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Mensaje por Invitado Dom Mayo 15, 2011 3:22 am

Cass estaba recostada en su cama, eran las 2:00 de la madrugada, y ella no podía dormir.
Cubierta por las sábanas recordaba, recordaba los momentos alegres, trataba de animarse lo más que podía, esta depresión la tenía atrapada, la tenía en un abismo negro del que no podía salir, estaba llena de nostalgia, se sentía sola, se sentía abandonada, ya casi nadie le hablaba, todos hacían como si ella no estuviera, ¿Pero por qué?, en un lugar tan grande no había nadie que se le acercara.
Que irritante.
Las personas la evadían, si ella intentaba hablar con alguna persona aquella simplemente se iba y la dejaba sola allí, parada sin poder moverse.
Y es que ahí acostada, con las almas haciendo sonidos a su alrededor, Cass estaba rodeada de dolor y tristes pensamientos, no había nada que hacer, los únicos que le hablaban eran los profesores y nadie más, lo cual era extraño, siempre había tenido amigos, que de un momento a otro, la olvidaron.
Se levantó de la cama y bajó a la sala común, se sentó frente a la chimenea y se calentó un poco.
El frío que le trepaba por las piernas y los brazos se iba lentamente. Mirar las llamas bailar y entretenerse en la madera era gracioso, le reconfortaba verlas, el calor aumentaba generando una especie de ánimo en sí.
La lluvia caía por la ventana, chocando con el vidrio y haciendo cómicos sonidos de golpes.
-Qué gracioso, fuego con lluvia combinan muy bien –Murmuró Cass para sí
Las llamas danzaban, iluminando el cuarto oscuro, llenándolo de la vida que le faltaba, las sombras estaban brillantes en la pared, al igual que el fuego bailarinas.
Cass se levantó del suelo, dejó el velo que traía encima del sillón y comenzó a bailar lentamente, las gotas de lluvia servían de música, eran como una tonada extraña pero divertida.
Sus calcetines rozaban con la alfombra, era lindo sentirse así después de tanta depresión y nervios.
El sentirse abandonada nunca le hacía bien a nadie, por lo que ella siempre cuando era niña le solían pasar las mismas cosas, hablaba sola o jugaba con algún animalito de por allí.
Pero trataba de nunca dejarse llevar por la soledad, siempre por más deprimida que estuviera, debía tratar de sentirse acompañada, siempre hay una forma, lo importante es saber cual.
Cass escuchó unos pasos cerca, volteó la mirada y estaba Angel Potter mirándola con curiosidad.
-¿Qué haces despierta? -.
-¿Qué haces despierto?-.
Ambos rieron.
-Yo trato de animarme un poco – Dijo Cass señalando la fogata
-¿A qué horas? –Rió Angel con sarcasmo
-Lo sé, pero… no podía dormir –Susurró la chica azabache sentándose frente a la chimenea
-Entonces somos dos –Dijo Angel con una sonrisa sentándose a lado de Cass
-Últimamente, todos están un poco distraídos, ya no me hablan, se alejan de mí –Murmuró la azabache con un chillido
-Quizás, estarán ocupados – Reflexionó Angel
-No, en los momentos de más tranquilidad, me acerco y todos se van -.
Angel se encogió de hombros y murmuró.
-Pues, yo no te ignoraré, si necesitas algo, allí puedo estar, soy joven, soy fuerte, no soy alguien cool, pero estaré cuando me necesites -.
-Gracias Angel, eso me anima mucho – Dijo Cass y tras muchas semanas, por primera vez sonrió.

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