Sin clases [Libre]

Aquel día habían suspendido toodas las clases que había, por un lado me alegré, por el otro... bueno, no demasiado, era viernes y teníamos mis asignaturas favoritas como Transformaciones y también Historia de la Magia..
Suspiré, sentándome en uno de los sillones de debajo de la ventana.
Al menos hoy no vería a esos chicos de Slytherin, esa era la parte buena. Pero luego vendría la hora de comer.. y la de cenar.. y volverían a molestar. Fruncí el ceño, conseguían que les diera importancia, que gastara mi tiempo en ellos pudiendo volver a leer esa frase que en realidad no estaba siendo comprendida.
Cerré el libro y lo dejé a un lado, enfadada, como si la culpa fuera de él.
Miré hacia la sala, completamente vacía. Claro, seguramente todos estuvieran fuera pasando el rato con divertidos juegos.. juegos a los que yo no estaría invitada. Miré hacia una de las estanterías que contenían juegos de mesa de todo tipo y sobretodo de ingenio. Siempre había tenido ganas de probar, pero nunca tuve con quién. Aléjé la vista de la estantería y volví a mirar por la ventana para ver cómo corrian los demás niños en los jardines.
Siempre había sido una niña que o pasa desapercibida o todo el mundo la ve...y la verdad, pensaba que la primera opción era la mejor, la segunda siempre derivaba a mal.
Pegué la frente en el cristal, sintiendo el frío de aquella mañana en su temperatura. Pronto oí pasos y me giré un poco con tal de ver quién bajaba las escaleras que venían de los dormitorios.

Viernes sin clases, regalo divino.

Dormí hasta tarde, obvio, me acosté tarde también. Me había quedado tonteando en la Sala Común, no había salido. Aunque mis salidas últimamente no estaban nada mal. Pero había llegado la hora de levantarme... oh Merlín, como me costaba aquello. Con todas mis fuerzas de voluntad, me levanté y caminé arrastrando los pies hasta el baño.

Una vez estuve listo, bajé las escaleras, bostezando y con los ojos medios cerrados. Merlín, cuanto me costaba despertarme del todo. El silencio reinaba el lugar, y me dolía la cabeza, esa poción para no soñar no me hacía muy bien, pero no me importaba. Era el precio que pagaría por no soñar. La luz que se colaba por las ventanas le daba un aspecto vivo a la Sala Común, a pesar de estar desierta. Achiqué más los ojos, molesto ante el repentino cambio de luz. Me apoyé contra la pared y esperé unos segundos antes de seguir con mi camino hacia uno de los sofás. Iba tan dormido que no reparé en los ojos que me observaban hasta que pasé frente a ellos. Giré mi cabeza desconcertado y vi mejor a la niña. Parpadee con fuerza, no la había visto hasta tenerla frente a mí.

-Hola -musité, intentando sonreír, pero a la vez logrando aumentar el dolor de cabeza.

Vi a un chico mayor, genial. Parecía tambalearse graciosamente mientras caminaba con todo lo largo que era. Seguramente sus condiciones de la noche anterior habían sido sospechosas, pero sonreí. Me agradaba la compañía de los mayores fuera cual fuera su estado.
- Hola - saludé calmada, sin poder evitar sentirme un poquito mejor al no estar sola. Vi que estaba algo molesto porque le dolía algo. Deduje que era resaca, aunque no estaba bien que pensara así a la primera de cambio- un poco tarde para levantarse, no?
Aquel chico lo había visto algunas veces, pero no solía estar en la Sala común, al menos en las horas que yo solía estar, seguramente porque los de curso más avanzado detestaban el alboroto de los niños de mi edad.

Le sonreí a la niña de forma sincera, era verdad, un poco tarde. Pero obviamente no me importaba guiarme por los horarios de los demás. Cerré los ojos y estiré el cuello hacia atrás. Corté mi viaje hacia uno de los sillones que siempre ocupaba y me senté en el que tenía a tres pasos, donde de seguro estaba la niña antes de pararse, ya que había un libro a su lado. Más que sentarme, me desplomé en él. Merlín... ¿qué clase de ejemplo estaba dando? De seguro parecía que la noche anterior había salido a tomarme todo el alcohol del país.

