Un placer conocerte. [Stefano Z.]

Era una noche común en el que me encontraba sola deambulando de nuevo por el castillo, inquieta gracias al insomnio que me separaba de mis sueños. Como no tenía con quien hablar, o molestar realmente, no me quedaba otra opción que la más segura y siempre a elegir caminata nocturna, en ésta mi mente actuaba como un remolino de ideas, preocupaciones, recuerdos, fantasías, cantidades de cosas demasiado innecesarias como para guardarlas en mi mente pero que seguían allí como una clase de tormento o lección.

Era claro que una de esas cosas que se paseaban por mi mente era la razón por la cual me distancie tanto de los demás, esa triste historia que compartía con mis padres en esos momentos. Mi madre tenía tres meses de embarazo, seguro era una noticia de la cual debía estar muy entusiasmada y lo estaba, realmente lo estaba, pero en el fondo existía ese temor de que se volviese a repetir lo mismo... Nadie de la familia soportaría otra perdida, mucho menos mi madre quien por años se sintió culpable sólo por haber estado enferma.

Caminé por un largo rato aunque no se cuanto tiempo exactamente, estaba muy oscuro pero podía iluminarme lo suficiente el camino con mi varita para saber por donde iba. Estaba cerca de las aulas, no estaba segura si podría entrar en alguna de ellas pero opte por ir al aula abandonada, había menos probabilidades de que me pudiesen encontrar allí. Entré observando cada pequeño espacio del salón, noté que antes y a pesar de todas las noches que estuve vagando no había tenido la oportunidad de entrar pero tampoco era muy visitada pues había polvo en todos lados. Para sentirme más cómoda y ver con más claridad encendí unos velones, soplé uno de los escritorios amontonados para sacarle el polvo y me senté allí, ubique mi bolso al lado y saque de él un pequeño álbum de fotos que tenía, fotos viejas de mis mejores momentos tanto en casa como en Hogwarts y me puse a verlas, tan sólo recordando.

Mientras observaba las fotos me daba cuenta de lo mucho que extrañaba a mis amigos, sí, de ese grupo de idiotas que siempre sacaban bromas para molestar. Extrañaba también las escapadas del castillo, siempre por curiosa solía buscarme problemas pero era divertido. Extrañaba más que a todo a Luna, mi mejor amiga, las clases y los problemas en los que yo misma me envolvía nos habían distanciado y era como perder una parte de mi. No quería seguir así, acompañada conmigo misma, alejada de lo que me hacía feliz y aquellas fotos, aquellos recuerdos me motivarían a volver a mis antiguas andanzas. Este masoquismo era la mejor manera para hacerme reaccionar.

Continúe pasando las paginas detallando cada foto a la vez que en mi cabeza revivía cada uno de esos momentos captados pero me detuve en seguida al escuchar que había entrado alguien, al principio me asusté, de una vez pensé que me habían encontrado y me castigarían, pero al subir la mirada me encontré con un chico, afortunadamente que fue un chico común, suspiré con alivio por eso. Me preguntó si podía entrar y se quedó parado en la puerta asegurándose de que no hubiese nadie cerca que nos encontrase, resoplé por eso.
- En realidad estoy muy ocupada, no esperaba visitas a estas horas pero podría hacerte espacio por un rato nada más.-Le contesté bromeando, con una sutil sonrisa y una ceja arqueada. Sin cerrar el álbum lo dejé a un lado.-Eres bienvenido, entra.-Agregué para que no dudase en pasar.

Lo observé bastante bien para sólo estar iluminado por la luz débil de los velones. Tenía puesta su túnica que lo delataba de ser un Ravenclaw. Debajo de sus ojos habían unas pequeñas marcas oscuras que quizás sólo estaban allí por esa noche, por lo visto no era la única a la que el insomnio no dejaba descansar.

