Al fin sábado (Celes)

Abrí los ojos y volteé sobre mí misma en la cama, rascándome los ojos y estirándome como un gato. Los rayos plateados de la luna que entraban por la ventana de mi habitación me habían despertado de un sueño poco profundo. Me incorporé llevándome una mano a la frente, sintiendo un poco de dolor de cabeza por lo poco que había dormido y las muchas cosas que había realizado el día anterior.

Al alzar la vista, vi a mi augurey mirándome fijamente, con la cabeza ladeada y emitiendo un pequeño gorjeo. Esbocé una pequeña sonrisa; el saber que llovería un poco aquel día me alegraba bastante. No había nada que me animara más que el roce de la lluvia, el aroma a tierra mojada y el tacto gélido de la humedad. Le acaricié la cabeza y le di su desayuno: un pequeño insecto muerto cazado del jardín de Hogwarts. Mi pequeña mascota se lo comió en pocos segundos.

-Buenos días, August -le dije, sonriente-. Y que aproveche, pequeño.

Me levanté, apartando las sábanas y sacando mi violín del baúl que había a los pies de mi cama. Luego, aún con el pijama puesto, bajé las escaleras del domitorio con cautela y llegué a la sala común. Me abracé a mí misma al sentir el frío de la estancia, y encendí la chimenea. Sabía que aquellas no eran horas de estar allí, y que debería de estar durmiendo o en mi cuarto, pero no salir.

Me senté en el sofá y empecé a tocar una melodía un tanto melancólica con el violín, intentando no despertar a los demás. Mientras no tocara demasiado fuerte ni algo tan animado que sobresaltara los corazones de los alumnos, podría estar allí hasta que el sueño ganara mi mente.

El sonido que salía del roce del arco con las cuerdas del violín me transportaban a un mundo distinto y alejado de la realidad, como cuando la noche mece a las estrellas en la luna. No sabía si era por el tipo de objeto que poseía o si la misma sinfonía era la que me fascinaba tanto. Las preocupaciones y los malos recuerdos tuvieron que esconderse en el lugar más recóndito de mi mente para dar paso a una sensación que calmaba todos mis temores y aceleraba el latido de mi corazón. Cada nota que quedaba flotando en el aire era como cada paso que dabas corriendo en una explanada, con euforia y una sensación infinita de libertad y alegría. Así era cómo me sentía, pese a ser una melodía triste.

Dejé de tocar manteniendo los ojos cerrados y disfrutando de las últmas emociones que aún albergaban en mi interior. Hacía rato que había notado ciertos remordimientos y una leve curiosidad en la estancia, por lo que abrí los ojos para descubrir quién se hallaba allí. Para mi sorpresa, en frente de mí estaba un chico cuya cara conocía de algo... Tal vez de la fiesta de Caín. Sí, recordaba perfectamente cómo el otro Slytherin -aún desconocido para mí- me había ignorado y había conseguido que no me comunicara con el muchacho que tenía ante mis ojos ahora mismo. Sin embargo, no le guardaba rencor. No formaba parte de mi ser.

-Buenas -sonreí, depositando el violín en mi regazo-. ¿Qué te trae aquí a estas horas?