-Pues... puede ser. ¿Cuál sería un horario normal y por qué? -hay Teo, asustarás a la niña. Eso podría haber sonado mal, de forma burlona, pero nada de eso. Lo pregunté con una sonrisa, como otra de mis inútiles reflexiones de la vida cotidiana. Y había algo en su mirada... sagaz... atenta... parece que es una Ravenclaw pura sangre. Sonreí y esperé a que la niña me conteste y se siente en el sofá frente al mío. Supongo que no le molestará que me quede... ni se me pasó esa posibilidad por la cabeza.

Vi que se dejó caer sobre el sillón que había frente a mí sin preocupaciones. Me gustaba la educación entre las personas, pero la Sala Común la consideraba parte de una casa, no había necesidad de ser tan estirados, aun asi, yo no podía evitar serlo al no conocerlo.
Me volví a sentar en mi lugar y posé mis manos sobre las rodillas, mirándolo con atención cuando me preguntó.
- No hay horarios normales porque se cambian depende del lugar y también de la rutina - contesté sonriendo.- pero es tarde según el horario escolar. Te has perdido el desayuno.. - dije bajando la vista un poco, como si fuera un crimen- había tortitas, con caramelo, chocolate, miel... - le conté emocionada mientras palpaba mis rodillas con fascinación. Pero luego me acordé del resto del desayuno, que acabó sobre mi uniforme y volví mi estado anterior, calmándome un poco. Quizá el chico se iría al escuchar a una niña pesada contándole lo que había para desayunar.
- Ehh..perdón. Me llamo Abigail Hunter, - dije, como volviendo a empezar- cual es tu nombre?

-El horario escolar... -repetí, mirando divertido la posición de la niña, se me hacía tierno. Escuché atento el desayuno, nunca tenía hambre cuando recién me despertaba, sea la hora que sea, pero escuchar todas esas delicias me dieron hambre -. Lograste que me interese levantarme temprano -le dije sonriendo, me había fascinado su tono, parece que era amante de las comidas dulces, como yo. Materialicé una copa, que arrojé al suelo para que se rompiese. Al instante apareció un elfo doméstico.

-¿Llamó el Señor a Wikyn? -preguntó, mirando con sus grandes ojos tanto a la niña como a mí.

-Así es, Wikyn, ¿quieres alcanzarnos a la Señorita y a mí dos porciones del desayuno de hoy? -le peí, cortesmente, nunca me gustó tratar mal a los elfos. Nunca me gustó tratar mal a nadie, en realidad.

-Será un gusto para Wilyn, Señor. Es un placer para Wikyn que lo elijan para servir a los señores -exclamó el elfo antes de desaparecerse con una reverencia exagerada, tocando el piso con su gran nariz.

-Pronto probaré ese gran desayuno -le dije, sonriendo, y me presenté -. Teo Grobersky, de quinto. Un gusto Abby.

Me sorprendió con su reacción, parecía que sí que le gustaban las tortitas. Bueno, no podía culparlo, eran uno de mis desayunos favoritos y tenía que contárselo, pero no esperaba que fuera a pedirlos acto seguido.
- Parece que he logrado mucho más que convencerte de que te levantes temprano - dije riendo un poco al ver que el chico ya olía las increíbles tortitas que traía el elfo en sus manos. - Encantada, Teo - sonreí, oyendo mi nombre abreviado. Pocos me llamaban así, pero me gustaba mucho más que mi nombre original.
Al poco tiempo, Wikyn se acercó y dejó los platos en la mesa junto a los siropes, volviendo a hacer reverencias hasta desaparecer.
Miré las tortitas humeantes ante nosotros sin poder ocultar que mi sonrisa se hiciera más amplia y luego a él.

Le sonreí a la niña y levanté mi varita para cerrar algunas de las cortinas de las ventanas, realmente molestaba esa luz, aunque mis ojos ya estaban perdiendo la sensibilidad de los primeros minutos despierto. Una parte de la Sala Común quedó sumida en una luz azulada, culpa de las cortinas. Le daba un aspecto más... matutino...

No tu tiempo de decir nada mas, ya que Wikyn llegó de inmediato con el pedido. Pobre elfo, ni se veía tras esa enrome bandeja, pero la llevaba firmemente. Sobre esa bandeja, se encontraban dos más pequeñas con una porción del desayuno cada una. una tasa de café con leche, un vaso con jugo de calabaza, un plato con unas cuantas tortitas, y caramelo, chocolate, miel y crema de frutilla para agregarles. Además, tres bolas de masa, que sabía que estaban rellenas con crema de frutilla, dulce de durazno, y jalea de higo. Puag, odiaba la jalea de higo. Pero los otros dos, deliciosos.