Lo observe al entrar y ubicarse a lado de mi, parecía ser un chico tranquilo, de esos de los pocos que hay que se mantienen decentes y caballerosos en todo momento. Me pareció raro en el momento pero a la vez era indicado para aquella noche, si hubiese llegado alguien más me hubiese atacado con preguntas de que hacía allí y seguramente no me habría gustado, me habría incomodado. Éste se presentó como Stefano Zylka, cursamos el mismo año y como era vidente, era de Ravenclaw.
-Mi nombre es Lilith Baxter pero puedes llamarme Lil, sexto curso, Gryffindor, el gusto es mio.-Me presenté igualmente. Lo vi notar el álbum de fotos y observar casualmente la pagina en el que habían fotos de mi mejor amiga y yo, me avergoncé un poco pues algunas eran espontaneas y los gestos que teníamos eran extrañas, a él no le pareció importar eso sino que sintió curiosidad por mi amiga, Luna.
-Si, en realidad es mi mejor amiga, también es de Ravenclaw.-Le contesté pero él ya había desviado su vista a una de las ventanas, supe de inmediato que debía ser muy observador pero a la vez un poco inquieto. Tomé de nuevo el álbum dándole una vista por última vez para luego cerrarlo.-Son un poco vergonzosas estas fotos, no son las mejores que tenemos.

Tuve un sentimiento curioso, ya había tenido bastantes encuentros así durante la noche, pero por el tiempo en el que había dejado de salir me sentí como en los viejo tiempos. Volví a dirigir mi mirada a Stefano.
- Probablemente no me incumba, pero ya que estamos los dos solos me pregunto... ¿Qué haces a estas horas fuera de las habitaciones?-Pregunté con curiosidad, a pesar de que haya tenido varios encuentros así no era común que alguien saliera de noche a hacer nada y luego se quedara en un aula polvoriento con una desconocida.

Menciono que había visto a Luna en su Sala Común, no me sorprendí mucho pues ella solía pasar mucho rato allí o sino era en el Gran Comedor, conociéndola no era buena haciendo nuevas amistades pero siempre era una dulzura con los desconocidos, encantadora.-Es una increíble persona, pero es como un cachorrito ya puedes ahuyentarla fácilmente y sólo se consigue su confianza cuando se de cuenta de que no le harás daño.-Le dije pensando en ella, extrañándola más de lo que debería. Mire hacía el álbum y sonreí por todos los recuerdos que llegaron a mi mente en ese solo instante, como cuando la conocí.-Es raro que te diga como es ella, sobre todo porque apenas nos presentamos.-Dije encogiéndome de hombros, aunque lo dije por decir nada más, realmente no me importaba como se tomaran las cosas, aún así fuese casi un total extraño.

Lo escuche decir de que todos nos habíamos tomado fotos así alguna vez y sí tenía razón aunque yo lo hacía todo el tiempo, las muecas eran una de las cosas que más destacan en mi o eso me habían dicho. No muchas otras personas eran tan expresivos, por lo menos él no lo era.-Veo tu rostro y no te imagino haciendo alguna mueca extraña, eres muy serio, neutral.-Le dije examinando su rostro, volví a sonreír por lo raro que parecía que le hablase tan confiada a un desconocido y él se veía tan cortes, muy poco atrevido.

Con la siguiente pregunta que le había hecho note que debía tener algún peso encima, se rasco la nuca y con incomodidad confesó que tenía insomnio y que me había seguido para luego disculparse como si fuese algo tan malo. Mientras el sonreía inspirado de confianza, fruncí el ceño y lo miré con cierto recelo.-¿Me seguiste? No, no te perdono.-Le dije con el mismo rostro de disgusto y antes de que pudiese borrar esa sonrisa de su rostro, voltee los ojos y luego le sonreí de nuevo.-Todo bien, Stefano, más bien está bien que lo hicieras... Seguro no me hubiese gustado tanto estar aquí sola, siempre bueno es hablar con alguien nuevo.-Le dije aún sonriendo esperando su respuesta a la vez que volteaba mi rostro para ver la luna escondida por las nubes

Observe el cielo, que por aquellos destellos de luz debía estar la hermosa luna oculta entre las nubes y las millones de estrellas que la acompañaban. Sentía el frió de la brisa y a la vez el calor que ofrecían las velas a la habitación, era una muy buena sensación. Escuche a Stefano decirme que no debería sentirme mal por hablar de mis amigos, volví a ver su rostro comprensivo, negué lentamente con la cabeza con un sutil sonrisa.-No es que me sienta mal, querido Stefano, tan sólo es que los extraño.-Le aclare con la voz suficientemente firme como si no me afectara tanto. No debería animarme a hablar de como me siento, una vez que empiezo a hablar no me detengo y termino desahogándome como una loca.-Es bueno torturarse con los recuerdos, supongo.-Dije apuntando al álbum, lo tomé para guardarlo ya que sabía que no lo seguiría viendo si quería prestarle toda mi atención a Stefano.

