Casi tocando el cielo [Luna Midori]

Era viernes y el cielo ya estaba anaranjado, caminaba por los pasillos con las manos en los bolsillos del pantalon, normalmente me la pasaba solo, pero tenia ansias de muchas cosas, por ejemplo de una chica, no sé posiblemente madure pronto y me ubique en un solo lugar Ja... no lo creo dije para mi mismo con una sonrisa arrogante en mi rostro.

Saque de uo de mis bolsillos una paleta, me la puse en mi boca y decidi detenerme un rato para hacer lo que normalmente hacia, mirar el techo o leer, entre a la primera aula abandonada que encontre y me recargue a un lado de la puerta y me dedique a mirar por la ventana que estaba al otro extremo, las luces anaranjadas se combinaban con las azuladas oscuras que daban paso a la noche, pronto seria hora de cenar y no habia pasado nada entretenido en todo el dia.

Mi dia habia transcurrido como muchos otros en Hogwarts, tranquilo y apasible. Por fin se habia ido mi pereza y asisti a todas mis clases e incluso habia conseguido algunos puntos en Encantamientos para Ravenclaw. Sin embargo, al llegar la hora de la comida mis animos se habian ido hasta el suelo al llegar al Gran comedor. La respuesta de mis padres que habia esperado con tantas ansias no era nada gratificante, de inmediato se me llenaron de lágrimas los ojos. Salí de inmediato, quería estar sola, queria ser capaz de llorar sin tener todas las miradas curiosas sobre mi. Solo había todo un lugar en el castillo donde era posible: el aula abandonada.


En todo el camino traté de contener mi llanto, pero el nudo en mi garganta me lo ponia dificil. No quise prestarle atencion a las personas que pasaban a mi lado, ni siquiera reparé en sus rostros. Sentia que si alguien lograba mirarme a los ojos no soportaría mas y me pondría a llorar en su hombro.
Cuando por fin pude llegar me percaté de que no estaba sola. Habia un chico de Slytherin con la mirada perdida hacia el paisaje. Se sobresalto al escuchar mis pasos detrás de el.

_ Lo siento, no sabía que habia alguien más - Iba a darme la media vuelta hasta que reconocí su rostro. Era nada más y nada menos que Seine. Tenía que salir de inmedia de ahí.