El té de las cinco (libre)

Me encontraba recostada en la comodidad de mi habitación, el aire golpeaba fuertemente las ventanas. Tenía la mirada fija en el techo, miles de pensamientos pasaban por mi mente, unos sin sentido, otros en recientes acontecimientos.
Solté un largo suspiro mientras me sentaba sobre la cama, pasé mis dedos por la suave colcha en color esmeralda con detalles plateados. Enfrente de mi cama había un enorme tocador negro, me levante de la cama y me pare enfrente de el. Sonreí.

Era extraño recordar como había llegado al colegio, las circunstancias y sobre todo las razones eran completamente diferentes.
Debo admitir que llegar a este lugar cambie en muchas cosas , algunas para bien, otras para mal.

La primera vez, antes de entrar pelee con mi padre, quería regresar a Beauxbatons, quería ver e nuevo el hermoso castillo blanco, los pisos de mármol, el lago cristalino, los jardines que quizá eran cada día mas verdes y con la tranquilidad de que no tenía que tener ese miedo de juntarme con personas equivocadas.
París era mi vida, así como ese hermoso lugar en el que viví, la ciudad del amor y por supuesto, el primer lugar dondé conocí a ... a mucha gente inolvidable..

No puedo negar que Londres era de los lugares más hermosos en los que había estado, sin embargo yo tenía una vida planteada en Beauxbatons.

Después de la larga discusión con mi padre tuve que quedarme en Hogwarts y claro, adaptarme. Poco a poco me fui abriendo paso a lo que ahora mi hermana, Luna y un par de amigas dicen llamar "popularidad".

Sonreí con ironía, ahora era como muchos me califican "Ice Queen o Prefecta Perfecta", debo agradecer eso, y quizá pensar de que sino fuera así terminaría como algunas chicas que conocía, que para poder resaltar tenían que hacer un montón de tonerias.


Después de un rato el reloj de la pared comenzó a sonar, eran las Cinco en punto de la tarde. Me mire una vez más en el espejo y arregle mi uniforme. Recordé que en este país a esta hora se acostumbraba a tomar té; no lo había intentado antes pero por alguna extraña razón hoy sentí el deseo de probarlo.

Baje las escaleras de piedra y mire a mi alrededor al llegar a la sala común, estaba casi vacía, a excepción de un chico, parecía algo menor. Incline mi cabeza ligeramente de lado y lo mire con detenimiento. Tenía como catorce o quince años, y tenía en su cara la inocencia dibujada.
Me acerqué con paso cuidadoso a la chimenea que estaba apagada, chasquee los dedos y esta se encendio. Tome asiento en mi tipico sillón negro de piel.

Mire al chico nuevamente, parecía algo desubicado. -- Bonjour -- Sí, de seguro era algo extraño que una persona llegue y te salude de la nada, aunque claro, yo tenía como excusa ser la prefecta y jefa de casa y era obvio que debía conocer a cada alumno Slytherin. -- Eres nuevo, verdad... Mi nombre es Aricia y soy la jefa y prefecta de casa -- nuevamente chasquee los dedos y aparecí en la mesa de al lado una pequeña taza de té. La tome entre mis manos y luego mire al chico esperando que dijese algo.

La Sala Común era un lugar tranquilo cuando no había demasiadas personas. Me gustaba pasar el tiempo ahí, leer un poco y pensar en cosas. Era un lugar relajante y su tonalidad verdosa y su temperatura fría me gustaba demasiado. El sol no llegaba mucho; estábamos debajo del lago, y a decir verdad no me importaba nada. El sol no iba mucho conmigo.

En realidad, el sol era algo así como mi enemigo y trataba de evitarlo a toda costa. Sabía que era inevitable ya que por ironía, me encantaba el Quidditch y era parte del equipo. Eso significaba pasar horas al aire libre, expuesta al sol... Pero valía la pena. El Quidditch es mi pasión.

Con un libro a la mano y recostada en uno de los sillones, sentí el olor de un té. Con un poco de flojera, alzé la vista y el reloj de la pared marcaba las cinco en punto. ¿Cómo se me pudo haber olvidado? Era la hora del té y no estaba al tanto. El libro era demasiado interesante y me había quedado absorta en él.

Con una sonrisa y con ganas de tomar el té con quién quiera que lo estuviese sirviendo, me levanté del sillón y busqué con la mirada —y con un poco de mi olfato, debo admitirlo— a la persona del té. A poco distancia de ahí, visualicé a dos chicos iniciando una conversación. La primera persona era un chico a quién no conocía y tampoco lo había visto en Slytherin. Es nuevo, pensé y me fijé en la otra persona. A esta si la reconocí. Era Aricia McLaggen, la prefecta y jefa de Slytherin. No habíamos hablado mucho, pero tampoco era como si fuéramos desconocidas total.

Me paré del sillón y me dirigí hacía ellos dos con una sonrisa. Me senté en un sillón color carmín, al lado del de Aricia y por fin pude tener una imagen completa del chico nuevo.

