o eso creía. En Durmstrang las cosas habían sido muy diferentes, considerando que no existía una pluma mágica que enviara a todos ser humano con poderes mágicos una invitación formal para formar parte de su establecimiento. Conviviría con magos de toda clase. Este cambio podría cambiar mi vida estudiantil, pero no mis costumbres e ideales. Pronto comenzarían las clases y prefería pensar en lo que ganaría en lugar de lo que perdería. Conocería gente de la casa en donde aprendieron todo mis padres y abuelos. Si ellos se convirtieron en grandes magos.

No obstante, el castillo no me dejaba con una sensación agradable. Sentía que me quedaba demasiado pequeño como para empezar mi estadía allí, razón por la cual no soporté pasar mucho tiempo allí y apenas desempaqué mi equipaje con un rápido movimiento de varita, tomé unos cuantos galeones y salí a descubrir Hogsmeade, un pueblo conocido por los que habitaban el colegio, pues estaba bastante cerca. No confiaba mucho en que me gustaría, pero era mejor que quedarse encerrado en un frío edificio.

Y vi... ¿qué fue lo que vi? Aún no lo sé con exactitud, sólo sé que más que un pueblo residencial, parecía un mercado comercial con un montón de mancebos que caían fácilmente en las redes de los sedientos comerciantes sin siquiera sospechar que sus compras no habían sido inteligentes.

Olí el aire cerrando mis ojos, procesando el ambiente a mi alrededor.

El dulce olor de un tonto con dinero susurré al viento sinriendo con sarcasmo.

Había visto demasiado de todo eso. Cansado ya de ver a tantos novatos, quise más calma y cambié mi dirección hacia el único lugar que me faltaba recorrer, la plaza. Caminaría por allí tal y como lo hacía con mi hermana pequeña en Noruega cuando éramos niños, sólo que esta vez iría solo.

Llamó mi atención una felina criatura que vi correr hasta trepar una banca en donde se encontraba una singular muchacha. Estaba leyendo cuando el gato negro subió con ella y la miró con la curiosidad típica de su especie. Cuando la chica comenzó a acariciarlo fue entonces cuando la miré con más detenimiento. Sus ropas eran elegantes y finas y su rostro de facciones muy femeninas. Era como si todo en ella fuera una invitación. No sé por cuánto tiempo lo hice, pero ahí me qudé contemplando cómo la joven mimaba al animal.

Pensé que la plaza estaba tan desierta comolas aulas en el colegio, pero estaba equivocada. Sentía la tibia melena del gato negro que se había acercado a mí cuando tuve la sensación de estar siendo observada. Era intenso y no estaba lejos. Levanté lentamente la vista, casi tímidamente y vi que un muchacho me miraba fijamente como si estuviera observando un espectáculo callejero, pero solo estaba yo.

Miré hacia atrás por si buscaba la mirada de otra persona, pero nada. Era a mí y al felino que acababa de acomodarse en mi regazo. Tal vez...

"Disculpa" lo llamé para que se acercara "¿Es esta tu mascota? Si te pertenece lo lamento, vino solo y..."

Suspiré interrumpiéndome a mí misma. No le estaba dando ninguna información útil. Sus facciones se mantenían intactas y no podía predecir cuál sería su siguiente paso. Por primera vez en mucho tiempo me sentí intimidada y no yo como la que intimidaba.

Me acerqué a la bella dama pelirroja que estaba sentada en la banca como ella lo había solicitado. Sus ojos moestraban un sentimiento extraño de haber sido atrapada con las manos en la masa. Seguramente era porque pensaba que ese gato era mío y no quería parecer como si lo hubiera estado raptando o algo por el estilo.
Sus labios se trabaron cuando intentó explicarme algo de lo que no había necesidad de decir nada y fue ahí cuando le hablé.
Descuida. Puedes acariciarlo tranquila, que yo no soy el dueño del gato le hablé colocando una mano en mi pecho. Creo que le agradaste y por eso se ha acercado a ti.Miré a la chica al rostro y fue ahí cuando noté sus impactantes ojos verdes, de un color tan fuerte que pensé que combinarían perfectamente con la sala común de Slytherin. ¿Sería ella de mi casa?
Por cierto, soy Lucan Spungen. Slytherin me presenté ¿Podría saber cuál es tu nombre?
Yo tenía un detector especial en mi cabeza que me decía quiénes eran de sangre sucia y quienes no lo eran. Mi olfato especial me decía que ella estaba lejos de ser una impura, pues su sola presencia inspiraba respeto, incluso en mí.