El elfo se acercó y tomé una de las bandejas, después fue hacia la niña.

-Genial -murmuré, sonriendo y devorando con la mirada el desayuno. Pero comencé por colocar salsa de frutilla y miel sobre las tortillas, y miré a la niña -. ¿Y qué estabas haciendo, Abby?

Me alegré de que le gustara el desayuno y ayudé al elfo cuando vino hacia mí, tomando la bandeja y dejándola en la mesa.
- Gracias Wikyn - sonreí al elfo antes de que desapareciera y esperé a que Teo empezara primero a servirse, mirando cómo caía el sirope sobre su comida. Y tras unos segundos me estiré para alcanzar el sirope de chocolate y comencé a vertirlo sobre mis tortitas.
- Intentaba leer, pero no estoy concentrada y no entiendo nada.. odio cuando leo una frase más de cinco veces y sigo sin enterarme - contesté frunciendo un poco el ceño. - supongo que es lo que pasa cuando estás distraido.. - me quedé en blanco, con la vista en el bote de frutilla. - Por qué el sirope de fresa es rojo?.. si de todo lo que lleva, lo que menos tiene es la fruta. Es para que sepas distinguirlo y digas.. Ooh.. es frutilla, me he equivocado de bote! - hice una mueca- tanto importa el aspecto? tanto que tenemos que distinguir botes por colores? Es para vender por apariencia?- me quedé callada, sabiendo que cuando comenzaba a preguntar muchas veces terminaba cansando al que me escuchaba. Inconscientemente, mis questiones solían ser relacionadas con lo que me pasaba pero no me daba cuenta, sólo mis padres me lo decían alguna vez.

-Es por eso que no leo, odio tener que concentrarme cuando mi mente quiere divagar en locos pensamientos sin sentido... y siempre lo está haciendo -sonreí, y escuché atento sus preguntas, sin poder evitar reír levemente. Dejé la bandeja a un lado y apoyé mi codos en mis piernas, y mi cabeza en mis manos. Este era el tipo de charlas que me gusta mantener con alguien cuando recién me levanto.

-Supongo que es rojo porque un sirope de fresa marrón sería ilógico, ¿o no? -me hizo gracia su mueca, pero no me reí -. No creo que importe tanto el aspecto, pero es más fácil y práctico distinguirlos por colores. Si todos fuesen del mismo color, sería un gran problema distinguir cual quisiéramos. No creo que sea para vender por apariencia, si el sabor es feo, aunque el empaque o el color sean lindos, no creo que haya gente tan idiota como para comerlo igual -sonreí, volviendo a tomar mi bandeja y cortando las tortillas en cuatro con rapidez.

- Leer es importante, sino no sabes divagar tanto como podrías, no? - sonreí, viendo su postura de interés hacia mí. Me gustaba ese chico, además, parecía que no le molestaban los temas que yo le preguntaba.
Dejé que el sirope derramara por fuera de la tortita y dejé el bote en la mesa mientras lo escuchaba sin apartar mis ojos atentos de él.
- Es a lo que me refiero.. todo es muy evidente, por qué tendría que ser rojo? Si la fresa que existiera, la de verdad, fuera azul, entonces el sirope tambien, no? No queda otra..? lo que tomas no es fresa, sólo un cinco por ciento de lo que hay es la fruta - dije, señalándole la etiqueta al agarrar el bote.- Con lo cual es un engaño y podrías poner incluso que es otra cosa, aunque sepa a frutilla, y tendrías razón. Siempre vamos a lo fácil? - pregunté cuando él dijo sobre distinguir.- siempre es necesario estructurar todo lo que vemos para no pensar?
Es evidente que incluso esto pasa con las marcas o con los anuncios.. si tiene buena pinta o es de una marca conocida, no importará que sea feo, mucha gente se lo comprará..o mientras parezca apetitoso la gente lo probará por mucho que otros digan que sabe mal- bebí algo de zumo y tosí un poco, aquellos debates siempre hacían que mi mente fuera más rápido que mis palabras y seguramente terminaría diciendo cosas sin sentido, pero me concentré en el desayuno, que sino se me enfriaría, y comencé a cortar una porción de las tortitas.