Me aclaro que normalmente era serio, eso era algo bueno pues lo describe como un joven que no esta para juegos de niños, lamentablemente para él yo era toda una niña juguetona. Hizo es gesto con los dedos para las comillas, fruncí el ceño e hice un puchero como extrañada por eso.-Yo no soy de esas personas, también puedo ser seria.-Le dije inclinando mi cabeza hacia un lado y alzando las cejas. Que va, sólo alardeaba, jamás podría serlo pues era terriblemente risueña e inquieta.

El clima empezó a hacerse más frió, seguramente era porque se hacía más tarde y la brisa aumentaba su fuerza. Las llamas de las velas bailaban frenéticas. Escuche lo que dijo sobre ser un psicópata y no evite reírme con ese comentario.-Se que lo eres pero no te preocupes, yo soy una mentirosa compulsiva con inclinación al canibalismo, pero tranquilo no te pienso morder... No esta noche.-Le dije con una sonrisa picara a la vez que jugaba con mis manos como si planease algo malo para darle un pequeño susto.-Si lo lleva, y en este instante nos burlamos del insomnio que esperaba darnos una noche caótica y en vez de eso estamos los dos conociendonos, ¿bastante bien no?-Dije haciendo el gesto de los pulgares arriba con una sonrisa.

Escuché eso que dijo de que los amigos son el motor de mi vida, sonreí con ese comentario. La verdad era exactamente así para mi, desde que a mi familia le empezó a dar igual la vida de ellos mismo y de su propia y única hija, mis amigos eran lo único que tenía, mantenerlos era algo que quería hacer siempre.-¿A quién extrañas tú?.-Le pregunte con una mirada relajada pero con curiosidad. Me di cuenta de que seguro era algo que no era de mi incumbencia pero no dije más nada, si querría responderme o algo no me importaría.-Las cosas ya no son igual que antes, por eso lo digo de esa manera.-Le asegure sin querer darle mucha importancia al asunto. Las cosas siempre pasaban por algo, no existían las casualidades y el destino ya estaba escrito, si algo tenía que ser así lo sería y no se podría hacer nada.

Me dijo que seguro lograba sacarle alguna mueca, yo no dudaba de eso pues mis terribles manías solían ser pegajosas para otras personas o simplemente suelo provocarlas.-Ya te he podido sacar unas sonrisas y una que otra risilla, se que lo lograre.-Contesté dispuesta. Por alguna razón sentía que además de que no sería tan difícil es que probablemente lo volvería a ver, su presencia era agradable en aquella noche fría y contra las reglas, era muy tarde para andar fuera de cama, divertido.

El ambiente seguía haciéndose más frío y la brisa aumentaba, la luna empezaba a descubrirse entre las nubes y alumbraba nuestros sitios haciendo débiles las luces de las velas.-Lo sé, por eso te dejare para más tarde, quizás para el desayuno.-Le contesté a su respuesta y reí con él, cosa que fue agradable dado que al reírnos juntos quería decir que aumentaba la confianza. Escuché lo siguiente que dijo y asentí con la cabeza con una sutil sonrisa.-Sólo tienes suerte de haberme encontrado esta noche, todos se la pasan bien conmigo.-Le dije alardeando en broma y sonriendo. Como el frió iba aumentado, un escalofrío recorrió toda mi espalda y me hizo temblar como una niña.

Después de la pregunta que hice acerca de quien extrañaba, su manera de responder me hizo pensar que lo había puesto nervioso. Seguro que lo estaba por su intento de no dejarme malinterpretar nada pero de todas formas lo hice. Mencionó a su mejor amiga, así que algo debía sentir por ella debido a su nerviosismo. Reí por su manera de ser en cuanto a ese tipo de tema. Me incline lentamente hacía él para que puede ver bien mi rostro.-Tranquilo, no te molestare con que te guste tu mejor amiga.-Dije sonriendo picara a la vez que volvía a mi lugar. La verdad no quería molestarlo pero no puedo evitar esa clase de comentarios, siempre tengo que decir lo que pienso aún así incomode sin querer al otro. Y en eso fue que me di cuenta que él y yo eramos muy diferentes, en ese poco tiempo que habíamos hablado ya lo podía describir de alguna forma acertada.-Disculpa, me parece que he sido muy atrevida.-Le dije para que no se sintiese incomodo o disgustado por las cosas que puedo llegar a decir.

