Un encuentro inesperado[Sebastian Y Rose]

Aburrimiento, eso sentía. Las tablas de la madera recién comida sonaban bastante y tenía bastante dolor de cabeza. Nunca había logrado adivinar que veían las otras personas a esa #?%$ de casa, pero aún así, ¡allí estaba! dispuesto a pasar una tarde en grande.
A quién pretendo engañar, no iba a eso, su autentico propósito era adivinar el por qué la casa de los gritos se llamaba así precisamente, que extraño. La luz de la varita cansaba sus ojos dormidos pero atentos y el frío ya empezaba a hacer mella en su piel, chaqueta, esa cosa de cuero y cremallera, en efecto, eso es lo que necesitaba.
¿Ruido? Pero quién iba a ser el cenutrio que iba a estar en la casa de los gritos a esa hora, pensaba. Sin ser consciente de que el también era un cenutrio por ello, que visión más pesimista del asuntos. Con un ligero movimiento de varita y un leve susurro la luz que iluminaba su rostro se esfumó -Nox-. Desconocía por completo quien merodeaba por el lugar pero tal vez era el momento de divertirse un poco.
Avanzó lentamente, intentando que las visagras de las puertas no dejarían un resplandor de sonido a su paso. Pudo distinguir a una silueta en la oscuridad, parecía una mujer de cabello rubio, un momento, ¿qué hacía una mujer precisamente rubia observando las fotos que colgaban de la pared y las que soportaba una mesita camilla?
Mostraba una gran serenidad pese a estar "sola" en la sale, Sebas continuó lentamente y con una gran calma y sin pensar en las consecuencias posó la mano sobre el hombre de la chica pensando a su parecer que estaba haciendo una gracia.

Sisi, todo muy bonito hasta que el susto que prentendía darle acabó muy mal, menuda una tragedia. El ruido al caer había sido atronador y el cuerpo del joven dejaba tras de si un rastro de polvo, muy parecido al de una nube bastante densa. No sabía ni como, pero había acabado en el suelo como por arte de magia, pero que paradójico sin usar la magia, un empujón solo le basto para derribar a la persona que únicamente le había intentado dar un susto. La violencia se palpaba en el ambiente, y Sebas parecía carcomido por dentro. No sabía si serían ilusiones suyas, pero lo único que sentía era a la chica Hufflepuff mofandose de una manera despiadada de él, a la vez que le apuntaba amenazante con su varita al rostro. Elevó su cuerpo, se puso en pie y, aún con la varita en la mano, apuntó ha la chica rapidamente y pronuncio: expelliermus. Sin dar tiempo para la recuperación, la varita de la chica cayó al suelo y él, ahora mucho más trnaquilo se acercó a ella mirando directamente a sus ojos claros.
-Se puede saber que haces loca, ¿prentendes matarme?- replicó el chico muy enfadado por el empujón recibido. Observó alrededor y volvió a encender la luz de su varita, se podía decir que se habían quedado a oscuras, la luz que pasaba por las rejillas de las ventanas era precticamente inexistente.
-Ahora mismo te merecerías que te haría lo mismo que me has hecho, pero por suerte para ti, aún no pego a señoritas, pese a ser muy violentas y rebeldes como tu- miró a la chica esperando una respuesta en sus ojos mientras, su cuerpo, sin quererlo se acercaba más y más al de ella.

Ella se dió un golpe duro contra la pared. Ahora se suponía que Sebas era el que propició la situación, se podría decir que la joven tenía una gran habilidad para cambiar los papeles. Aunque probablemente mostrara un gran coraje exterior, se podía notar como era una chica miedosa interiormente, Sebastian lo sabía y estaba dispuesto a aprochar cualquier oportunidad para, macabramente, asustarla aún más si pudiera. Se sorprendió ante sus palabras, ¿saber defenderse es ir empujando por ahí a diestro y sieniestro a todo aquel que intenta amigablemente darte un susto? Pues parecía desgraciadamente que si. Sebas intenta ser bueno y ocultar su caracter pero debe de ser que gente masoquista como esta muchacha prefiere el malhumor.
Se percató del acercamiento que a toda costa siempre trato de evitar con el resto del mundo, rotó su cuerpo rapidamente, camino rápidamente un momento y recogió la varita de la muchacha. En serio no me puedo plantear si pegaría a una mujer, basicamente porque estoy completamente convencido de que nunca lo haría. Ahora coge tu varita, no era mi intención desarmarte, pero me obligaste- dijó con un tono burlón y una leve risa sarcástica. Se mordío el labio, lo que llamó mucho la atención de él, como si intentaría usar sus encantos femeninos para evitar el enfado que se le venía encima, por lo tanto monsier echó el freno, y dejo de atacar mediante las palabras a ella. Te dejaré que sigas haciendo lo que narizes estás haciendo, por cierto, me llamo Sebastian si te interesa- y volviendo a apagar su varita camino poco a poco hacía la salida, se iba riendo interiormente, pero debía admitir que el coraje de la señorita sin nombre le sorprendió gratamente.