Me sorprendió lo educado y caballeroso que era ese muchacho. Se había presentado y ahora preguntaba por mi nombre. Me avergonzaba por no haberlo hecho yo antes y agradecía que él mismo lo hiciera sin tono alguno de estar reprochándome nada, casi como si me tuviera paciencia.

"Por supuesto, soy Donatella Serantoni" me presenté cordialmente mientras el felino nos observaba a ambos "Lamento no haberme presentado antes. Estaba pendiente del gato"

El mismo gato negro que se había estado frotando contra mí buscando afecto, había bajado de mis faldas y había ido a parar junto a Lucan. También estaba buscando el calor de él. Sonreí disimuladamente ante esto, ya que no sabía si lo ofendería el hecho de que yo me riera con tan divertida y a la vez tierna escena.

Vaya, una italiana pensé con dicha.
El gato que nos había observado con sus ojos resplandecientes ahora me miraba sólo a mí y se empeñaba en que lo acariciara como lo había hecho Donatella. Ella observaba encantada la escena, casi como si la divirtiera y le di en el gusto pasando mi mano sobre el lomo del felino que ronroneó agradado y ahí fue cuando escuché la risa de la chica sentada en la banca.
Fue entonces cuando la miré más de cerca. Era pelirroja, de esbelta figura y ojos aún más hipnotizantes que las de las serpientes. Ese verde esmeralda me mantenía pendiente de su mirada. En resumen la chica era preciosa y torcí una sonrisa en mi cara delatando mis pensamientos.
Había escuchado rumores de la belleza de las italianas le hablé hincándome frente a ella.
Tomé una de sus manos con caballerosidad para continuar.
Debo decir que esta vez lo rumores eran ciertos, señorita Serantoni dije besando su mano.

Lucan había captado mi atención. Era caballeroso y tenía modales, lo demostraba al besar mi mano como modo de aprecio y de gusto por estar junto a él. Quizás no sería una mala idea ampliar mis círculos e incluirlo a él. Después de todo, era alguien que sabía cómo comportarse con alguien como yo. Sólo tenía que averiguar si también compartía mis ideales, pero de eso me encargaba yo.

"Debes ser de Slytherin, mi casa. Pareces tener todas las cualidades" dije con orgullo al pronunciar el nombre de lo que había creado Salazar

Él asintió ante mi afirmación. No había fallado en mis aseveraciones.

"¿Sabes? Me he aburrido de estar sentada en esta banca" dije levantándome y cargando al gato negro en mis brazos "¿Gustarías dar una caminata conmigo?"

Era bueno pasear por la plaza tomada del brazo con alguien como Lucan, quien sabía de las familias importantes de Italia y sus alrededores. Su apellido también me sonaba familiar. Debía ser porque lo más probable era que nuestros familiares se conocieran de algún lado, más bien en el ámbito de los negocios.
"Mi padre es Piero Serantoni. Él tiene plantaciones de belladonas. Seguramente de ahí debes haber escuchado nuestro apellido"
El gato que cargaba en brazos se había dormido con la caminata que estbábamos dando. Se veía angelical, como si se sintiera a salvo cerca nuestro.
"Mira" le dije a Lucan "Ya se ha dormido. Debe ser por escuchar nuestras voces. Sé que les agrada escuchar hablar a los humanos y que con eso se relajan"
No sabía por qué estaba diciendo esas cosas tan poco comunes en mí, pues no solía compartir detalles tan nimios como esos, pero Lucan me inspiraba esa confianza, porque percibía que era muy parecido a mí.

Sonreí con aprobación cuando escuché que el padre de Donatella tenía plantaciones de belladonas.

Una buena e inteligente inversión de parte de tu padre, debo decir. Son indispensables para muchas pociones y la gente requiere de ellas a menudo.

No había duda de que Donatella era de buena familia, al igual que la mía y por eso habíamos oído hablar de los apellidos del otro.