Escuché sus siguientes comentarios y no pude evitar volver a sonreír. Para ser un chico como él y que considerase que la charla todavía era joven era divertido, podía muy cortes y todo eso con la pinta de buen chico pero al parecer no le importaba que nos pudiesen encontrar fuera de cama a esas horas.-¿Aún es joven, eh? Entonces no te importaría pasar toda la noche arriesgando tus puntos de casa.-Le dije arqueando una ceja y con una mirada un tanto desafiante. Me divertía el hecho de que nos estábamos conociendo en este tipo de circunstancias. Quizás si nos volvíamos a ver lo llevara alguna aventura fuera del castillo, sería divertido y se que él tenía ese sentido protector que me gustaba mucho en hombres.

Reí con su comentario del dolor de estomago como si él fuese algo descompuesto o por el estilo, negué con la cabeza en ese mismo instante.-¿Eres tóxico o radioactivo, Stefano? Dime si tengo que tener cuidado.-Le dije bromeando a la vez que volteaba mi mirada nuevamente al eterno cielo. La luna se veía tan grande y brillante, más que cualquier otra noche y eso me encantaba, tener ese momento y poder disfrutarlo con alguien con el me estaba llevando bien. Volví a mirarlo cuando volvió a hablar.-Sólo sé que tu no estarás solo porque te acosare por el resto de tus días, consecuencia de haberme caído bien.-Sonreí de nuevo, y en el justo momento de temblé del frío él lo notó y me ofreció su túnica para darme calor. Me pareció dulce de su parte pero no podía aceptarlo.-No, no hace falta. Seguramente tú también tendrás frío si me lo das a mi y no quiero eso.-Le dije honesta. Preferiría seguir pasando frío que hacerle pasar esa incomodidad a él, siempre fui muy atenta con los demás y muy pocas veces conmigo misma, debe ser por eso que aquella noche no considere llevarme algo de abrigo.

Negó rotundamente mis sospechas, suspiré vencida por ello pero luego me animo diciendo que le gustaba alguien más. Supe inmediatamente que aunque no acerté con la chica lo hice con sus sentimientos. Pareció perderse en sus pensamientos unos segundos de silencio para luego responder a mis disculpas. A pesar de lo poco que lo conocía veía demasiado tierno que surgieran sentimientos de ese modo.-Soy curiosa y tenemos tiempo de sobra para hablar y conocernos, así que si quieres me hablar de esa chica que te gusta, si no quieres no tengo problema con eso.-Le dije a animándolo a conversar sobre eso pero dejandole claro que no me importaba si no lo hacía, de todas formas no sólo tenia esa noche para conocerlo, sabía bien que tendríamos más oportunidades, no había prisa.

Escuché sus respuestas en cuanto a lo arriesgado que eramos en ese momento y que la aventura no viene mal, yo era profesional en probar eso pues me gustaba mucho meterme en problemas, aunque he tenido mucha suerte.-Exactamente, así me gusta. Eres un águila muy divertida, Stef.-Le dije sonriendo y utilizando el diminutivo de nombre. Se solía describir a las personas de Ravenclaw como aquellas que sólo les importaban pasar todas las clases con altos promedios y no les interesaban las cosas que los pudieran distraer, pero así como mi mejor amiga y Stefano habían otros que no seguían esa tendencia y eran extrovertidos, eso me gustaba mucho.

Me gusto su comentario de si había una buena manera de acosar a alguien, lo pensé por un momento y claramente no había ninguna buena manera, era demasiado escalofriante para cualquiera.-Pues no, el acoso es terrible por lo tanto deberás aguantarlo y no tendrás escape.-Le dije alzando las cejas. Me respondió que también le caía bien y que tenía tiempo sin tener alguna conversación así, sonreí de que fuese así.-Entonces, ojala se repita este momento.-Dije dispuesta a pasar otra noche bajo la luz débil de las velas y la gran deslumbrante luna. Me aseguro que no había problema con que me abrigase con tu túnica pues él estaba bien.-Esta bien, pero si tienes frío no dudes en decirme.-Le dije confiando en lo que decía, tome la túnica y me la puse, inmediatamente sentí el calor de Stef que se alojo en ella.-Muchas gracias.-Le dije asintiendo.

