Espera, puedo explicarlo... [Katt ~ Noah]

Odio el invierno. El frío, la lluvia, el tener que llevar 50 capas de ropa para no entumecerme y que aún así no sea suficiente. Si por mi fuera me pasaría todo el invierno invernando, comería hasta hartarme durante el otoño y dormiría hasta la primavera luego. Pero lamentablemente mi metabolismo no me deja dormir más de quince horas de corrido, algo que muchos considerarían una barbaridad, pero que yo lo encuentro como toda una hazaña.

Me encuentro caminando por las calles cubiertas de nieve, en dirección a Hogsmeade, pese a mi odio expresado hacia el frío había abandonado el cómodo sofá junto al fuego para pasar la tarde en el pueblo junto con Noah. Quería mi ayuda, según tenía entendido lo que necesitaba era mi punto de vista femenino, y la verdad no entendía porque justo a mi, que era la chica menos femenina del castillo, pero simplemente no pude decirle que no. La nota que me envió por lechuza logró que sonriera, ¿a quién quería comprarle ese regalo tan especial? Definitivamente iba a interrogarlo al respecto, ya que cuando lo vi aquella tarde en la Sala Común se negó a darme explicaciones pese a mi insistencia.

Doblo por la última esquina que me separa de la plaza en la cual habíamos quedado en encontrarnos y acelero el paso, medio que resbalando en el piso congelado debido a mi apuro por no hacerlo esperar más; si mi estúpido gorro hubiera decidido jugar a las escondidas otro día habría logrado llegar más puntual. Llego al final de la calle, levanto la vista y lo veo allí, esperándome. Su brazo está sobre su nuca, un gesto muy particular de él, por lo que los tatuajes de su brazo apenas logran verse pese a que sus brazos van cubiertos. Me encantan sus tatuajes, y nunca me canso de escucharlo hablar de ellos, la historia de cada uno. Hubo un tiempo en  que luego de cada vacaciones llegaba con un nuevo dibujo hecho sobre su piel, y ahí iba yo, raptándolo una tarde completa para que me cuente sobre el motivo por el cual se lo hizo. Aunque no lo sabe, mi gusto por los tatuajes creció gracias a Noah, y la idea de hacerme uno nuevo se reafirma cada vez que veo los suyos. Instantáneamente mis labios se curvan en una sonrisa...

La cual desaparece enseguida.

—¡Ni se te ocurra hacerlo!— le grito de forma amenazante. Varias personas se giran para verme, pero los ignoro, ya me creen una loca en el castillo, ¿qué más da lo que piensen ahora en Hogsmeade? Me acerco con paso decidido a Noah, y antes de siquiera dejarlo reaccionar le quito el cigarrillo de la boca y lo sostengo entre dos dedos, como si el simple hecho de sujetarlo me causara una repulsión absoluta. —Dime que no ibas a hacerlo, o al menos ten la decencia de mentirme—. Decencia de mentirme... Claro, que lógico tu razonamiento Katt. Sacudo la cabeza y le guardo el pequeño cilindro de color blanco en uno de los bolsillos de su pantalón, —que poco considerado que eres, Noah, me haces salir al frío y encima te encuentro a punto de fumar, tendrás que pagarme con una cerveza de manteca en Las Tres Escobas— le pico el pecho con un dedo y sonrío de lado.

Noah es muy alto. Demasiado. Para poder verlo tengo que levantar la vista mas que con algún otro chico del colegio, por lo que me paro en la punta de mis pies e intento dejarle un beso en la mejilla a modo de saludo. Apenas llegué al perfil de su mandíbula.

—Debería existir una regla que prohíba superar el metro setenta de altura, eres exageradamente alto—. No es la primera vez que se lo digo, suelo molestar a todos con el tema de la altura, ya que yo apenas llego a un mísero metro cincuenta y ocho. —¿Llevas mucho esperando? Habría llegado antes, pero mi gorro jugó a esconderse, y ni Dae o Kenna estaban para pedirles el suyo— me encojo de hombros y le sonrío —¿qué tal va tu día? Ya tienes pensado el regalo, me imagino, o al menos una idea de que es lo que quieres regalar, ¿no?

