Pasando el rato en la biblioteca (Aricia McLaggen Circe)

Recuerdo del primer mensaje :

Ya hacía rato que el feo cielo de invierno se había oscurecido, pues así lo pude comprobar a través de las ventanas de la biblioteca, hacía media hora que la gente había comenzado a dejar la sala y dentro solo quedábamos unos pocos alumnos que acababan sus deberes enterrados entre montañas de libros y yo. Estaba sentado en unas mesas largas, en una punta y no había nadie a mi lado. Había dejado la bufanda y el abrigo en la silla de al lado y tenía delante de mí el libro que horas antes había intentado leer en el lago: “El Señor de los Anillos”… sin embargo ni siquiera en la biblioteca había encontrado motivación suficiente para seguir leyendo. El libro me gustaba y la historia era entretenida, pero en algunos puntos se hacía algo denso así que poco a poco había comenzado a divagar y había acabado cerrando el libro y dejándolo delante de mí. Me entristecía no poder pasar la navidad con mis padres, pero era necesario que me quedara en Hogwarts, ya que los exámenes de después de navidad iban a ser duros y tenía que estudiar… si iba a casa seguramente mis padres me harían perder el tiempo obligándome a estudiar materias muggles que luego no utilizaría para nada o me llevarían de un lado a otro de Gran Bretaña y Francia para visitar a toda mi familia, así que encontraba acertada la idea de quedarme en Hogwarts y estudiar todo lo que necesitaba. Sin embargo no podía dejar de añorar a mis padres por lo que había cerrado el libro de Tolkien, había sacado papel y pluma y había comenzado a escribir una carta para ellos:

Queridos papá y mamá:

La carta seguía un poco más pero por el final me había quedado en blanco y no sabía que escribir. Ahora me limitaba a mirar por la ventana sin centrar la vista en ningún punto fijo. Sentía como cada vez la biblioteca se iba quedando más vacía y aunque tenía ganas de acabar la carta no se me ocurría que más poner. Apoyé mi barbilla en la mesa dejando la pluma y el papel a un lado mientras suspiraba. Releí un par de veces la carta y llegué a la conclusión que ya estaba bien así, así que me incorporé, retomé la pluma y escribí la despedida. Ahora era tarde para ir a la lechucería, así que la enviaría al siguiente día. Guardé la carta en la mochila y retomé el libro, regalo de mis padres. Me recosté en el respaldo de la silla y volví a la lectura dejando ir el aire por la nariz. Me quedaría allí hasta que me echara la bibliotecaria, como ya había hecho otras veces… a estas horas la sala común debía estar abarrotada y llena de bullicio así que me sería imposible leer con calma. La biblioteca completamente vacía, solo rompiendo el silencio con el rasgar de alguna pluma y el susurro de las páginas al ser pasadas era ideal para leer.

Miraba através de la ventana. Apesar de que pasamos un rato en la biblioteca, el tiempo aun no cambiaba mucho. No era muy tarde a decir verdad, supongo que eran aproximadamente las dos de la madrugada.
Cuando Jack dijo que yo era tantas cosas, que tenia un estatus, familia, apellido que mantener. Lo miré sin mucha expresión en los ojos, aunque por dentro estaba un tanto herida. Sabía que la gente pensaba que a mi no me importaban los demás... bien, no lo niego, la verdad es que no lo hacían, adoraba ser egoísta, y tan solo fijarme en mi y en los que podían estar a mi nivel. Después de todo, soy Aricia Mclaggen, fria y perfecta, ¿Por qué tenía que esperar que alguien creyera que haría lo contrario a mi perfecta imagen de Slytherin?.