Al parecer no le importo hablar de su querida amada y empezó a contarme de ella con esos aires de nostalgia. Su manera de hablar de ella lo hacía escucharse tan enamorado y con aquella sonrisa de oreja a oreja que lo delataba aún más. La halagaba con las mejores palabras, aunque él no lo creyese no sonaba para nada raro sólo era el amor lo que hablaba por él. No pude evitar verlo increíblemente tierno y dulce, recordé sentirme así alguna vez pero nunca pase de la zona de amigos o de simples juego e indirectas, por lo tanto alguien con pareja y tan enamorado lo admiraba en cierta forma que no sabría explicar.-Que hermosa la manera en que hablas de ella. Se nota que estás muy enamorado.-Le dije sonriendo de lado.-¿Por qué razón no puedes verla más a menudo?-Le pregunte desbordando aún más mi curiosidad y más interesada en aquel amor.

Me extraño que me dijese que era la primera que lo llamaba de esa forma, al menos a mi comúnmente me si eran personas que no conocía era tan sólo una leona o una sangre sucia, pero bueno de ninguna forma ni por mas vulgar que fuese me llegaba a molestar.-Me alegro entonces que sea así.-Le contesté satisfecha. Por alguna razón me sentía bien hablando con él, es decir, puedo ser muy sociable pero me desenvolvía más con él, era realmente bueno eso y estaba segura que a él le sucedía lo mismo conmigo, eso me hacía saber que si los dos estábamos dispuestos llegaríamos a ser muy buenos amigos.

En cuanto al tema del acoso, Stef parecía estar de acuerdo con el asunto a pesar de lo terrible que fuese.-Conmigo te acostumbraras, será muy divertido.-Le asegure guiñándole un ojo como si fuese a gozar mi acoso, bueno mi tipo de acoso que en mi definición es más pícaro de lo que debería. Escuche su idea de nuestro próximo encuentro y me pareció bastante buena.-¡Excelente! Entonces está dicho nos volveremos a ver, y ningún mejor sitio mejor que la cocina para matar el hambre y el aburrimiento juntos.-Dije alegre por ese plan tan excitante. Al ya estar abrigada con su túnica noté a Stef complacido por ello, recordé en seguida que en mi bolso llevaba algunos dulces, unas ranas de chocolate y una caja de grageas de todos los sabores, tome mi bolso y saqué la caja de grageas.-¿Se te antoja?-Le pregunte con una sonrisa muy de niña cuando consigue sus dulces.-Si puede que parezca extraño que lo lleve conmigo pero me gustan mucho excepto por las sorpresas de sabores que te puedas encontrar.-Le dije haciendo una mueca de asco, extendí mi brazo hacía él para que tomase algunas si quería.

-Ya veo...-Dije en voz baja después de que él me respondiese. Dijo que disfrutaba estar con ella, aunque al parecer las ocupaciones los distanciaban un poco. Lo observe con aquella sonrisa tonta de enamorado que dibujaba su rostro, sin preocupación. Parecía un niño hablando de su primer amor, lo que me pareció lo mas tierno que había podido ver hasta ese momento. Estiré mi brazo hasta pellizcar con suavidad su nariz a la vez que se asomaba otra sonrisa mía, era una de las cosas que solía hacer con ternura.- Me alegro entonces que disfrutes tanto estar con ella, me refiero a que eso es tan lindo, muy pocas veces he visto a un chico hablar tan cautivado.-Le dije alzando las cejas.-Mayormente en estas cosas son los chicos quienes son más reservados.-Agregué. A pesar de recién haberlo conocido, lo estaba descubriendo poco a poco, como si de alguna forma a él le resultase fácil hablar conmigo de esas cosas y a mi me interesase saber todo sobre él, supongo que era una buena señal. Pero en tanto ese tema, no pude evitar pensar también en lo que yo me había metido hace no mucho tiempo atrás, me había empezado a gustar uno de mis amigos y eso era algo difícil de sacarse de la cabeza. De todos modos, yo aún en esos momentos no quería imaginarme muchas cosas con él pues no sabía si el sentía lo mismo, así que lo único que quería era seguir siendo alguien importante en su vida aún así no fuese como yo quería.

