¡A socializar!

Era la primera vez que salía a la calle desde que llegué a la casa de los Johnson .

A decir verdad, me había sorprendidote cómo me habían hablado y permitido vagar a mi aire.

Sus caras amables y comprensivas eran algo nuevo hacia mi persona.

Me puse a pensar en mi osco y frívolo comportamiento de mi llegada mientras caminaba por las plagadas calles de aquel mundo sacado de un libro fantástico y…me arrepentí de mis actos.

Me había encerrado, no de mala gana la verdad, en la habitación que habían preparado amablemente para mí sin bajar a cenar. Mintiéndoles y asegurándoles que estaba cansada y quería dormir cuando en realidad, era pura timidez y desconfianza.
Seguía sin creerme que había abandonado mi antiguo hogar a través de una chimenea y, ahora me encontraba viviendo en una casa llena de desconocidos que habían conocido a mis padres en sus años de colegio. Y luego, su hija, una adorable niña sonrosada que quiso enseñarme la casa con saltitos nerviosos y canturreando que tenía una nueva “hermanita”.

Todo me era raro y un poco…desconcertante. Pasé de ser esquivada y marginada a, tener una familia y una hermana...por el momento, porque...estaba convencida de que pronto se cansarían de mí, tenía una corazonada.

Tan solo me había quedado con varias cosas la noche anterior:

1-No debía forzarme ni disculparme por mi timidez o miedo a lo nuevo.
2-Si necesitaba cualquier cosa solo tenía que hablarles, o, su hija misma me aconsejaría.
3-Debía investigar. Pasear por...el llamado Callejón Diagon me ayudaría a: No solo integrarme más en mi nueva vida, también a conocer a gente de mi edad.

En fín, no se opusieron a mi decisión de irme sola, me alegré por ello.

Aunque claro, me tendieron unas monedas que sacaron en mi presencia, de mi propia caja de ahorros en un lugar llamado Gringotts del día anterior. Y me acompañaron hasta la chimenea para verme marchar.
Como si fuera la primera vez que usara esa extraña forma de viajar, ¿quien lo diría?. ¿Ya veía normal viajar por una chimenea? Si, mas o menos.

Pensé largos minutos en ello. Cierto era que nunca había tenido amigos y...quería vivir esa experiencia como fuera. Así pues, fue como me levanté del bordillo de la poblada carretera y me propuse seguir a cualquier niño o niña que transitara a mi alrededor.- ¡Vamos Elyon!-me dije a mi misma.- ¡A socializar!

Pasados unos minutos cesé mi intento porque me avergoncé de mi aspecto, frío y serio. Me di cuenta que parecía una chica acosadora buscando pelea, con las manos en los bolsillos y cabeza agachada analizando a los niños que caminaban.

Me miré en el cristal de una heladería y…me dí miedo a mí misma, la verdad, también fue gracioso. Me recogí el pelo en una trenza corta y poco perfecta y centré ahora toda mi atención en dónde me hallaba.

“Heladería Florean Fortescue”

.

No recordaba la última vez que había comido un helado…sin tan lejano me parecía, quizás no lo había hecho nunca. Pero lo mejor era su contenido, no podía estar más llena de niños y niñas, magos y brujas de diferentes edades y estaturas.

Me separé del cristal y me coloqué delante de la puerta. La miré. Respiré y temblé como si de un gran paso se tratara.-Vamos Elyon…puedes hacerlo-Me animé con orgullo y contuve el aire en mis pulmones sacando pecho y caminado con decisión, como un soldado.

Agarré el pomo de la puerta y….....y.......retrocedí corriendo para regresar a mi amigable e incómodo bordillo de la acera de enfrente, para maldecir a esa robusta puerta que me intimidaban con su mirada diabólica en mi imaginación.

De nuevo…estaba derrotada ante mi ineptitud.

-No hace falta que pagues nada, bonita. El dinero de los Johnson no tiene valor aquí.
El amable heladero rechazó el dinero que le ofrecía a cambio del enorme helado de crema y fresas que sostenía a duras penas en mi mano izquierda, de nuevo me había vencido la gula.

Le miré dudosa durante un momento. -En serio, no hace falta que pagues, señorita Johnson. -Volvió a insistir amablemente.

Pasé unos segundos escudriñando la cara del heladero, que parecía estar cansándose y sonreía incómodamente. Escuché unas quejas de los niños tras de mí en la cola, pero les ignoré.

-Genial, helado gratis. -Si me invitaban a helado, no iba a seguir insistiendo.
Me giré dando una vuelta completa sobre mí misma, le saqué la lengua al niño con aspecto enfadado y estirado que se había quejado antes. Pf, seguro que era uno de esos Mallard, o Malone...era algo con M, estaba claro. Se le veía en la cara.

-¡Gracias!. -Grité antes de salir por la puerta, que se cerró con un tintineo.

En cuanto puse los pies en la acera, la última bola de mi gigantesco torreón de helado comenzó a desequilibrarse hacia delante, con lo que tuve que comenzar a correr hacia delante, persiguiendo a mi propio helado que se caía. No creía que el dependiente de Florean Fortescue me invitara a helado dos veces, así que tenía que salvarlo como fuera.

Con un aspecto de lo más cómico (supongo) comencé a correr entre la gente haciendo equilibrios con mi torre de deliciosa (y gratuita) crema helada. Magos y brujas se apartaban de mi camino dedicándome miradas de disgusto, quejas y alguna que otra palabra malsonante. Cuando atravesé el flujo humano que inundaba la calle, la que empezó a desequilibrarse fui yo, intentando no caerme, empecé a dar saltos sobre mi pierna izquierda, acercándome cada vez más a una niña que apareció de la nada sentada en el bordillo de la acera.

Era una niña con el pelo rojo y corto recogido en una minitrenza despeluchada y torcida. Llevaba un jersey gris oscuro remangado por lo grande que le venía, y apoyaba la barbilla en sus dos manos, con cara de estar sentada en una chincheta.

-¡Mila!

Recuperé el equilibro sin saber cómo y corrí hacia ella, emocionada de ver una cara amiga. Bueno, más o menos.

Levanté la vista hacia el frente cuando creí escuchar mi nombre. En efecto, tenía razón, aunque...creo que me hubiera gustado no tenerla.

Observé a una niña caminar rápidamente hacia mí con un helado casi más grande que mi propia cabeza .
Una niña que, conocía de poco.

La verdad, tuve algo de miedo. Supuse que quizás, había visto el ridículo que había hecho al marcharme de la heladería sin llegar a cruzar el umbral siquiera. ¿Venía a reirse de mí?, expresé mi descontento al verla, pero ni mi más severa mirada llegaron a frenar sus intenciones y continuó abanzando apretando el paso.

Lo cual fue un desastre. Su bailarina bola superior, quiso jugar con ella una vez más. Cayendo sobre mi falda negra nada más llegar hasta a mí. hubo un breve instante de silencio incómodo.

No grité, pero sí la miré con abatimiento, como si ya me lo esperara o, como si la paciencia que nunca había tenido, naciera al fín cuando recaí en su rostro, parecía nerviosa y asustada por lo que me había hecho. Era la primera vez que aguién me miraba así, por primera vez, alguién parecía compadecerme.

Le sonreí casi forzada y suspiré antes de dirigirme a ella sin presiones de familia-Prefiero...Elyon. No era la primera vez que se lo decía y , claro estaba, no sería la primera vez que ella siguiera llamándome por mi segundo nombre.

Maggie Johnson, pura inocencia.