Ch. 1: The first encounter.

Recién llegado, las noches debajo del lago se hacían extrañas. Desde el momento en el que había pisado este lugar, el ambiente había contrastado en su totalidad con el que ya tenía por Colegio. En Durmstrang, donde todos llevaban un abrigo de piel a juego con un sombrero, con colores en vino y cosas similares. El día más caliente en aquel lugar acarreaba ver nubélucas formarse al contacto del aire que salía de tus narices y boca con el aire circundante en la zona. Caminando por los largos y anchos pasillos existentes en el castillo se daba con un amplio jardín, donde se daban por labor sentarse sobre el suelo y charlar entre ellos o simplemente un número de parejas enamoradas. La frialdad se asomaba por mi cara, es como si aún estuviera en aquel lugar, frío, sin emociones, donde solamente se daba lugar a las prácticas con magia oscura, mientras mejor eras en estas, mayor era tu renombre en aquel lugar, un método de enseñanza extraño pero fue lo que viví por dos años. — Muchas gracias padres — comentaba desde mi posición para los sentados en la lejanía sin temor a que hayan escuchado o no. Me giré sobre mis talones para poder observar a un par de chicas con el rabillo de mi ojo observándome desde la distancia, disimuladamente en una banca junto a la pared. Presté vaga atención a ellas mientras seguía con mi camino en dircción a la Sala Común, un ambiente como aquel podría ser bueno a la hora de hacer algo interesante.

Entré en las mazmorras, cuya semejanza con el Instituo era más que evidente, frío, húmedo, casi sin vida. Seguramente por algo me habría ubicado el Sombrero en aquel lugar. Vagué por ellas unos cuantos minutos, nunca daba del todo con aquel cuadro, algún día aprendería. Volviendo al mismo lugar en más de una ocasión, gritando en un tono no tan alto pero aún así resonante en las mazmorras para cualquiera. Al final de una cuarta vuelta en un conteo hipotético en mi mente di con aquel escurridizo cuadro. Hablé con mi voz, abriendo así el mismo, dando mis pasos dentro del pasillo, llegando en pocos a la Sala en su totalidad. Bajando las escaleras con suma paciencia observé uno de los sofá de cuero negro que habían en el centro de la sala para sentarme, con una mirada perdida en el techo del lugar, observando los colores y las lámparas que colgaban del techo, suspirando al aire en espera de alguien con quién platicar en ese día de verano.

Me había encimado en aquella acción por el tiempo suficiente para quedarme adormilado un poco. Bajando la mirada en diferentes ocasiones observando a alguien en la sala, o algún sonido delator proveniente del pequeño pasillo que daba a la Sala Común a través del cuadro. Cerré los ojos por unos segundos más, esperando no caer sumido en una siesta en ese período. Teniendo diferentes capítulos de mi vida en Durmstrang, no era desagradable, simplemente no lo disfrutaba del todo. Mis párpados se movieron nuevamente dando paso a la luz de la Sala dentro de mis retinas nuevamente, soltando un alargado suspiro antes de pensar siquiera en levantarme y adentrarme en lo que ahora sería mi habitación durante un año completo, acompañado de otros en la misma habitación, sonaba interesante a decir verdad, pero antes de eso debía conocerlos y no es que mi actitud contribuyera a la parte social de lo que debería ser mi vida. Suspiré profusamente hacia arriba levantando mi cabeza en pos de levantarme para irme.

Justo cuando me levantaría con ayuda de mis caderas me vi interrumpido por una voz, una voz fina y dulce. Giré mi cuello con suavidad para observar de quién se trataba. Una joven, de cabello marrón, ojos color almendra y suaves curvas en su rostro, atractiva a decir verdad. Escuché su proposición. Un dulce, seguramente lo usaba como pretexto para romper el hielo, muy inteligente si se veía desde otro punto de vista. Me senté nuevamente sobre aquel sofá de cuero negro, acercándome a ella un poco más. — No muerdo — dije con un tono un poco sarcástico mientras volvía con mi vista a ella. — Me parece bien, algo dulce podría ayudar en este día — hablé una vez más para ella. Al termino de unos segundos se presentó, Ammelie Nichols era su nombre. Me parecía lindo el nombre mientras volvía a mis pensamientos para responder al saludo. — Mi nombre es Logan, Logan Whitefull — dije mirándola. — Un gusto conocerte Ammelie — comenté mientras acercaba mi mano a la suya, tomando la caja de grageas con la otra mientras besaba el dorso de su mano, volviendo a dejar a la caja en su lugar anterior.

Un intenso color carmesí se mostró en los pómulos de ella mientras mostraba una pequeña sonrisa moviendo la comisura de mi labio en pos de alargar un poco la sonrisa. Observando tranquilamente como me veía, mientras respondía a mi comentario, acentué más la sonrisa abriendo un poco los labios. — Parece que te ha funcionado desde antes — comenté un poco sarcástico para ella, no pude evitar la reacción ante el comentario. Escuchando cada palabra en respuesta de mi presentación. — ¿Quién diría que me encontraría con semejante belleza en este inospito lugar? — hablando como un mismísimo actor de algo que los Muggle llamaban "Teatro" algo que mi madre me hacía ver desde pequeño, como parte de mis estudios Muggle. Escuché con atención la cantidad de pasos que se escuchaban venir desde el pasillo del cuadro que tanto se burlaba de mí al escapar cuando trataba de llegar a la Sala Común, prestando el mínimo de atención a ellos mientras seguía con mi vista fija en aquella compañera que se hacía llamar Ammelie, con quién compartía un encuentro agradable a pesar del día que había tenido, mis facciones desde la sonrisa volvieron a ser pocas, extrañamente mostraba algo de interés.

Con las grageas en mi mano, una color crema, otra color verde manzana, jugueteé con ellas en mis dedos mientras prestaba atención a los movimientos de ellas en los mismos. Me volteé nuevamente a ella al escuchar su próximo comentario, pregunta de hecho, solicitando información de mi procedencia, dando con la respuesta sin que se diese cuenta. — Sí, he sido transferido desde Durmstrang — dije volviendo con la mirada a ella. — Aunque fue más por mi parte, no es que sea fanático de su régimen. Aquí me tienes, inexpresivo la mitad del tiempo — dije mientras dejaba de jugar apretando la gragea en un puño, abriendo el mismo para ingerir la gragea que yacía en el mismo. — Créeme, el gusto de verte ahora es mío — comenté después de tragar la misma gragea con un sabor suave a durazno. Volviendo a ver la restante en la palma de la otra. — Al menos tenemos algo que hacer ahora, quiero decir, hablar entre nosotros — hablé mientras subía mi vista a sus ojos, tenían algo que me hacía mirarlos, ya luego descubriría lo que sería.