Fruncí el ceño al escuchar lo siguiente que dijo, supuestamente era su primer encuentro que era calmado. Me hizo extrañarme y cuestionar si él era de esos chicos que les gustaba andar haciendo cosas indebidas en el colegio o fuera de él. Aunque no tendría nada de diferente a mi pero cada quien sabe esconder lo suyo y Stefano era tan cortes que no era algo que se podía creer fácilmente.-¿Qué quieres decir con eso?-Empecé a cuestionarlo.-¿Acaso te has metido en pequeñas aventura durante las noches?-Le pregunté con curiosidad y una sonrisa algo maliciosa. Si mis sospechas eran acertadas, en ese caso tendría que empezar a secuestrarlo por las noches para alguna escapada del colegio o travesuras de las que ocuparnos. Un estudiante de Hogwarts no era un estudiante completo si no hacia de las suyas de vez en cuando.

Sonreí pasando del tema del acoso para luego reírme con su siguiente comentario de que no quería terminar lleno de harina.-¡Pues a mi me parece una excelente idea!.-Dije con una gran sonrisa, triste por él que me daba ideas sin querer. Escuché lo que dijo de que había tenido mala suerte con las grageas de todos los sabores.-No te preocupes, eso le suele pasar a todos pero siempre es divertida la incertidumbre.-Le asegure, él tomo unas grageas y luego yo hice lo mismo pero él fue el primero en probar una. Me mordí el labio esperando saber que le había tocado y luego me informó que le había tocado una de regaliz. Pensé que había sido suertudo porque no era tan malo como esperaba.-Bueno, aquí voy.-Le dije con una mueca de miedo mientras me tomaba una gragea y me la llevaba a la boca. Lo saboreé por unos segundos tratando de identificar ese desagradable sabor que me había tocado, e inmediatamente mi mueca había pasado a ser completamente de disgusto.-No tengo duda alguna de que es jabón.-Dije para luego tragármelo con cierta dificultad, era primera vez que me tocaba ese.

Con sus palabras me sentí un poco identificada. Yo quería estar todo el día con la persona que quería y hasta podría hablar de él sin parar recordándome de todas sus expresiones y la manera en que solía mirarme, hasta de su forma de hablar y de apreciar las cosas pequeñas. Por un lado supe de lo que de Stef estaba hablando y lo sentía de la misma manera, como si nada pudiese amargarnos las cosas.-Me gusta que tengas sentimientos verdaderos, ya muy poco se puede confiar en que alguien los tenga.-Le dije teniendo en mente mis relaciones pasadas. Cometí muchos errores al estar con las personas equivocadas, y por ello salí herida unas cuantas veces.-Pero bueno, te comprendo de todas formas, he sentido eso y es maravilloso.-Le dije con una sutil sonrisa. La vida daba demasiadas vueltas y muchas veces no supe como manejarlas, pero ya estaba algo más grande y con mas experiencia, había madurado lo suficiente como para aceptarlas y seguir adelante con lo que me importaba en ese momento.

Cuando me dijo aquello de que si esas aventuras que tenía se podían llamar pequeñas, no pude evitar soltar una pequeña risa.-Vaya, tenemos un travieso aquí.-Le dije divertida imaginando cualquier cosa de él. Hablar de eso me recordó cuando entre a Hogwarts y era una niña que jamás hacía nada malo, toda una chica inocente que apenas empezaba a experimentar toda clase de cosas. Sonreí por ese recuerdo y por los otros más que cambiaron un poco mi forma de ser.-Entonces debemos pasar tiempo juntos, está más que claro, estamos destinados a hacer cosas malas juntos.-Le dije exagerando un poco pero lo decía en broma.

Vi su reacción cuando expresé mi disgusto por el sabor que me había tocado. Hice una mueca de enojo por eso como si me hubiese molestado que se riera de mi. Luego me ofreció el pequeño pedazo de la gragea con sabor a regaliz que le quedaba, le sonreí con ternura por eso. Era una de las personas que amaba la manera en que se hacían pequeñas cosas, aún así fuesen un poco irrelevantes pero realmente las apreciaba y las guardaba en mi memoria, ya que cada cosa se podía interpretar de diferentes maneras. En este caso, adoré su manera de ofrecerme la gragea luego de mi disgusto, era difícil de explicar como lo veía pero era lindo.-Eres todo un encanto, Stefano.-Le dije sonriendo a la vez que tomaba el pedazo, me lo comí después, amaba el regaliz.-Me parece que ahora te toca, espero que no te encuentres con algún sabor tan desagradable como el jabón o peor.-Hice una mueca de horror.-Estas grageas asustan pero supongo que somos masoquistas por andar en esto.-Le dije sonriendo notando como igual íbamos a continuar el juego.