-Quisiera explicarte tantas cosas Jack, de como en ocasiones las cosas sencillas me hacen más feliz que mil diamantes. Quisiera explicarte lo que se siente el sabor de lo prohibido, que es amargo pero deja una dulzura que te incita volver a caer... -- con mi mano hice mi cabello hacía atrás y levante mi mirada, si iba a decir como serían las cosas, debía hacerlo por lo menos bien. --Y como dijo un gran poeta "podría decirte tantas mentiras"... de como no me importaría lo dicho de mi padre ni los comentarios de mis compañeros. Que tu sangre no tiene nada que ver, apesar de lo único que puedes llegar a ser. -- solté un largo suspiro -- No Jack, hoy no voy a mentirte. Tengo un apellido y un estatus, tengo una familia y respeto. -- Me acerque a el y acaricie su mejilla. -- Más sin embargo, te puedo asegurar que lo vivido en esta enorme biblioteca no lo olvidaré. Siendo lo que eres, pobre, sangre sucia, y alguien no conocido, lograste hacer que yo me divirtiera, que olvidara de lado la tristeza que portaba... Tú, un simple hijo de muggles logro que yo por un momento olvidara incluso que estaba encerrada en una biblioteca... --baje mi mano y me mordí ligeramente el labio --Puede que en este momento pienses que realmente soy una Ice Queen y que posiblemente no creas lo que digo, aun así quiero que sepas que cuando este entre los Slytherin o simplemente haya tenido un mal dia, yo podré recordar lo que tú hiciste por mi siendo una "desconocida".

No había más que decir, no podía darme el lujo de mentirle, ya que simplemente no se lo merecía.De aquellas veces en las que sentía que debía ser completamente sincera y no fingir que no me importarían los demás.
Ahora que lo pienso, hasta cierto punto agradezco que Malfoy me haya dejado, que me haya engañado. Sino lo hubiera hecho, no hubiera escogido una ronda diferente a la de él, y no hubiera acabado en la biblioteca, no hubiera conocido a Jack y para mi el solo sería una persona más en el colegio, como todos lo demás. Me alegro que no haya sido así y pudiera tener el placer de conocer a alguien como él, tan diferente a los demás. Cómo diría Sthepen, "Único en su especie".

Escuché las cosas que me explicaba Aricia sintiéndome arrepentido por haberle revelado mis pensamientos. A pesar de todo me parecían interesantes sus palabras... y era precisamente lo que esperaba. Aun así ella dijo que jamás olvidaría lo que había hecho hoy por ella. Entonces sentí sus dedos acariciando mi mejilla, como largos cuchillos haciendo sangrar mi cuerpo. Me estremecí con su contacto y aun así conseguí mantener fija mi mirada en sus ojos del color del hielo. Cada palabra que decía sobre su situación privilegiada me hería, era como una barrera más en el arduo camino hacia ella, como una cuerda que se rompe en alguien que intenta escalar una dura montaña. Sus dedos se separaron de mi mejilla y vi como se mordía los labios.

Después de que dejara de hablar suspiré y me mantuve unos largos minutos mirando sus ojos fijamente, en silencio. No sabía que decir. Finalmente con la voz algo ronca y sintiendo un nudo en la garganta dije:

- Está bien, Aricia... Siempre será un placer si recuerdas este día... más bien esta noche...

Aparté la mirada hacia la ventana y acaricié el cristal. Mirando el lago lentamente una loca idea comenzó a surgir en mi cabeza. Una ligera sonrisa apareció en mi rostro y un brillo en mis ojos. Saqué la varita y puse la punta en el cristal. Parte de éste se volvió líquido y comenzó a dar vueltas alrededor de la varita. Sin prestar atención a lo que pudiera estar pensando o haciendo Aricia, alcé la palma de la mano y apunté con la varita hacia mi mano. El cristal tomó forma de unicornio y se solidificó encima de la palma de mi mano. Era un pequeño unicornio de cristal. Éste movió la cabeza ligeramente y trotó en círculos alrededor de mi mano. Sonreí mirando los labios de la Slytherin y acerqué la palma hacia ella mientras guardaba la varita. Me arrodillé alzando el presente hacia la prefecta.

- Aricia... a pesar de todo... ¿puedes aceptar mi regalo y venir al baile que habrá dentro de unos días conmigo?

Cerré los ojos como defensa, casi como si estuviera esperando un puñetazo o algo peor. Apreté mi mandibula sintiendo como el unicornio de cristal daba vueltas en mi mano.