No parecía mayor que yo. Era más que obvio que tenía unos... dos o tres años menos que yo. Me daba curiosidad la expresión que tenía. Parecía algo intimidado, sin embargo, podía ocultarlo bien. Sonreí más amplio.

—¿Qué día más hermoso, no lo creen? Buenas tardes, Aricia—empecé sonriente—. ¿Eres nuevo, no es así? —me reí un poco al preguntar lo obvio—. Pues bienvenido a la noble y ancestral casa de Salazar Slytherin. Mi nombre es Yveline Rosier, quinto curso —le extendí la mano.

No despegué la vista de la chica que había entrado mientras caminaba hacia la chimenea y la encendida. Además de ser bella, tenía una forma de caminar, de moverse... una gran seguridad, determinación. ¿Por qué yo no podía ser así? Mi inseguridad era notable, y más si hacía estupideces como quedarme mirando a la gente mientras encendía las chimeneas. Cuando aparté mi vista, la muchacha apareció a mi lado. Si no hubiese dejado la tetera un par de segundos antes, habría terminado destruida en el suelo.

Me sobresalté ligeramente, no me lo esperaba, pero me recompuse al instante. Observando con curiosidad los ojos y los rasgos de esa chica. Aricia. Sí, obvio que la conocía. Además de sus cargos, medio colegio suspiraba por ella. Mis primeros dos años no me había parecido para tanto, ahora sí. Iba a contestarle cuando me saludó, pero ningún sonido salió de mi boca. La volví a cerrar y tragué saliva antes de hablar. Menudo ridículo hiciste, Matt.

-H-hola -le dije, desviando mi mirada hacia otro lugar, y posándola en la tasa de té un momento, pero la mire para contestarle -. No, es mi tercer año -ya sé que no tenía porque conocerme, pero nunca agrada que te pasen por alto por tres años -. Matt Fitzalan, un gusto -concluí, mirándola y sonriendo, ya pasado el primer ataque nervioso.

Y antes de que había terminado de pronunciar mi apellido había llegado otra chica, un poco más joven y hablándome como si llevara diez minutos en Hogwarts. No me molestó. ¿Me tendría que molestar? Por lo menos ahora me conocerían. Parecía llevarse bien con Aricia, no era de los que se cortaban ante dos desconocidos que eran amigos, pero no voy a negar que un poco intimida. Algo. Muy poco.

-Matt Fitzalan, como le decía a Aricia -le dije, sonriendo a su par, sería poco mayor que yo -, y también como decía, es mi tercer año aquí -aclaré, colocando una cucharada de azúcar a mi té -. Parece que no soy muy conocido por aquí -bromee, y les ofrecí té, colocando mi mano en la tetera -. ¿Gustan un poco?

Le dedique una sonrisa de lado mientras arqueaba mi ceja. Debo decir que como primera impresión no le vi la pinta de Slytherin, de hecho parecía una persona a lo que yo llamaría "amable", presa facíl para cualquier Slytherin aprovechado, por suerte yo no era así... Por lo menos no con gente tan pequeña.

Debo decir que la forma en la que me miraba era tierna, por lo que sonreí más. Note sus nervios, me pregunto por que la mayoría de la gente tendrá ese tipo de reacciones conmigo?.
Cuando por fin hablo, lo hizo con la voz quebrada y como suponía, no era demasiado grande. Tercer año, un adolescente o algo así. Me impresiono que llevase aquí tres años, digo, yo llevaba unos cuantos meses y conocía a todo Hogwarts, aunque con lo ocupada que estoy casi siempre era normal que sino se daba a conocer aunque sea un poco yo no sabría de su existencia.

Estaba apunto de contestarle cuando a la sala entro Yveline, asentí con la cabeza — Sería mucho mejor si lloviera o nevara, pero en esta época no creo que suceda —comente vagamente. Me recargué mejor en el respaldo mientras tomaba la taza que había dejado al lado de la mesa, sople un poco para no quemarme y luego dí un pequeño sorbo para dejar la taza nuevamente en su lugar. — Sabes, se me hace raro que no te conociera, es decir, prácticamente he hablado con todos los Slytherin que hay... —solte un largo suspiro mientras acomodaba mi cabello — De cualquier manera, es un gusto conocerte Matt y algo tarde, pero como dice Yveline, Bienvenido a Slytherin... — le ofrecí mi mano, siempre era bueno conocer a gente de tu misma casa.


Ver a Matt me hizo recordar al primer Slytherin que conocí, Cain Lancaster. Apesar de ser una de las chicas nuevas sabía que el era algo así como "The Slytherin's King", y ni como discutirlo. Sino me equivoco había sido en un pub... creo, afuera de Hogwarts, y tiempo después pudimos hacerlo en una de las fiestas que había organizado, privada por supuesto. Supongo que muchas cosas de las que aprendí se las debo a él, como por ejemplo, que más de una vez tener el aspecto y cierta actitud sirve de más con la mayoría de las personas y gracias a Salazar eso me ayudo a crecer en el colegio... Quizá, si es posible, Matt podría resaltar aunque sea un poco más en Slytherin, de cualquier forma no me parece nada bien que alguien de nuestra casa pase desapercibido.