Me pareció un tanto impresionante la forma en que Stefano descifro mis pensamientos. No habríamos tocado ese tema si no fuese por mi y tampoco es que hubiésemos hablado mucho de aquello, por eso era impresionante. Sus palabras retumbaron en mi cabeza como un eco tratando de hacerme aceptar lo que por mucho tiempo intente convencerme. Probablemente fui demasiado obvia con mis palabras y la mirada que tenía en ese momento, quizás Stefano era muy observador y comprendió el sentimiento que desbordaba con cada recuerdo que volaba por mi cabeza. Y no podía ocultar que me hizo sentir bien escuchar eso de otra persona, esa clase de apoyo que desde algún largo tiempo no apreciaba. Era la importancia y la preocupación lo que me agradaba.

Con una pequeña sonrisa en mi rostro continué escuchando a Stefano que está vez se volvió un poco más atrevido y se acerco a mi hasta llegar a mi oído para decirme que fuese el quien me acosara de no ser porque estuviese enamorado. No falló en su intento de hacerme reír con su comentario y a la vez con el cosquilleo que sentí con su cercanía pero también logró que me ruborizara un poco, por suerte la poca iluminación del aula me ayudaba a ocultarlo.— Está bien, me derretí. Tendré que ocuparme de esa susodicha a ver si me quedo contigo.— Le dije bromeando también y aún con una sonrisa en mi rostro que se fue calmando poco a poco. Analicé de nuevo sus palabras y lo que había estado pasando por mi mente hace unos pocos segundos.— No es que este rogando por alguien que me quiera. Sólo que tal vez, el pasado puede afectar un poco mi manera de ver las cosas ahora.— Dije intentando explicarme pero no hallaba las palabras adecuadas y no sabía si me estaba dando a entender bien.— Igual, trato de que la inseguridad no me controle.—Le dije por último con una pequeña sonrisa.

Escuché lo siguiente que dijo lo cual me hizo sonreirle con malicia y levantar una ceja.— Todos estamos en el momento equivocado en el lugar equivocado, por eso es que estamos tú y yo aquí.—Le contesté señalando con mis manos el resto del aula. No todo sucede como lo planeamos, a veces ni deberíamos planear las cosas ya que al final todo sucede espontáneamente.—Yo sí se que es el destino.—Volví a hablar.—¿Te apetece aprovechar conmigo lo que nos queda en el castillo? Y en cuanto a eso, debemos hacer muchas cosas, así que piénsalo bien para que luego no te retractes porque te estaré buscando para que seas mi cómplice.-Le dije alzando las cejas y mirándolo de manera desafiante. Estaba claro que me había caído lo suficientemente bien como para molestarlo si yo quisiese o tener las ganas suficientes para verlo de nuevo. Yo hablaba en serio en cuanto a pasar aquella travesía de todas formas no había nada que perder.

Continuamos con el juego de comer grageas como unos tontos. Stefano accedió a su turno y se armó de valentía para probar otra. Pude ver en él un poco de miedo por lo que vendría y yo sólo sonreí divertida. Cuando probo un trozo de su gragea hizo esa mueca de asquerosidad que me hizo imitarle imaginando algún sabor terrible. Me dijo que era cerilla con tierra y yo me aterré con el hecho de que existise un sabor como tal.—¡Qué horror!—Dije entre risas por su mala suerte. Noté que me ahora me tocaba a mi de nuevo y desgraciadamente. Mi expresión cambió totalmente de una sonrisa a una mueca de preocupación al tomar la primera gragea que vi. La lleve a mi boca con lentitud hasta morderla y saborear el trozo. Afortunadamente no fue nada asqueroso.— Que maravilla, durazno.—Le dije impresionada por mi propia suerte y le sonreí pensando en él.—Como te lo debo, quítate ese sabor a cerilla de la boca.—Le dije ubicándome a su lado con cuidado de no dejar caer la caja de grageas y puse el trozo de mi gragea en frente de él.