—Ah, si, hola— le digo en respuesta haciendo un movimiento con la mano como para restarle importancia al asunto. Nos vimos en el desayuno esta misma mañana, ya lo había saludado una vez en el día, los modales no eran cosa mía. —¿No? Entonces ahora llevas los cigarrillos en la boca sin encenderlos para... No sé, ¿parecer más canchero? Te ves mejor sin eso, además de que evitas el mal aliento, no es lindo ir por ahí con la boca apestando, ¿no crees?— doy un par de aplausos cuando acepta mi propuesta de recompensa y sonrío —De momento con una me conformo... Pero a lo mejor luego me da hambre...

¿Divertido? Por supuesto, él suele molestarme con la altura en diferentes situaciones. No entiendo porque tengo que buscarme amigos tan altos siempre, al fin de cuentas, la única que respeta mi tamaño es Dae que comparte los mismos centímetros que yo. Le tuerzo el gesto y entreabro mis labios en una mueca de ofensa al verlo pararse en la punta de sus pies, lo que hace que quede aún más alto de lo que es en realidad y tengo que levantar la cabeza para poder verlo a la cara. Comienza a reír y mi frustración aumenta, por lo que el golpe que iba destinado a su pecho es redirigido a su brazo al cubrirse el estómago con los brazos.

—Eres malvado, yo no voy por la vida preguntándote como está el clima allá arriba, o pidiéndote que me avises si va a llover— recibo su beso en mi mejilla y sonrío ligeramente. —Es culpa del estúpido gorro... Y del lío de cosas que tengo en mi habitación, pero eso es otra cosa, así que no hagas comentarios al respecto— lo miro de reojo, retándolo a llevarme la contra. —¿Aún no? Ay Noah, pero entonces no necesitas solo mi punto de vista, necesitas toda mi ayuda...— Entrelazo mi brazo con el suyo cuando me lo ofrece y asiento ante su propuesta de caminar. Mi cabeza no llega a su hombro, por lo que para poder verlo al hablar tengo que levantar la vista. —¿Ningún tipo de idea? ¿Nada de nada? Bueno... Creo que no soy la mejor ayuda, soy horrible para escoger regalos... ¿Recuerdas esa vez que te regalé una cuchara porque me dijiste que te gustaba el pudin?— sacudo la cabeza, aún me acordaba de como nos habíamos reído luego de eso.

Muy especial... De verdad debe de gustarle. Intento comentar algo, pero me quedo con las palabras en la boca ya que el sigue hablando, como si no esperara un comentario de mi parte. Escucho su explicación y sonrío de lado. Me identifico con la chica que describe, y la curiosidad de saber quien es es cada vez mayor. Odio las cosas cursis, al punto de que prefiero que me llamen Gnomo Steve, a corazoncito, o cualquier otro apodo parecido a ese. Se frena de golpe y yo me detengo con él. Levanto la vista para poder verlo, está nervioso, lo puedo notar. Merlin santo, ha de estar de verdad enganchado con esa chica. Definitivamente voy a ayudarlo, no voy a dejar que una cualquiera rechace a Noah.

—Las zanahorias son una genial idea, mi tubérculo favorito de hecho, aunque pensándolo bien... Dae se molestaría si se entera que alguien está regalando parientes suyos— dejo escapar una pequeña risa, intentando tranquilizarlo un poco con mis comentarios. —Y, a ver... Dices que la conoces, ¿no es eso suficiente? ¿Por qué no solo le dices que te importa? No entiendo porque darle tantas vueltas al asunto, a veces es mejor ir directo al grano...— me quedo pensativa unos segundos, golpeando mis labios con mi dedo índice. —A todo esto... ¿Vas a decirme quien es? Porque tal vez la conozco y pueda ayudarte mejor...— me encojo de hombros y sonrío de lado —pero lo que si estoy segura es que está loca si rechaza el salir contigo, eres tan lindo y sensual— llevo una mano a su mejilla y le jalo la mejilla en un intento de hacer que sonría.

—Olvídalo— digo con una sonrisa a la vez que niego con la cabeza cuando no entiende lo de 'canchero'. Esto suele pasarme bastante seguido... Sobre todo cuando no estoy con Dae o Kenna, con ellas puedo hablarles con cualquier palabra que se me ocurra y me entienden al instante, sin embargo cuando ya hay mas gente suelen quedarsenos viendo como quien descubre un chicle en su zapato. Por supuesto que esto no nos importa en lo más mínimo, si así fuera habríamos dejado de comportarnos así hace años. —¿Qué no eres...? ¡No me lo puedo creer! Y yo que creía que podía confiarte el pronóstico del tiempo... ¡Toda mi vida ha sido un engaño! No puedo seguir viviendo en este mundo, no así... Lo siento Noah, matame, matame ahora y acaba con mi sufriemiento...— mi tono es extremadamente exagerado. Mis manos se juntan en mi pecho, a juego con una mueca de dolor en mi rostro.

