Regresando [Katt, Alice y Lilith]

Caminaba por los pasillos, callada, en puro silencio mientras los demás me giraban a ver, algunos con curiosidad, otros por no querer toparse conmigo, esta sensación de que podía apartar hasta a un asesino con la mirada ya era natural en mi, ya era como si… fuera normal, y aun recordaba como cuando pasaba por esos pasillos, alguna de mis compañeras me acompañaba, Katt, Lilith o Alice, ya que siempre alguien estaba metiéndose con mi cabello incandesente y me detuve frente al retrato de la Señora Gorda, que me miró de arriba a bajo.

-NIÑA!, PENSÉ QUE NUNCA VOLVERÍAS-

Le hice una reverencia a la Señora Gorda, dije la contraseña y el calor de la sala común de Gryffindor me dejó aturdida un segundo, recordaba, cuando era una niña pequeña, entraba corriendo por este pasillo para después subir hacia aquel cuarto donde estaban esas chicas, esas tres chicas, la rubia, la castaña y la morena.

Caminé lentamente hacia el centro de la sala común, giré mis ojos verdes hacia todos lados, los colores dorado y rojo, la calidez de aquel sitio me hacía sentirme como en casa, como si no debía de haberme ido jamás y bajé mis verdes ojos hacia el acolchado sofá que estaba frente a la chimenea, acariciando con la yema de mis dedos, lentamente, la textura desgastada de la tela, el aroma a hogar, a un sitio placentero.

Escuché que alguien entraba a la torre y eran unos mocosos de tercero, y me entró la nostalgia, a esa misma edad había entrado por esa misma puerta por última vez, antes de perderlo todo y obtener todo lo que hasta ahora tenía. Sonreí un poco al dejar pasar a esos mocosos y después me giré a las escaleras de caracol, recordaba que había escalones falsos, si no mal recordaba, eran cada ciertos puntos y nunca cambiaban por lo que comencé a subir los escalones.

Mi corazón latió y dolió un poco, sabía lo que esperaba, seguramente estarían las tres, ahí, platicando de cualquier cosa, y yo seguramente estaría viéndolas, queriendo ser como ellas, no siento despreciada por ser una chica sangre sucia con cabello llamativo que parece tomato en lugar de león, cobarde y que se intimidaba por todo.

Ya había cambiado y cuando llegué a la puerta del que era nuestro cuarto, me le quedé mirando a la puerta y posé ambas manos en ella para empujarla, hizo el ruido que siempre había recordado y al abrir la habitación, la vi vacía, solo con un pequeño perro que me miraba moviendo la cola y parpadeé.

La bola de pelos me ladró alegre y levanté las cejas, pero le ignoré un poco para entrar en ese cuarto y lo vi, mi cama endoselada estaba deshabitada, estaba medio polvosa y sin sábanas. Me entró la nostalgia, aunque cuando me acerqué, unas sábanas limpias, cortinas limpias y mi baúl, aparecieron a mi lado
Me quedé mirando las cortinas rojas, recordé a Noah y recordé las noches que me encerraba entre estas cortinas a llorar en silencio, de que me insultaban, que muchos de mis compañeros Sangres Puras, me intimidaban por ser hija de muggles. Acaricié con lentitud las cortinas, dejé que una sonrisa cruzara mis labios, aun escuchando al mugroso perro detrás de mi, pero sabía que ese perro, era de alguna de mis … compañeras.

Había pasado ese día bastante aburrida. Cada vez que me acercaba a alguien para conversar o hacer algo, se tenían que ir por cosas pendientes que tenían. Yo realmente no sabía que hacer ya que veía a los demás tan ocupados cuando yo tenía el resto del día libre para desperdiciar. Estuve andando por casi todo el castillo esperando que la suerte me sonriese y me encontrará a alguien con el cual pasar el resto del día. Lamentablemente sólo me encontré vagueando como una nómada y saludaba a quienes pasaban por mi lado sin prestarme mucha atención.

Suspiré rendida por mis intentos de encontrarme a alguien, así que opté por irme a descansar a la sala común pero antes quise tomar un libro de la biblioteca. Me dirigí sin mucho apuro a la biblioteca, al llegar ya sabía lo que quería y era ese libro acerca de la historia de Hogwarts, realmente ya lo había leído antes pero me entretenía siempre en días como ese.

Salí de la biblioteca, obviamente sin antes pedir permiso para llevarme el libro. Me dirigí a la sala común para relajarme en mi cama. La sala estaba como lo esperaba, vacía hasta en los retratos. Suspiré por eso a la vez que subía las escaleras un tanto desanimada por mi desafortunado día. Al llegar a la habitación mis ojos se deslumbraron con un rojo ardiente muy familiar. Miré extrañada a la chica parada a la punta de las camas, ignorando el ladrido del perro. Sentí una conexión muy curiosa con esa chica, incluso mi corazón se aceleró con su presencia. Me acerqué a ella hasta estar a su altura y ella se dio vuelta para encontrarse con la persona que había llegado.