Sentía que todo era una locura y aunque una mayor parte de mi cerebro estaba seguro de que recibiría una respuesta negativa había una brizna de esperanza que surgía de mi alma, asentandose en mi cabeza la idea de que si finalmente la respuesta era negativa aquella esperanza se ocuparía de hacerme pasar, no solo un momento vergonzoso delante de ella, sino un dolor extraño por haber sido rechazado por la que quiza sería la única chica con quien tendría oportunidad de ir a la velada. Sentía un sudor frío recorriendo mi frente, era la espera más larga de toda mi vida, casi sentía un hormigueo en mis brazos como si la carga que sostenían fuera la más pesada que hubieran sostenido nunca y sentía mis sienes presionadas como si me enfrentara al problema más difícil que jamás hubiera intentado resolver... y de hecho no estaba muy alejado de la realidad. Aricia era la chica más complicada que jamás había conocido y posiblemente que jamás conocería. Sin duda comparada con Cécile, la Hufflepuff no había sido nada más que una Caperucita Roja, una chica sencilla y que se contentaba cualquier cosa... podríamos decir que ella estaba a mi nivel. Sin embargo conseguir solo la amistad de la Slytherin era una cosa complicadísima. El camino hacia su corazón era una carrera de obstáculos, no solo tenías las barreras como su fama, su orgullo, su família o su estatus, sino que también tenías que competir en velocidad con los demás chicos que podían superarte en cosas que jamás podrías cambiar como por ejemplo la mezcla de sangre que corría por tus venas o el nivel adquisitivo de tu família. Y todo y con eso aun había algo que me obligaba a intentarlo, algo que me empujaba a hacerme daño y dejar que la suerte dejara su papel, un impulso que trataba por derribar los obstáculos y conseguir lo que deseaba, aun corriendo el riesgo de resbalar y destrozar mi cuerpo con heridas de mil cuchillos que esperaban justo delante de la meta para acabar con los que no merecían la amistad de aquella Reina del Hielo.

Y aunque estos pensmaientos asaltaban mi cabeza una impasible sonrisa iluminaba mi rostro, a juego con el unicornio de cristal que trotaba feliz en la palma de mi mano.

Spoiler:

Quede encantada con la pequeña figura de unicornio que me había regalado. Sin duda alguna, las cosas pequeñas eran más de mi agrado. Sin contar claro, que el unicornio es una de mis criaturas favoritas, tan libre de si mismo y mágico a la vez. Tome la pequeña pieza entre mis manos y sonreí de lado. por un momento pense que era uno de los regalos que habían superado el anillo de diamantes que me había regalado mi padre, o el pony que me había dado mi madre de pequeña. Es raro como alguién como Jack hubiera acertado sin desearlo, incluso por mies pensamientos circulo la idea de que pudo haberlo escuchado en los pasillos, aunque no creo que sea de las personas que cotillean por el colegio.

Lo mire después de unos minutos, cuando me pregunto si quería ir al baile con él. No sabía con exactitud que decirle. ¡Vamos!, yo no era una persona que se interesara en los demás, nunca lo hacía, o por lo menos lo evitaba. Si fuera alguien más, me hubiera gustado burlarme de él, realmente me gustaba hacer sentir mal a las personas, era parte de la diversión diaria y los beneficios de ser Slytherin o más bien, ser yo.. Más sin embargo con Jack la cosa había sido diferente. Él era el ejemplo perfecto de una presa para cualquiera. Parecía que el mismo gritaba "Torturame", más sin embargo no lo hacía. Quizá por que era de las pocas personas que se habían interesado más haya de mi perfecto aspecto fisico y los puestos que yo tenía, quizá el dinero. El estaba conmigo como persona. Respire profundo y lo miré.

-- Lo lamento, Jack... Pero para el baile yo ya tengo pareja -- sentí una ligera punzada en mi estomago, quizá era culpa. Si, era eso.

Mire a Jack sin saber que más decir. Lo admire por atreverse a preguntármelo. Quizá no nos conocíamos del todo, pero era un detalle tan Gryffindor el hecho de sacar la valentía para preguntármelo a mi. Posiblemente la persona más fría de todo Slytherin, o algo así.

Aunque a decir verdad las dudas sobre el baile habían caído en mi. Ademas de que siempre pensé de que los bailes eran la inclinación vertical a un deseo horizontal. solte un suspiro mientras me acercaba a la ventana y miraba atravez de esta. Tome las manos de Jack. -- [color:91f3=029e7f]Además, los bailes para mi, siempre terminan... mal-- y como no comentarlo, si cuando recuerdo lo sucedido en el baile de navidad mi corazón se vuelve a destrozar. Pensar que ni si quiera Malfoy se había dignado a invitarme y había tenido que ir con Cedric, el prefecto de Hufflepuff, para que después me hiciera una escena de celos, tomando y llevándome lejos de él. Ha, pero claro, yo no podía reclamare nada sobre su pareja, una chica con una baja reputación, porque sino estaría mal. Quizá mi unica victoria fue que lo deje hablando solo y por primera vez no me importo...