Eché un vistazo al gato que repentinamente se había dormido en su regazo. No lo culpaba en lo absoluto, ya que me imaginaba que sería reconfortante dormir en los delicados y femeninos brazos de Donatella. Sacudí mi cabeza ante este pensamiento, pero no podía evitarlo tampoco. Donatella era una hermosa dama, de buena familia y muy parecida a mí en mi manera de pensar.

Se habrá dormido con tu voz opiné Cuando tú hablas es como si hilaras seda.

Antes el minino había estado sumamente inquieto mientras buscaba afecto en brazos extraños como los míos y los de Lucan, pero esa hiperactividad se había ido con nuestras voces. Lucan decía que era por mi voz y que era tan delicada como hilar seda. Tenía que reconocer que tenía frases muy caballerosas y refinadas, que ninguna mujer podría decir que estaba siendo grosero.

"Eres muy gentil" agradecí sus cumplidos "¿Seguro que no te conozco de algún lado? Alguien como tú encajaría muy bien en las cortes de Florencia, Italia. Es más, creo que a mi padre le encataría hablar contigo de negocios considerando que sabes mucho del tema"

Me aferré un poco más al brazo de Lucan cuando sentí una ventisca colarse por mi abrigo. Esperaba que no le pareciera un atrevimiento mi sutil acercamiento.

Me hubiese gustado conocerla de algún otro lado, así hubiera tenido una compañía grata antes de entrar a Hogwarts que me instruyera acerca de la diversidad de brujas y magos que rondaban por los pasillos, pero no era así. Lo que había sabido de Donatella antes de entrar a este colegio había sido su apellido.
Hubiera deseado que nos encontrásemos en uno de nuestros viajes familiares. De hecho fuimos a Florencia el año pasado, pero fue por un rato muy corto y si te hubiera visto en alguna parte, de seguro me habría acordado.
Agradecí a la naturaleza por esa ventisca que logró adentrarse dentro de la ropa de Donatella para hacerla temblar, pues logró que se acercara más a mí casi abrazando mi brazo. Así pude inhalar el aire alrededor de su cuello.
Hueles a jazmines dije sin soltarla Curioso, considerando que no es su estación.
No sabía qué era lo que eso causaría en ella, pero quería averiguarlo. Ella era como un laberinto, todo un acertijo, pero tenía la certeza de que si podía ver que éramos parecidos, el secreto de ese enigma sería compartido por los dos.

Para mi gusto, Luzan no pareció sentirse incómodo con mi cercanía como había pensado al principio, sino que todo lo contrario, ya que sentí que su nariz se acercaba a mi piel e inhalaba mi fragancia. No sabía cómo reaccionar, pues no estaba acostumbrada a esos contactos ni que se acercaran de esa manera a mí, pero sentía que con él podía hacer ceder mi armadura por el momento.

"Es el aroma de mi habitación en Italia" dije recordando esas mañanas en que los elfos corrían a lustrar mis botas "Me fui un día de casa para venir al colegio y desde ese entonces el olor no ha cambiado"

Estoy segura de que una expresión nostálgica llenó mis ojos y tuve que mirar hacia abajo para que Lucan no se diera cuenta de mi debilidad y esa era mi tierra. Me habían arrebatado de mi hogar cuando era una recién nacida y volví cuando era una niña mayor. Por eso el separarme de los montes que me habían visto nacer era complicado para mí, aunque estuviera acostumbrada. Aquello no implicaba que me gustara.

"Disculpa"

Donatella había intentado por todos los medios que no notara su pena, pero para alguien perceptivo como yo eso no iba a ser posible. No era común en mí mostrar apoyo a alguien, pero me sentía identificado con ella. Al igual que la Italiana que se aferraba a mi brazo mientras paseábamos por la plaza, sentía la falta de mi familia, quienes eran la única prueba viviente que teníamos para creer que el mundo no estaba tan podrido como pensábamos. Ellos eran la excepción. Sentí entonces el irrefrenable deseo de consolarla y detuve nuestra caminata un momento. Al principio ella me miró extraña, pues no entendí mi comportamiento, pero yo haría que comprendiera mi manera de ser.
No hagas eso, no te disculpes.
La miré directamente a los ojos y le hablé con suavidad, como si le estuviera hablando a un ángel.
Mira al gato que tienes durmiendo en tus brazos. Él llegó a ti agitado, quería sentirse protegido y contigo ha hallado un refugio estando lejos de casa inhalé profundamente pensando en que tal vez más tarde me arrepentiría de lo que estaba a punto de decir, pero era más probable que me arrepintiera de no decirlo Si tú lo quisieras, yo podría ser un refugio para ti también estando apartada de Florencia.

