La noche de lluvia (libre)

Sala común: acostumbraba muy poco a estar allí. Nunca me había llamado la atención llegar a Gryffindor, siempre había pensado en Ravenclaw o Hufflepuff pero bueno, el destino me llevó hasta allí, o mejor dicho el cansancio y la curiosidad.
Me senté en la butaca forrada del color escarlata y me eché a leer. El fuego de la chimenea hacía ruidos extraños y me interesé en él. Fruncí el ceño y comencé a acercar mi cabeza al punto de sentarme derecha para vigilar a un pequeño ser que caminaba por el rincon de la hoguera. No sabía específicamente lo que era ni lo que haría. Quizás era un bicho raro que aún no conocía y disfrutaba del fuego.
Me volví a recostar cómodamente en mi butaca, cerré los ojos y sentía como la lluvia caía. Mi suéter negro terminado en costuras rojas hacía que todo convinara con él.
La lluvia era un pequeño canto que relajaba mi cabeza y la limpiaba de todo desorden... hasta que sentí la presencia de alguien en la Sala, ya no estaba sola, adiós relajo.

-buenas…- dije en cuanto logre divisar un ligero movimiento frente a la chimenea, me había sido agradable encontrarme por los pasillos a mis superiores, ya que siempre me gusta pasar un tiempo con ellos, a pesar de ser menor; me recuerdan tanto a mi hermano.
Ya me había mejorado el humor definitivamente y eso era bueno ya que soy de las que se están enojadas mucho tiempo, primero se les olvida porque están enfadados a que se les pase el enojo, en fin; al llegar le dije la contraseña a la Sra. Gorda (reitero no está gorda solo muy detallada) cuando entre me calo e hecho de que estuviera medio vacía la sala por lo general esta siempre muy concurrida, es raro verla así, apacible; mas sin embargo unos cuantos movimientos en el sofá frente a la chimenea me sacaron un pequeño respingo; fue ahí cuando salude, para después agregar –disculpa, creí que estaba solo- acercándome al sillón continúe- porque estas tan sola? Es una noche mojada pero no es tampoco como para estar en las tinieblas… ni que fueras Slytherin- sonreí mostrando mis perlados dientes – disculpa si te desperté; o moleste… pero creo que este día he tenido mucho silencio – y soltando una risilla me senté frente a la chimenea para calentarme un poco, no podía verlos pero estoy segura de que los dedos los tenia morados del frio.