Era ella, la recordé en cuanto vi su ojos destellantes combinando perfectamente con esa única cabellera roja. Mi boca se entreabrió del asombro. No podía creer que la tenía de frente después de tantos años sin saber de ella. A mi mente llegaron cantidades de recuerdos, de cuando eramos pequeñas. La abrace son fuerza sin importarme si eso la incomodaría o si ella también se acordaría de mi.—No lo puedo creer, ¡Jezabel eres tú!— dije sin soltarla. Yo solía protegerla de quienes se burlaban de ella por su apariencia y por ser hija de muggles como yo. Pero al separarme a pocos centímetros y ver de nuevo sus ojos, supe que no era la misma Jezabel.

En estos momentos me encontraba recorriendo uno de los tantos pasillos que se formaban en este gran castillo. Tenía el resto de la tarde libre. Eso, si no contaba el montón de deberes que me esperaban en mi habitación. Ya buscaría algún tiempo para eso más tarde. Lo único que quería hacer ahora era muy simple… Divertirme. Mientras caminaba, iba dejando que mi mano rozara con las paredes de piedra, observando a mi paso unos cuantos alumnos que iban de un lado a otro. Al parecer todos tenían algo que hacer para hoy. Todos menos yo, como era usual. Seguí mi camino sin prestar mucha atención a donde iba.

Después de mucho tiempo suspiré al darme cuenta que realmente no llegaría a ningún lado, opté por regresar a mi sala común. Cuando me dirigía hacia allí, no paso mucho tiempo antes de que espontáneamente comenzara a cantar. Algunas veces produciendo eco, siempre y cuando el lugar por donde pasara en ese instante estuviera lo suficientemente escaso de gente.

“Baby, I'm so into you, you got that something, what can I do? Baby, you spin me around, the Earth is moving, but I can't feel the ground”

De todas las canciones que pudieron haber surgido de mi cabeza, tenía que ser precisamente esa ¿Por qué? No tengo idea.

“You know I'm crazy.... crazy, crazy for you baby. Crazy... crazy, crazy for you baby”

Con todo el drama de estos días, cualquier persona estaría bastante deprimida o quizá hasta enojada. Pero yo no. Creo que debe haber algo realmente mal conmigo. Porque después de todo, yo me encontraba extrañamente feliz y sonriente. Aun estaba tratando de encontrar el porqué de ese estado de ánimo.

“Tell Me, you're so into me, that I’m the only one you will see. Tell me, i'm not in the blue that i'm not wasting, my feelings on you.

Every time I look at you my heart is jumpin, what can I do? You drive me crazy, crazy. I just can’t sleep. Crazy I'm in too deep...You know I'm crazy...Crazy but it feels alright...Baby Thinkin of you keeps me up all night”

Me detuve al darme cuenta de que la mirada de la señora Gorda estaba fija en mí. Al parecer nuevamente había llegado a mi destino sin darme cuenta por estar concentrada en mi música –¿Cuántas veces más debe ocurrirme esto? –Murmuré avergonzada.
Sin esperar mucho más, dije la contraseña que concedía el acceso a la sala de los leones. Pero, según parecía aquella señora se negaba a dejarme pasar –Lamento si la molesté… -Dije respetuosamente –Pero de verdad necesito entrar. –Ella hizo un gesto de disgusto para luego sonreír. Y justo antes de revelar la entrada tras ella, añadió

–¿Puedo saber por qué tan feliz, Hastings?-

Antes de entrar le susurré un “No lo sé” y caminé hasta las escaleras que daban en dirección a los dormitorios, subiéndolas más rápido de lo normal. Quería llegar y tirarme en cama.

Entrando a mi habitación lo primero que mis ojos celestes vieron fue a Lilo abrazada fuertemente a una chica con cabello de fuego. Mientras que Katt y el pequeño pulgoso de Sam estaban en una de las camas –Lilo, asfixiaras a la chica nueva y creerá que somos unas salvajes –Bromeé –Por cierto, Hola.
Llegué hasta mi cama dejándome caer en ella. Observe a Katt y sonreí. Me senté cómodamente en la cama para saludar a mi nueva compañera. Había algo familiar en ella, pero no sabía que… -Bienvenida -Sonreí –Disculpa la pregunta… pero ¿nos hemos visto antes?... –Todavía no había tenido la oportunidad de verle bien pero ese cabello. Solo hay una persona que yo recuerde con ese cabello… Más sé que es imposible.

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