Odiaba que se compadecieran de mí, pero en el fondo de mi corazón sentía que Lucan no me estaba teniendo lástima ni mucho menos, sino que al contrario, él se ponía a mi altura y quedábamos como iguales para tratarnos con mayor confianza. La gente de nuestra casa no solía compartir esas cosas, pero estábamos nosotros dos en la palza, nadie más. Podía quedar entre nosotros.

"Y tú puedes refugiarte en mí, mientras añoras Noruega" le hice saber.

Pronto me percibí que su mirada no se apartaba de la mía. Era curioso. Muy pocas personas sostenían su mirada con la ía como lo estaba haciendo Lucan. No se sentía intimidado por mí como se sentían muchos otros que bajaban la vista. Era como si él buscara la mía. Una nueva sensación invadía mis sentidos, una que me indicaba que estaba en mi medio, con mi gente. Lucan era de "los míos".

Agradecía que el frío hubiera hecho que los demás transeúntes se hubieran marchado para que estuviéramos sólo nosotros dos en la plaza. Si un mago, bruja o animal se hubiera acercado a mí a preguntarme por la hora o cualquier otro vano asunto, mis poderes hubieran actuado por su cuenta para carbonizar al atrevido. Estaba muy concentrado en los verdes ojos de Donatella.
Desgraciadamente, el maullido del felino que cargaban sus brazos hizo que tanto ella como yo viésemos al peludo animal. Pude notar que se había encariñado con nosotros, aunque más con Donatella y no creía que ella fuera a dejarlo ir después de lo que le había dicho, por lo que quise simpatizar con la idea de lo que vendría.
¿Cómo piensas ponerle?
Donatella me vio sin entender.
Es obvio que no se irá aunque lo espantes, así que querrás ponerle un nombre.

Lucan tenía razón. Habiendo acogido a aquel callejero animal, me sería imposible hacer como si no lo hubiera cargado en brazos, cobijándolo del frío. Me recordaba a mí cuando era una niña, ya que me habían apartado de mis padres y cuando por fin lo había recuperado, ya no quería que me volvieran a dejar, a apartar de un lugar tan acogedor como el seno de mi familia. ¿Cómo podría yo hacer lo mismo con ese gato?

No tenía un pelaje descuidado, por lo que deduje que había tenido dueño con anterioridad. Me fijé en sus virtudes y noté su fina contextura y brillantes ojos. No era un ejemplar mal parecido.

"¿Por qué no podría yo ser su dueña? pensé.

Ya estaba decidido que sería su ama, por lo que venía el drama de escoger un buen nombre. Yo no me caracterizaba porser creativa, sino por seguir lo que decían los libros al pié de la letra, así que miré a Lucan con esperanzas de que me ayudara en ese asunto.

"Sospecho que tienes más ideas que yo para esto" le sonreí.

Se notaba que era un hombre de mundo. La diferencia que teníamos era que lucía mucho más paciente que yo.

Veía que le aproblemaba elegir un nombre y la verdad me lo esperaba. Sus intensos ojos de color esmeralda me decían que era una persona muy racional, que difícilmente se dejaba llevar por sus sentimientos y por eso comprendí que no pudiera entregarse a la musa de la creatividad. Era algo que la diferenciaba de mí, ya que yo poseía esa cualidad de poder fluir con el arte, pues no bloqueaba mis pensamientos a nadie, pero tampoco nos confrontábamos con esas diferencias. Podríamos ser un buen complemento, algo así como un equipo.

Sospechas bien, Donatella pronuncié su nombre como si fuera anís entre mis labios.

Con el permiso de la bella chica con la que caminaba alcé al felino y lo puse en alto para examinarlo. No sentía miedo ni miraba hacia los alrededores, sino que me miraba fijamente como si supiera lo que estuviera haciendo. Era un animal con carácter, al igual que su nueva dueña y también tenía en cuenta de que los gatos eran animales muy distinguidos con la forma de desplazarse que tenían.