Vuelvo mi expresión a la normalidad y le ladeo una sonrisa para evitar largarme a reír a pulmón tendido. ¿Aún conserva la cuchara? Por Dios, si fue un regalo tan patético. Cuando comienza a reír  ya no puedo evitarlo y me le uno. Me cuesta creerle, porque aunque fuera una cuchara bonita, tenía que admitirlo, con el mango rojo y dorado haciendo ademán a nuestra casa, no era más que eso, una cuchara, como existen miles iguales en todo el mundo.

—Tengo que regalarte algo mejor, pensaré en eso mientras buscamos algo, y te volverás al castillo con dos regalos, uno para esa chica y otro para ti de mi.— Le doy un ligero golpe con mi codo en las costillas y comienzo a devanarme el cerebro pensando en algo en lo que pueda regalarle que de verdad sea útil, y no una estúpida cuchara. El tema vuelve a girar en torno a la 'chica misteriosa'. No entiendo porque simplemente no me dice el nombre, tal vez hasta me he sentado junto a ella en alguna clase, podría incluso comenzar a hablarle de Noah, ayudarlo como me pidió que lo hiciera. Su expresión está cambiada, la sombra de la risa que soltó hace rato ya no está más, y me mira como si yo tuviera que entender que es lo que le pasa. —Eso creo yo... Digo, a veces dejar todo surgir solo complica las cosas mucho más... O el darle muchas vueltas al asunto solo consigue que termines dudándolo mucho más, eres Gryffindor Noah, deberías usar la valentía que nos caracteriza a tu favor...

Toma mis manos, no entiendo que es lo que pasa, pero no puedo evitar sentirlas y agradecer esa calidez que me proporcionan. Las estrecha un poco y yo miro nuestro agarre. Levanto la vista y le sonrío un poco, intentando darle ánimos. Estamos parados a un lado de la calle, y el ruido de las personas que hablan y entran y salen de los negocios llega hasta mis oídos, pero no quito mi vista de Noah, está empezando a preocuparme... Su mano llega a mi mejilla, logrando un gran contraste entre su piel cálida y la mía fría debido al viento que golpeaba mi rostro. Con un dedo sobre mi mentón, lo levanta levemente, para que lo vea. Su rostro se acerca al mío, noto como tiene que inclinarse para eso, debido a nuestra diferencia de alturas, está tan cerca que siento su respiración golpear contra mi rostro... ¿Acaba de llamarme loca? Estoy a punto de reprocharle algo, pero sin esperarlo, sin imaginarlo siquiera, siento sus labios posarse sobre los míos.

Sus manos están a ambos lados de mi rostro y mis ojos no se apartan de él. Es instantánea la sensación de reconocimiento que mis labios tienen al contacto con los suyos... No era la primera vez que había un beso entre nosotros... Hubo un tiempo en le pedí que me besara para darle a entender a alguien que ya no habría nada entre nosotros. Pero... ¿y ahora? Tal vez había visto a alguien... La verdad es que no reacciono a tiempo, y cuando quiero darme cuenta, Noah ya se apartó... Me tomo unos segundos para intentar entender que es lo que pasó. Miro hacia ambos lados de la calle, intentando encontrar algún rostro familiar que me haga entender que es lo que acaba de ocurrir.

—Creo que me perdí un momento...— logro decir luego de unos segundos —¿en qué momento dejamos de hablar de la chica que te gusta?...— me acerco un paso a él, tomo su mano y comienzo a caminar para apartarnos de la mitad de la calle, me detengo a la entrada de lo que supongo es un callejón, lo miro y trato de hacerle entender, con el tono de mi voz que no estoy molesta por el beso, sino más bien algo desorientada. —Necesito que me expliques que pasa Noah...