Observé como las delicadas manos de porcelana de la Slytherin recogían mi presente con cuidado. Mis ojos fueron a encontrarse con los suyos, notando en ellos el brillo de la sorpresa y la felicidad. Al parecer había sido un regalo satisfactorio para la insatisfacible prefecta Aricia McLaggen Circe. Casi sentía la sensación de anticipación en mi pecho que me revelaba un "sí" surgiendo de aquellos labios rojos, aquellos perfectos labios, con una cálida voz de ensueño. En mis labios se dibujó una sonrisa y sentí un cosquilleo en el estómago notando la presión de un "sí" imaginario en mis oídos. Me puse en pie y a punto estuve de caer de rodillas de nuevo al escuchar las palabras pronunciadas por Aricia. Más dolor habría sentido si en vez de palabras me hubieran golpeado en el estómago con cuatro bludgers al mismo tiempo. La expresión de desconcierto que se dibujó en mi rostro debía valer más de mil galeones.

Pero a pesar de todo el tono en el que dijo aquellas palabras no era frío, ni burlón, ni siquiera enfadado. No, su tono era sereno y con un deje de arrepentimiento. Ella, la Reina de Frío, ¿sintiendo lástima por alguien?... Debía sentirme afortunado, por lo que rápidamente modifiqué mi expresión y sonreí tras sus últimas palabras antes de un silencio incómodo. Sentí como cogía mis manos y las acaricié distraídamente mientras miraba sus ojos, tratando de ver los engranajes que movían la confusa mente de la prefecta. Torcí los labios en una sonrisa más amplia y negué con la cabeza.

- No te preocupes. No pasa nada... no me gustaría ser el que estropeara otro baile en tu vida, ya verás como encuentro a alguien a quien fastidiarle esa noche... - le guiñé un ojo sin mostrarme tan frustrado como en realidad estaba... o al menos intentándolo - Al menos... dime que te ha gustado mi regalo, no me hagas quedar doblemente mal.

Le saqué la lengua y enlacé mis dedos con los de ella acercándome un paso y sintiendo como un ligero rubor teñía mis mejillas. La verdad era que no era muy experto con mujeres y muchas veces me sentía perdido cuando se trataba de adivinar sus posibles reacciones, muchas veces tenía que arriesgarme y tomar decisiones que quizá luego me podían traer problemas con la supuesta chica. Pero siempre valía más pedir perdón que permiso. Con Aricia todo era diferente. Miles de chicos la debían acosar, miles de chicos debían hacerle regalos y más de millones debían querer conquistar su corazón. Aún era pronto para decirlo, pero tenía seguro que con el tiempo yo me convertiría en otro más en esa lista... y si iba a hacerlo tenía que ser el mejor, tenía que demostrar que estaba por encima del número infiinto de pretendientes, tenía que pensar con rapidez y astucia como mi la fundadora de mi casa pregonaba y tratarla con atención pero con indiferencia, estar atento en todo lo que compartía conmigo y no mostrarme encima de ella... Pero aún era demasiado pronto para sentir todo aquello con claridad, ese día, encerrado en la biblioteca con la perfecta prefecta tan solo comenzaba a darme cuenta de sus encantos, sus gestos, su harmoniosa presencia, la perfecta cadencia de su voz, el suave tacto de su piel, el perfume de su cabello, infinidad de detalles que no soy capaz de describir con tanta simplicidad, infinidad de detalles que nadie debería atreverse a describir por miedo a que Dios, frustrado, te lance un rayo en la cabeza por blasfemar... aquel día solo eramos dos desconocidos que tanteábamos el terreno del otro con una venda en los ojos y un interés hacia su persona comenzó a posarse lentamente sobre mí, apenas sin darme cuenta.

Suspiré y separé las manos de las de ella, acercandome a la ventana y apoyando la frente en el frío cristal y mirando la noche estrellada. Un largo suspiro nació de mis labios.

- ¿Tienes sueño? - no se me ocurrió nada mejor que decir. Una sonrisa iluminó mi rostro... "No estropearía otro baile en su vida..."