Podría hacer una sugerencia incliné mi cabeza con respeto a quien consideraba mi igual Dagonet evoca valentía, pero también entretención. Supongo que es bueno que no se deje intimidar por nada ni nadie, pero también que haga feliz a su dueña.

Escuché el nombre que me propuso Lucan y me interné dentro de mí nuevamente. Mis instintos me decían que ese nombre lo había elegido con dedicación y no sólo para quedar bien conmigo. Sus ojos me decían que no necesitaba hacer nada en específico para quedar bien con alguien. Su sola presencia ya inspiraba respeto, un respeto que me estaba entregando y que yo le devolvería con el mismo ahínco.

"Dagonet es perfecto" concluí acurrucando nuevamente a mi más reciente mascota entre mis brazos.

Quería que fuera valiente y sí, también deseaba que pudiera ser feliz dentro de los tiempos difíciles que mi piel erizada avisaba que venían. Suspiré aliviada al pensar que gente como Lucan y yo estaríamos más a salvo que el resto de los magos, pues nuestro estatus de sangre pura y lealtad hacia la misma nos daban un lugar que no tenía el resto de los magos que conservaba esa idea de aceptar a los nacidos de muggles.

No sé si Donatella se daba cuenta de la imagen adorable que estaba exhibiendo con la imagen de un gato en brazos y una sonrisa adornando su rostro. Dudaba que se percatara de ello, porque si lo hiciera lo más probable sería que buscaría la forma de no verse así, así de... indefensa. Era como ver a un cocodrilo ceder su armadura por unos momentos como en el apareamiento y lograr ver en sus ojos un vestigio de luz. En esa leve luminosidad percibí... ¿tenura? No sabía si era la palabra, pero era algo divino.

Mi mano cobró vida propia y acarició una gélida mejilla de Donatella, comprobando que su piel era más suave que la seda que me abrigaba cada noche en mi habitación, cuando me disponía a dormir. Sólo cuando sus ojos brillaron con intensidad y Dagonet maulló con el mismo entusiasmo pude salir de ese trance parpadeando con violencia.

Miré a la joven frente a mí y la miré con intensidad. ¿Qué era lo que me había pasado? Mi garganta se había secado y el corazón quería salir de mi cuerpo. Era como haber besado a la vida para morir segundos después.

¿Qué me pasó? le pregunté

Curioso, yo no había podido ser como era como todas las personas para simplemente haber retirado la mano de Lucan de mi piel, pero con él no había tenido esa imperiosa necesidad de alejarlo, sino que al contrairo, quería que se acercara más, sólo un poco más y estaría satisfecha.

Lo más extraño fue que me sentí sola cuando retiró su mano, casi huérfana.

"N-no lo sé" contesté con honestidad.

Pude ver en su rostro que buscaba una explicación y una manera de disculparse por haberse quedado en una especie de trance, pero yo moví mi mano con suavidad para que no lo hiciera.

"No te preocupes, Lucan. No ha pasado nada"

Cuando en realidad dentro de nosotros había pasado de todo.

No había sido solo yo. Podía ver en los ojos de Donatella que ella se había encontrado tan atrapada como yo. Dagonet movía sus orejas hacia adelante y hacia atrás repetidamente, como si hubiera olfateado el ambiente que se había generado... que Donatella y yo habíamos creado en torno a nosotros mismos cono un campo de energía imposible de atravesar. Era un ambiente tenso, pero placentero. Difícil de explicar, pero interesante. Esa mezcla de locos me gustaba, pero era mejor que no se expandiera por el momento. Todo se saboreaba mejor lentamente.
"Está haciendo bastante frío. Si gustas podríamos ir a la sala común antes de que anochezca y se haga peor. No queremos tener una epidemia de gripe en Slytherin" me tomé mi tiempo para un poco de humor, a lo que ella gentilmente sonrió.
Con lentitud, pero precisión en mis movimientos, tomé una de las manos de Donatella entre las mías y evalué su temperatura.
"Aquí está la primera señal" dije mirando el tono pálido de sus dedos "Tus manos se están congelando"
Sin esperar más, escolté a la dama a un lugar cálido ofreciéndole mi brazo.