Here we are again [Harry]

El moreno abandonó el Gran Comedor con la sensación de que podría ir a la Sala Común y dormir para siempre en uno de los sofás que la abarrotaban. Desde que el mundo mágico había vuelto a su relativa calma, Harry podía pasear por los corredores y vestíbulos sin miedo a que lo señalasen a todas horas, lo que resultaba del todo halagüeño. Nada de grititos, ni saltos ni asombros, ni suspiros. Harry Potter ya era un alumno más, y podía preguntarse cosas como por qué una judía había gemido mientras se la llevaba a la boca minutos antes. Había sido una cena tranquila y sin sobresaltos. Tan solo Peeves había entrado a molestar tras el anuncio de la próxima salida a Hogsmeade. Las ensaladeras llenas de brochetas ensartadas se le aparecían en los pasillos del sexto piso a modo de ensueño pasado. Hermione no había acudido a cenar, pero no era algo tan extraño, y se había asegurado de llevarle en los bolsillos parte del postre: Delicias turcas.
Finalmente, encaró el pasillo de la sala común tras salir de uno de los pasadizos, y susurró la contraseña a la restablecida señora gorda, añadiendo:

—Me alegra tenerla de vuelta, señora.
—Y a mí que siga vivo, Potter.

Se detuvo un momento pensando como debía tomarse una declaración sentimental como aquella, y después sonrió. Lo aceptó con una leve inclinación de cabeza y entró en la sala común. Una enorme pila de libros, descubrió el escondrijo de Hermione.

— ¿Quién está en peligro esta vez? —preguntó su amigo con fría mordacidad. No era la primera vez que desafiaba lo acontecido tan sólo meses antes con comentarios del estilo. Se adelantó con un bostezo y se dejó caer a su lado en uno de los sillones de forma casual.

El sillón se le antojó frío, pero se dejó caer igualmente en él. El chiste ni siquiera le había hecho gracia a él. Era mejor soltar esa cuerda y tomar la que su amiga le ofrecía. —Darte un respiro no estaría nada mal, Hermione. Sigues aventajando a todos por diez contra uno, ¿no crees que podría permitirte cenar al menos... —dejó que caer su cabeza contra el mueble, fingiendo pensar—... tres días a la semana? Como sea, te he traído algo. —Sacó de su bolsillo las delicias turcas que llevaba, envueltas en un refinado paño que un elfo amablemente le había proporcionado, y las dejó en la mesa que tenían al lado. Entonces se volvió a recostar perezoso y ahíto de comida.
Aceptó el siguiente comentario de la castaña con una sonrisa vaga. En lugar de contestar, prefirió jugar al juego al que solo Harry Potter, amigo de dos necios, podía jugar. —Ron nunca tiene apetito en tu ausencia, Hermione. Creo que le gusta impresionarte con sus balbuceos. —dejó caer sarcásticamente. Aunque poco tenía de broma en realidad.
Le tocó el turno de coger aire y volverlo a soltar con una arruga naciente en su sien. —Es una suerte que me dejaran volver al equipo. Aunque preferiría dejar de tener encuentros por los pasillos con Trelawney en los que solo me recuerda que ella me dijo que sobreviviría desde un principio y que mis hijos serán rubios. —A medida que hablaba sus labios iban curvándose en una sonrisa ausente. —Creo que quiere que Luna y yo salgamos juntos, pero no estoy seguro. —Tan sólo le recordaba que Luna era brillante y que tenía un nombre muy astral, una de cada dos veces que se encontraban por ahí.
No había por qué alarmarse. Aún.

El muchacho sonrió al ver que tenía algún poder de convencimiento después de todo. Después de unos cuantos años viendo como su amiga tiraba las horas entre libros, nunca creyó demasiado en su suerte. La llama de la chimenea se avivó, respondiendo a las atenciones de la castaña, y el chico se relajó. El efecto somnífero de la calidez reinante no tardó en llegar. Se limitó a asentir una sola vez como respuesta a la pregunta, y desvió la vista al fuego. —Te aprecia más que una tostada. Yo diría que lo vuestro ya es oficial, Hermione. —Incapaz de mostrarse serio ante tal idea, esbozó media sonrisa ausente. Había pasado tanto tiempo desde que había visto donde pararía lo de esos dos, que ahora que realmente estaban juntos, no podía más alegrarse por ellos y de vez en cuando permitirse alguna broma privada que sólo él y tal vez Ginny, entendía.
Claro que pensar en ella no era del todo conveniente.
Aunque la mención del buscador no mejoraba lo presente. De los últimos tres buscadores de gryffindor, dos habían sido Weasleys. Charlie, precediéndole; y Ginny, como sustituta en varios de los partidos varios años atrás. Abrió la boca para contestarle que eso no tenía nada de real, pero la volvió a cerrar al sentir la cercanía de su amiga. —De acuerdo con eso —levantó una copa que brillaba por su ausencia para brindar. —Esa es sin duda una de tus ideas más brillantes, hay que mantener la mente ocupada. —Y casi con dolor se obligó a no pensar más en posibles buscadores sustitutos de su propia persona.
Volvió a sonreír al oír como su amiga se obligaba a mantener un interés que no sentía por todo lo referente al quidditch, aunque ésta vez por poco consiguió esconderla. —Brohard nos lo comunicará en semanas próximas —se encogió de hombros.

Uno segundos después asintió. —Lo es.