—Mis disculpas, oh, amo de la cuchara— hago una reverencia bastante exagerada y creo una expresión de arrepentimiento en mi rostro. Comienzo a reír luego de eso, y lo empujo un poco, ya que el hecho de que defienda una simple cuchara de esa manera me resulta mucho más exagerado que mis propias reacciones. Y aún nos queda escoger que es lo que le vamos a regalar a esa chica que sigo sin lograr sonsacarle quien es. Si me lo dijera sería todo más fácil. Pero se comporta de forma tan extraña que ya no sé que hacer para lograr conseguir esa información. ¿Por qué me pide ayuda si no quiere compartir toda la información conmigo? Es como si temiera el hecho de decírmelo, como si por algún motivo que no logro entender, el hecho de decírmelo no se aclarara por completo en su cabeza, y lo dudara a cada segundo. A lo mejor cree que voy a burlarme... Pero no, la idea ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Es Noah, lo quiero, es mi amigo, haría lo que fuera para ayudarlo con esa chica.

Veo su reacción. Sinceramente no logro entender que es lo que ha pasado. Me besó, de eso no hay dudas, sus labios se posaron sobre los míos, y aunque no haya durado mucho, fue un beso. ¿Por qué lo hizo? Solo quiero saber eso. No puedo hacer más que observarlo, cada uno de sus movimientos, intentando así darme cuenta de que es lo que pasa por su cabeza en este momento. Se cubre el rostro y esto no logra tranquilizarme, todo lo contrario, la idea de que me estoy perdiendo de algo se hace más concisa en mi mente. Cuando aparta sus manos y me ve, no puedo hacer más que devolverle la mirada, buscando ese "algo" que aún no logro alcanzar para comprender la situación.

La forma en la que me habla me hace sentir un poco idiota. Está frustrado, y a lo mejor incluso algo molesto. ¿Hice algo que lo molestara así? No que yo recuerde... Pero su ceño fruncido, el tono de su voz, la forma en la que se mueve, todos son indicios de que algo de molesta. Se disculpa y da unos pasos hacia atrás. Aprovecho este momento para sacudir un poco la cabeza. No tiene que disculparse, al menos yo no lo siento así. Estoy a punto de decírselo, pero entonces el vuelve a acercarse, y su vista se fija en la mía una vez más.

¿Ahora no lo siente? Bien, definitivamente si ya estoy confundida. ¿Por qué simplemente no dice lo que le pasa en vez de andarle dando tantas vueltas al asunto? Sigue hablando, y tengo cada palabra que dice me hace quedar más estupefacta que la anterior. ¿Qué quería besarme? Esto cambia mucho las cosas... Las ideas comienzan a formarse en mi cabeza. Como si se tratara de un puzle, todo empieza a ocupar su lugar, y las piezas al fin comienzan a encajar... Y preferiría que no lo hicieran.

No puedo gustarle, simplemente no puedo. Y no es que el no me guste, si lo hace. Noah es increíble. Pero no podría verlo de esa manera... Tal vez unos meses atrás si, y aún así no estoy segura de eso. Pero ¿ahora? No... Estoy confundida. Han pasado muchas cosas y no puedo simplemente olvidar todo. Tomo su mano cuando acaricia mi mejilla y acomoda ese mechón rebelde que siempre se escapa de su lugar. Lo miro a los ojos, pero el ya estaba buscando los míos.

—Noah...— no sé ni que decirle, ni cómo decírselo. Sonríe de lado, y muerdo el interior de mi mejilla. Tendría que hablar, decirle... Decirle... ¿Qué?. Al final termina de hablar, y en sus manos hay un nuevo cigarrillo, o tal vez es el que yo le quité cuando nos encontramos un rato atrás. —Yo... No sé que decir de eso...— me siento idiota al no saber decir, cruzo mis brazos un momento y vuelvo a dejarlos caer a ambos lados de mi cuerpo. —Escucha... No es que no te quiera, o no me importes... Por favor no pienses eso— me muevo inquieta en mi lugar, intentando mirarlo mientras hablo, para poder así estar segura de que entiende cada palabra que le digo. —No eres tu, soy yo...— dejo salir un suspiro de frustración pues eso sonó realmente mal. —Que frase más estúpida, en las películas la hacen sonar mejor...— me jalo el cabello y doy un paso hacia él, esperando que no se aparte, que siga siendo mi amigo, el mismo Noah de siempre. —Noah... No puedo gustarte... Necesitas alguien que... Alguien que tenga los pies sobre la tierra... Alguien que no sea tan descuidada, desatenta, exagerada, desprolija y complicada... No funcionaríamos... No sé que decirte para que tu me entiendas a mi, sin que creas que no me importas...— estiro la mano y la acerco a su brazo, deslizándolo por su largo hasta llegar a su mano, en la cual todavía tiene el cigarro.